Varios comentarios sobre este film lo vinculan con Antes del amanecer (1995), el clásico de Richard Linklater que se convirtió en el principal referente de las películas de amor en este siglo. El vínculo parece ser intencional, ya que la compañera de Caroline se llama Céline (como la coprotagonista de la trilogía Antes de...). Caroline es una arquitecta francesa y Jaakko un DJ finlandés; se conocen en Vilna, Lituania, donde ambos están de paso. Se involucran, pero ya tienen sus vuelos programados para partir. Mientras tanto, dialogan y pasean por la ciudad.
La similitud termina ahí. Es fundamental la diferencia entre el lapso de 24 horas de la anécdota de Linklater y el de 48 de esta, con las dos noches referidas en el título. Caroline suele tener encuentros sexuales fugaces durante sus viajes, tanto con hombres como con mujeres (en París tiene una pareja estable, la mencionada Céline). Siempre se ocupa de que esos encuentros no se profundicen, pero esta vez una erupción volcánica en Islandia llena de cenizas el cielo del norte de Europa y los aeropuertos se bloquean: el tiempo adicional y la segunda noche que pasa con Jaakko van a ablandar sus mecanismos de defensa. Entonces, lo que aquí ocurre es más complejo, a nivel psicológico, que lo de Antes del amanecer. En tren de trazar una genealogía de influencias, tanto como la trilogía de Linklater está aquí la tradición de los amores de hotel: Hiroshima mon amour, Perdidos en Tokio, El tiempo de los amantes, Anomalisa.
Que la película involucre una mayor complejidad psicológica no implica que en el cómputo general sea más compleja: tiene mucho menos peso conceptual que cualquiera de los antecedentes/ modelos nombrados. Nadie habla de nada que no sean sus propias relaciones personales y su manera de plantarse ante ellas. Los momentos más animados de conversación (cuando están bebiendo desenfrenadamente en el bar) se muestran con el recurso habitual, generalizador y poco imaginativo de mostrarlos riendo y moviendo los labios sin sonido, como parte de una secuencia de montaje que dice: “La pasaron bomba”. El único asunto que se aborda realmente, fuera de las referencias emotivas de cada uno, es la propuesta arquitectónica de Caroline para una sala de espera de aeropuerto, concebida para propiciar mayor comodidad pero también mayores oportunidades de hacer contacto. Luego habrá una escena en la sala de espera del aeropuerto de Vilna, y puse todo mi esfuerzo interpretativo en ver si se establecía algún tipo de vínculo que tematizara el asunto, pero no fui capaz de hallar ninguno. Tampoco hay mucho énfasis en el contraste entre los no lugares (hotel y aeropuerto, “no lugares” según el concepto de Marc Augé) y las calles de Vilna.
Hay una evidente pretensión de incluir aspectos un poco fuera de lo tradicional/dominante. Están la bisexualidad de Caroline, y el hecho de que ella es un poquito mayor que él (la actriz tenía 45 cuando se hizo la película, y el actor, 40, pero parece más joven). Pero todo rumbea hacia lo “normal”. No parece haber nada demasiado especial en el vínculo entre Caroline y Jaakko (por más que él diga que sí es algo especial). El nudo del drama está más bien en la constatación de que la pareja de Caroline y Céline no da para más. Esto lo vivenciamos por empatía, en la impaciencia de Caroline, muy justificable además porque Céline (a quien vemos repetidas veces por Skype) es un plomazo y no parece hacer otra cosa que demandar, intentar suscitar piedad y chantajear emocionalmente a su compañera. Pero esto, en vez de darle peso dramático al film, se lo resta: que se separe de una vez, por Dios. Jaakko, la opción hetero, tiene rostro, físico y actitud de modelo de propaganda de perfume. A Caroline al principio como que le intriga, y luego se asusta de su vida estelar de DJ, siempre de viaje y cercado de minitas espléndidas. Pero descubre que es un tipo bastante comedido sexualmente, que aspira a relaciones más profundas y que además tiene una hijita en Finlandia, con la que se vincula en forma muy tierna. Él, desde el primer amanecer de ambos, asume esa actitud del varón que le enseña a la mujer a liberarse de la prisión de sus propias trancas, combinando una incidencia paternalista con otra más bien edípica (que trata de agitar en Caroline instintos protectores-maternales por la tristeza varonil de su amor decidido, al que ella todavía no se decidió a corresponder), mostrándose además como padre cariñoso y comprensivo.
Ninguno de los dos es un personaje especialmente fascinante, aunque sí encajan decididamente en ciertos estándares de belleza. Uno esperaría una lluvia de ideas interesantes en una charla entre dos profesionales creativos que se la pasan viajando, pero el esqueleto anecdótico-psicológico-conceptual sería el mismo si fueran dos burócratas que se conocen en Semana de Turismo en San Gregorio de Polanco. Los lugares comunes de los diálogos hacen juego con el euro-pop bastante banal de la banda musical y la fotografía de tonos apastelados.
Creo que por un tiempo más se seguirán haciendo películas motivadas por Antes del amanecer o Perdidos en Tokio, pero dudo que se haga una inspirada en esta.
Dos noches hasta mañana (2 yötä aamuun)
Dirigida por Mikko Kuparinen. Con Marie-Josée Croze, Mikko Nouslainen, Arly Jover. Finlandia/Lituania, 2015. Alfabeta.