Ingresá

Actividad de discusión sobre “Inclusión y accesibilidad en la cultura”, del proyecto Anatema. Foto: Aimé Castro

Anatema: ciclo de producción artística y reflexión en el SODRE

3 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Diversas bandas y sellos independientes de Uruguay y Argentina confluyen en el Auditorio del SODRE: el proyecto Anatema, ecosistemas de producción alternativos, propone un ciclo de recitales, conferencias y talleres que se extenderá hasta julio. Según contó a la diaria el coordinador, Salvador García, “todo comenzó a partir de la experiencia acumulada de proyectos en los que participé, como el colectivo Esquizodelia, Vía Láctea ediciones -un sello discográfico más orientado a la profesionalización- y Creative Commons Uruguay, con quienes organicé las cuatro ediciones del Festival de Música Libre”. Su principal motivación fue la premisa de que la autogestión no debía cruzarse con lo institucional, lo profesional o las prácticas vinculadas con el mercado, y por eso mismo Anatema se volvió una buena oportunidad para plantear “la independencia de la autogestión y lo colaborativo desde la profesionalización, y desde el estar en contacto con el mercado. El proyecto nace con la intención de dialogar entre estos paradigmas aparentemente contrapuestos”. De este modo, la primera edición de Anatema apunta a la música, aunque también incluye rubros como producción, comunicación y autogestión.

Cada concierto (el próximo será el 25 de mayo, y la agenda completa se puede consultar en www.anatema.com.uy) cuenta con una banda local y otra de La Plata, Argentina, precisamente porque se trata de “dos escenas independientes que desde hace mucho tiempo trabajan en un intercambio sostenido: las bandas uruguayas se han presentado muchas veces en La Plata, y desde La Plata han venido otras tantas. O sea que fue una manera de formalizar ese puente colaborativo”, cuenta.

Consultado sobre los participantes en mesas redondas, García explica que fueron seleccionados por su especialización y por afinidad ideológica con respecto a su visión sobre determinadas temáticas. “Por ejemplo, en la mesa dedicada a accesibilidad y exclusión, no nos interesaba tanto incluir a académicos hablando sobre la patología, la enfermedad o la rehabilitación, sino más bien la realidad a la que se deben enfrentar, intentando que las mesas generen herramientas para poder revertirlo”.

Apuntando a la acción

Esta propuesta, además, cuenta con importantes referentes latinoamericanos. Por un lado, uno de los pilares fundamentales en lo referido a cómo organizarse cooperativamente es la experiencia de la orquesta típica de Osvaldo Pugliese, y entre los movimientos colectivos, la argentina RedPanal, “una plataforma colaborativa de sonidos libres”, o los brasileños Fora do Eixo -“fuera del eje”-, una red de colectivos que trabajan en el terreno de la cultura de Brasil y otros países latinoamericanos.

En cuanto a la programación, la siguiente mesa -el 15 de junio- estará dedicada a las industrias creativas, ya que se “intenta poner sobre la mesa cuáles son las diferencias entre lo colaborativo y lo institucional, y cómo pueden convivir. Para eso hay referentes invitados que trabajan de uno y otro lado”. La siguiente -el 19 de julio- apuntará a la comunicación acerca de proyectos colaborativos y a “cómo ser más efectivos a la hora de comunicar. Siento que en Uruguay el trabajo en red aún no es comprendido. Y la mayor dificultad debe ser la misma que enfrenta el circuito profesional: el financiamiento, porque las carencias a la hora de producir culturalmente son las mismas”, dice el organizador. Más allá de lo económico, opina que también surgen inconvenientes cuando el propio artista y el productor cultural se ubican en una posición que concibe espectadores pasivos de sus proyectos, y no participantes en ellos que también son integrantes activos de la producción cultural. “Ese flujo de ida y vuelta -además de generar pertenencia, comunidad- también forma parte de la economía colaborativa, porque se traduce en la difusión y la participación”, afirma.

Así es como a estos encuentros -a los que se suman los conciertos y talleres- los unirá una “misma columna vertebral, porque todos, como artistas o generadores de productos independientes, quieren encontrar el modo de habitar un espacio más cómodo”. En cuanto a los aportes, admite que, personalmente, está cansado “de ir a lugares donde se reflexiona y no se invita a tomar acciones que generen herramientas y se compartan, para que gestores, productores o artistas generen esos espacios que reclamamos. Es como si siempre estuviéramos en el lugar de la queja o de la reflexión intelectual, nunca en la acción. Y Anatema es eso”, afirma.

Punta de Rieles y Vilardebó

En paralelo, los organizadores se proponen llegar con el proyecto en la cárcel de Punta de Rieles y en el hospital Vilardebó. “Esta idea surgió desde el comienzo, porque una de las integrantes, Ana Ro -trabajadora social y artista visual-, tiene mucha experiencia en ese campo. Y creo que es necesario descomprimir la institucionalidad yendo hacia otros lugares, con un concierto, una charla y un taller, visualizando esto como un desembarco en el que se puede comenzar a generar comunidad. Porque hay una comunidad institucional, que es el circuito profesional, y hay otra comunidad que es necesario salir a buscarla, y que son aquellas personas que no tienen la oportunidad de acceder al circuito cultural. Esto nos interesa muchísimo, porque todos nosotros venimos de la autogestión y de trabajar con población crítica o con discapacidad, y por eso mismo estamos próximos a las carencias”. Esto es algo que, para García, se puede comprobar en el propio circuito, sobre todo por la falta “de contemplación”: “Por ejemplo, la sala Zitarrosa es uno de los sitios con más actividades dedicadas a personas con discapacidad, pero el escenario no es nada accesible o cómodo. De algún modo, lo que ese hecho comunica es la presunción de que las personas con discapacidad consumen arte pero no lo producen. Por eso nos interesa hacer llegar actividades a estas poblaciones, además de que podamos compartir cierta formación para que generen insumos y, con el tiempo, podamos hacer un seguimiento. Esto sería muy bueno, porque este tipo de población siempre está considerada como espectadores pasivos”, y ya es hora de revertir eso.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura