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Los “juggaloos” se reunieron en Washington para reclamar que dejen de perseguirlos

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Si el sábado pasado algún desprevenido salió aterrado de un cine de Washington DC luego de ver It, el exitoso film de horror de Andrés Muschietti basado en un libro de Stephen King, que tiene como villano a un payaso monstruoso y asesino, puede haberse pegado el susto de su vida, al encontrar las calles de la capital estadounidense repletas de payasos siniestros y tétricos muy similares. Pero no era una treta publicitaria ni una convención de clowns tenebrosos, sino simplemente que los juggaloos habían llegado a Washington a exigir que no los discriminen.

Definir qué son y qué piensan los juggaloos es simple y difícil a la vez: en términos estrictos, son básicamente los fans más entusiastas del dúo de hip-hop Insane Clown Posse (algo así como “barra de payasos dementes”) o ICP, formado en 1989 por dos raperos blancos de Detroit conocidos por los nombres de Violent J (Joseph Bruce) y Shaggy 2 Dope (Joseph Utsler), que se caracterizan por aparecer en público siempre maquillados como payasos. La idea provino del trabajo de Bruce –un atleta con cierto prontuario juvenil delictivo– en la teatral lucha libre (wrestling) estadounidense, pero se relaciona también con las letras del dúo, que narran historias morbosas de violencia, terror y sexo. Detestados por la crítica pero bastante exitosos en Estados Unidos, los ICP comenzaron a destacarse a fines del siglo pasado por el fanatismo de sus seguidores.

Denominados juggaloos a partir de la canción de ICP “The Juggla”, los fans de la banda comenzaron no sólo a maquillarse, en diversas variedades del concepto de payaso siniestro, sino también a desarrollar una peculiar filosofía y un modus vivendi inquietante para los extraños al fenómeno. Provenientes de todas las clases sociales y etnias, pero con clara predominio de jóvenes blancos de estratos pobres y urbanos, los juggaloos se volvieron un imán para toda clase de marginales e inadaptados sociales, muchos de ellos con predisposición a escenificar en la vida real las violentas historias de las canciones de ICP, de modo que comenzó a establecerse una relación mediática entre los seguidores del grupo y todo tipo de crímenes.

Ya son una tribu urbana, que desde 2000 realiza un festival anual, Gathering of the Juggaloos, en el que se presentan numerosas bandas además de ICP, y que fue creciendo hasta volverse un acontecimiento con decenas de miles de participantes, lleno de alcohol, gente rarísima (generalmente maquillada como payasos y no pocas veces desnuda) en plan de sexo, drogas y rock’n’roll durante cuatro días.

A pesar del descontrol que los acompaña, la mayoría de los juggaloos son tan inofensivos como la mayoría de los seguidores de cualquier otra banda, pero su mala fama y el efecto que producen en la gente que les tiene miedo a los payasos –en general, o a los payasos borrachos en particular– no sólo han determinado que el Gathering of the Juggaloos haya tenido que cambiar de locación muchas veces y que no sea algo precisamente bienvenido en las comunidades donde se lleva a cabo, sino que también los puso bajo la lupa del FBI, que en 2011 los clasificó como “una pandilla [gang] híbrida [con integrantes delincuentes e integrantes sin actividad delictiva] libremente organizada”, lo que no sólo los coloca en una categoría similar a la de los peligrosos Crips o Bloods, sino que ha llevado a que estos peculiares fans puedan ser detenidos sólo por estar maquillados como payasos o por llevar algún emblema con un hacha, otro símbolo de la tribu. La banda está en conflicto legal con el FBI por esto desde hace años, los juggaloos se movilizan con el eslogan “La música no es delito”, y el fin de semana se autoconvocaron en Washington para reclamar que se elimine el rótulo de “pandilla híbrida”, que se borren los antecedentes o menciones a la condición de juggaloos en los expedientes legales de quienes así fueron etiquetados, y que cesen la persecución y vigilancia que consideran un acoso discriminador.

La marcha de juggaloos logró la adhesión de los grupos de izquierda socialista de Washington, que dieron la bienvenida a los pintarrajeados, explicando que el método utilizado por el FBI para clasificarlos no es distinto del que usó esa agencia antes con socialistas y comunistas. Ese apoyo fue correspondido desde filas de los juggaloos, muchos de los cuales han abandonado su postura de parranderos apolíticos para definirse como antifascistas y anti Trump. La protesta reunió a varios miles de payasos inquietantes y gente extraña en general en las inmediaciones del conocido obelisco en honor a Abraham Lincoln, generando una de esas notas soñadas para los reporteros gráficos.

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