La principal referencia para la última película sobre el personaje Wolverine (Logan, de James Mangold, estrenada este año) está en una miniserie de historietas de 2008 llamada El viejo Logan, escrita por el escocés Mark Millar y dibujada por el canadiense Steve McNiven. En ella se mostraba una versión alternativa del personaje, ya viejo y retirado, que, engañado por un villano, había masacrado a sus compañeros de los X-Men. Luego de esto, traumatizado e incapaz de suicidarse, sobrevivía como granjero, en un Estados Unidos dividido en varios territorios, cada uno de ellos dominado por un supervillano, luego del exterminio de casi todos los superhéroes. Ingeniosa y súper violenta, la historia fue continuada con un cómic mensual que lleva el mismo título y que ha estado a cargo de dos guionistas y del dibujante italiano Andrea Sorrentino. Esta serie fue reiniciada a partir de que entró el guionista canadiense Jeff Lemire, y así comenzó su ciclo más interesante, que se puede encontrar en algunas librerías uruguayas.
Wolverine, el mutante con letales garras retráctiles, enorme fuerza y capacidad de autorregeneración, también conocido como Lobezno, Arma X o Logan, ha tenido numerosas versiones en la historia editorial de Marvel (y aparece en una decena de películas de los últimos tiempos), desde su aparición en 1974 y su integración a los X-Men, que ya tenían en ese momento 12 años de publicación. La más reciente de esas versiones es su encarnación femenina en la serie mensual All New Wolverine, protagonizada por la mutante X-23, que es la niña que aparece en la película (aunque no necesariamente pasará a ser el personaje central en el cine). Para darle un mínimo de coherencia a esta acumulación de historias que a menudo se contradicen entre sí (de Wolverine hay más de 30, de Spider-Man, más de 40), Marvel decidió plantear que cada versión de un personaje existe en su propia tierra o realidad alternativa, algunas de las cuales se han cruzado en varias ocasiones.
El hecho de que un personaje tenga múltiples encarnaciones es, a esta altura, moneda corriente en las historietas de superhéroes, y resulta de una cruza entre los intereses creativos de autores y editores con las necesidades comerciales de las empresas, que buscan renovar sus series después de décadas de publicarlas, sorprender a los lectores y encontrar nuevos ganchos para mover las ventas. Mark Millar se ha convertido en un especialista en generar ideas ingeniosas y argumentos con suficientes elementos como para crear productos comerciales que duren en el tiempo. Jeff Lemire, que es tanto un autor como un buen escritor profesional, supo darle un giro al planteo original de El viejo Logan y extenderlo con nuevas ramificaciones.
La miniserie original de 2008, que también puede encontrarse en algunas librerías montevideanas, tenía un final abierto: un western futurista en el que ese Wolverine viejo, después de derrotar a varios de sus enemigos, partía a caballo por una tierra desolada. El punto de partida de la serie mensual escrita por Lemire se sitúa en un tiempo presente, cuando el mismo personaje aparece de la nada, atormentado por los recuerdos de ese futuro en el que vivió varias tragedias. La incógnita es por qué volvió atrás en el tiempo y qué sentido tiene su vida en ese presente en el que él inicialmente piensa que los supervillanos todavía no han triunfado, y trata de evitar su ascenso, aunque luego resulta no ser parte de su línea vital, sino de otra en la que él ya ha muerto. Y las cosas se complican aun más.
Lemire construye su historia con pulso, ritmo y seguridad en la forma en que va revelando las sorpresas. Cada capítulo cierra con un final inesperado que engancha con el siguiente episodio, y se cierra un arco argumental cada cuatro de ellos. A pesar del oficio y las ideas del guionista, se nota que es un escritor con mucho trabajo (al mismo tiempo escribe otras seis historietas para tres editoriales, unas 160 páginas al mes), por lo que apela a recursos que estiran la trama, como ilustraciones o secuencias que ocupan dos páginas, o historias menores en las que pasa poco y nada. En algunos momentos hace trampa, resuelve a las corridas o incluso pospone algunos de los misterios que plantea. De todos modos, los tres arcos argumentales, y en especial el que transcurre en Japón, valen ya por toda la serie con independencia de lo que ocurra en el futuro.
La narración de Lemire se apoya en, o más bien se realza por, el arte de Andrea Sorrentino, un italiano con el que ya había trabajado con el personaje de DC Flecha Verde (al que salvaron a último momento de un fracaso en ventas). Sorrentino tiene un estilo fotorrealista y oscuro, construido sobre las sombras de sus tintas y los colores de su colaborador Marcelo Maiolo. Si bien es un buen narrador visual, su principal virtud es el diseño de página, ya que trabaja con libertad para apelar a todo tipo de estructuras de viñetas en función de lo que cuenta. Casi no hay número en el que no sorprenda con dos o más secuencias rupturistas en las que alterna, sin confundir al lector, recuerdos con acciones en el presente. El guion de Lemire no funcionaría del mismo modo sin los dibujos de Sorrentino, ni estos sin los colores de Maiolo; y lo mismo se puede decir a la inversa, en una historieta tan comercial como inventiva, que es un buen exponente de la más reciente etapa editorial de la Marvel.
El viejo Logan
Números 64 al 75. De Jeff Lemire, Andrea Sorrentino y Marcelo Maiolo. España, 2016. Panini Comics, 24 páginas cada uno.