La idea de adaptar al cine El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ha dado varios resultados funestos, entre ellos uno de los proyectos que el gran Orson Welles no pudo terminar, pero sigue siendo una fuerte tentación para directores ambiciosos como lo es, sin duda, el británico Terry Gilliam, ex integrante de Monty Python y responsable, entre otras, de las películas Brazil (1985), Las aventuras del barón de Munchausen (1988) o 12 monos (1995). Gilliam inició en 2000 el rodaje en Navarra de una película que iba a llamarse El hombre que mató a Don Quijote, con Jean Rochefort como Don Quijote y Vanessa Paradis como Dulcinea, cuyo guion planteaba una variante sustancial con respecto a la obra de Cervantes: Sancho Panza aparecía sólo al comienzo, y luego su lugar era ocupado por un hombre de nuestra época, interpretado por Johnny Depp, que, por algún motivo, hacía un involuntario viaje en el tiempo (y de la realidad a la ficción literaria).
El mundo se quedó con las ganas de saber qué surgía de ese temerario experimento, porque en Navarra todo salió mal: cerca del lugar donde se realizaba el rodaje había instalaciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte para prácticas de ataques aéreos que causaban un estruendo constante, una inesperada inundación destruyó equipos y cambió las características del lugar cuando había escenas a medio filmar, y una hernia de disco dejó a Rochefort impedido de participar. Lo único que se salvó fue el trabajo de Keith Fulton y Louis Pepe, que habían comenzado a filmar el proceso de la película, con miras a realizar el tipo de material que se suele agregar en los DVD, y lo convirtieron en Perdido en la Mancha (2003), un documental acerca del desastre narrado por Jeff Bridges.
De 2005 a 2015, Gilliam hizo, con sucesivos productores, varios intentos de reanudar aquel proyecto, en los que el guion se fue modificando, el papel del Quijote fue adjudicado sucesivamente a Robert Duvall, Michael Palin y John Hurt (además de ser ofrecido a Gérard Depardieu) y el del falso Sancho a Ewan McGregor y Jack O’Connell. En cada ocasión hubo que dejar de lado la iniciativa, por insuficiencia de recursos y otros problemas (entre ellos, que a Hurt se le diagnosticó el cáncer que finalmente lo mató). Pero el director es tozudo, y en estos momentos está en la segunda semana de rodaje de su película más demorada. Ahora el viajero en el tiempo es Adam Driver, Don Quijote es Jonathan Pryce y en el papel de Dulcinea está la ucraniana Olga Kurylenko.
“Don Quijote es peligrosísimo para cualquier adaptador, porque acabas convertido en el personaje. Y vives en un mundo que no es el tuyo. Se ha vuelto algo obsesivo, enfermizo, y es lo más que voy a contar”, dijo el director el año pasado a El País de Madrid. Sería bueno que este nuevo proceso se esté filmando como el de 2000, por si pasa algo más que justifique un documental titulado La maldición de Don Quijote.