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Sin lugar para los débiles

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“Nueva York en el verano de 1977. El Bronx en llamas. Cientos de homicidios. El hijo de Sam. Pánico irracional por todas partes”. Así, con la contundencia de un western urbano sólido y violento, el británico Lee Child compone un inquietante universo hundido en el complejo cruce entre el noir, la venganza y un viaje infernal en busca del asesino. La buena noticia para los lectores uruguayos es que este año se publicó a Child por primera vez en Argentina: este fenómeno editorial que ha sido traducido a 48 idiomas, adaptado por Hollywood (con Tom Cruise como protagonista, y alguna vez con Werner Herzog como un despiadado villano), y siempre incluido en los best sellers del año, llegó al mercado rioplatense de la mano del recomendado sello independiente Blatt & Ríos, encabezado por los poetas Mariano Blatt y Damián Ríos.

Lee Child –seudónimo de Jim Grant– es un británico que comenzó a escribir a mediados de los años 90, cuando lo echaron de una productora de televisión. En 1997 debutó con Killing Floor, optó por el apellido “Child” para que, en los estantes de las librerías, sus obras coquetearan al lado de dos maestros del género, como Raymond Chandler y Agatha Christie, y al año siguiente se fue a vivir a Estados Unidos. Desde entonces ha publicado más de 20 novelas, siempre protagonizadas por el ex policía militar Jack Reacher y escritas con una sistematizada disciplina que nunca lo aleja de la buena literatura: cada 1º de setiembre Child comienza a escribir una nueva obra, hasta que los lectores se cansen o él se aburra, ya que con ellos tiene “una relación contractual basada en lo emocional”. Y si bien la mayoría de ellas –Un disparo (2005), El enemigo (2004), Personal (2014) y tantas más– superan las 400 páginas, esta nueva edición hace posible que los lectores accedan a dos novelas breves, surgidas como e-books para Amazon en 2013 y 2015. Bajo el título Noche caliente. Dos historias de Jack Reacher se presentan la nouvelle que da título al libro y Guerras pequeñas, en las que se trillan carreteras, peleas, bares, militares, muertes, yonquis y mafias, ambientadas en espacios donde la vida puede volverse especialmente compleja. Pero también son obras acerca de la naturaleza del hombre y su instinto hostil, atravesadas por el odio, el amor y el rencor, por la vida y la muerte. Y por elementos esenciales en la obra de Child, como su sencillez narrativa –para nada simplista–, su laconismo, su excepcional apuesta visual y su personalísima cadencia: “Eventualmente desembocaba en una ruta escondida y que no llevaba a ningún lado [...], a través de los bosques, en su mayoría recta y soleada, perfecta con los vidrios bajos, con el aroma húmedo del abundante barro en los hombros y el eco boscoso del caño de escape volviendo de la corteza, en parte gutural, en parte chillido, en parte aullido. Entonces, un auto averiado más adelante. Un sedán, frenado en diagonal en medio del camino, las ruedas de adelante completamente giradas, el capot levantado, un tipo mirando el motor”. Ya no se trata del ritmo ni de la prosa, sino de su modo de presentar al hombre pensándose a sí mismo, mediante entregas breves, concisas y punzantes, que a esta altura ya han generado una sincera y extraña adicción. A esto se añade un decisivo suspenso, que acompasa el tempo narrativo de sus thrillers, en los que nadie es quien dice ser.

En Noche caliente se presenta a un Reacher que, cuando apenas está por cumplir 17 años, es capaz –como si fuera una versión joven del campeón de “Jacob y el otro”– de demoler gángsters y de romper costillas, clavículas y huesos. Y de convertirse en un temerario recién llegado que sabe lo que hace; en un justiciero de dos metros, 100 kilos y puro músculo; en un llanero solitario que puede torturar o matar cuando lo considera necesario. En esta primera novela, ese parco adolescente se enfrenta con un mafioso italiano y la posibilidad de vengar una injusticia, en medio de una Nueva York en llamas, sin lluvias ni respiros (“el cielo estaba tan caliente y duro como un techo de hierro al mediodía”). En cambio, en la primera página de Guerras pequeñas nos enteramos de quién es el asesino de una joven y poderosa teniente coronel, y esta vez Reacher será el policía militar encargado de develar el misterio que motivó ese crimen. Como si se tratara de un western parco y minimalista, Child construye un universo de reglas propias, habitado por seres endurecidos por el ambiente, la necesidad y la represalia. Y una metódica exposición a la posibilidad de la agresión, el dolor y la tragedia. Así es como avanza Reacher, entre investigaciones y emboscadas, entre el estudio de posibilidades y la amenaza del futuro.

Como prefiere destacar Elvio Gandolfo en el prólogo, Child se apega a “un estilo seco, corto, y a la vez chisporreante”, para desplegar múltiples y minuciosas investigaciones de temas tan distintos como la fabricación de dólares, la de armas o los francotiradores. Para el autor, el éxito que ha logrado responde a que en sus novelas los buenos “usan la violencia como una imagen del sistema legal”, ya que “la gente está frustrada porque sabe que esas soluciones no se pueden aplicar en la vida y aquí encuentra un desahogo. Cuando Jack Reacher pega un tiro en la cabeza a un terrorista estamos ante una metáfora. Yo escribo novelas de venganza y están bien así”, admite sin pretensiones. Y así, con una retórica salvaje, llena de sonido y de furia, las historias de Child sobrevuelan una plaza de sueños marchitos, consolidándose como una obra de notable solidez que trasciende ampliamente los estereotipos del género.

  • Noche caliente. Dos historias de Jack Reacher, de Lee Child. Buenos Aires, Blatt & Ríos, 2017. 207 páginas.

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