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Un despliegue de maldad insolente

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Recientemente el programa Santo y seña se ocupó de las versiones locales de venta de suplementos alimenticios mediante un esquema de pirámide. Similares en algunos aspectos a la estafa conocida como “esquema Ponzi”, e ilegales en muchos países (no en la bonachona ROU), son un sistema de ventas personales que busca reclutar cada vez más vendedores y distribuidores, en una suerte de progresión geométrica que, para cumplir con sus promesas de prosperidad, debería contar con un número infinito de vendedores/consumidores. Un sistema difícil de resumir en un párrafo, que se entiende fácilmente al ver Betting on Zero (apostando al cero), documental de Ted Braun sobre la batalla legal entre el magnate inversionista Bill Ackman y la compañía de suplementos alimenticios Herbalife, creadora de un sistema de ventas que en algunos países ha levantado sospechas de basarse en un esquema de pirámide, incluso en Estados Unidos, donde esos esquemas están fuera de la ley. Sin embargo, Herbalife tiene su sede en las Islas Caimán (no precisamente una señal de transparencia y claridad), mueve unos 4.400 millones de dólares por año, cuenta con más de tres millones de distribuidores independientes, Cristiano Ronaldo es una de sus figuras publicitarias, y se ha extendido por un centenar de países; es decir, sigue impertérrita y de momento intacta ante la regulación legal, algo que este documental intenta cambiar.

Para eso, Betting on Zero se apoya en la explicación de cómo funciona la distribución de Herbalife, el discurso con el que convence a sus distribuidores, el testimonio de quienes tuvieron malas experiencias invirtiendo modestamente en la empresa y, sobre todo, la figura de Ackman, quien se ha convertido en némesis de la compañía. Esto último es lo que hace de Betting on Zero (tal vez involuntariamente) un documental más complejo y enfermante que la simple denuncia de un emprendimiento inescrupuloso.

Ackman no es un militante por la justicia, sino uno de los principales inversores de riesgo de Wall Street, que ha hecho su acalambrante fortuna mediante la pura especulación financiera, convirtiéndose en una figura mediática admirable para quienes valoran las riquezas producidas por el simple movimiento de capitales. Aunque alega algunos motivos filantrópicos en su campaña para exponer a Herbalife, y el film lo presenta por momentos como un campeón de la verdad y los negocios limpios, su objetivo principal –reconocido explícitamente– es hacer una “venta corta”: una movida de inversión que implica vender valores de una empresa tomados en préstamo para volver a comprarlos luego y devolverlos al prestamista, apostando a que se hayan desvalorizado en el mercado o incluso a que la empresa haya quebrado, con el consiguiente lucro para el inversionista. Ackman y su firma invirtieron 1.000 millones de dólares en una operación de ese tipo relacionada con Herbalife, y eso ha llevado a este personaje mediático a hacer, desde hace algunos años, una maratón de apariciones públicas y alegatos –de los cuales se sospecha que este documental es parte, ya que su financiación es por lo menos misteriosa– para desprestigiar en la bolsa a Herbalife, atraer la atención de los reguladores estatales y, a corto o mediano plazo, fundirla. El film registra los éxitos iniciales de Ackman, pero también la inesperada irrupción en el tablero de otro magnate de la especulación, Carl Icahn –asesor en regulación financiera de Donald Trump, en una de las paradojas más obscenas del actual gobierno estadounidense (es como poner a Bill Cosby como consejero sobre violencia sexual)–. Icahn, en parte por su enemistad con Ackman y en parte por mera codicia, ingresó en el mercado de acciones de Herbalife para contrapesar la pérdida de valor de esa firma, que sigue exitosa y en expansión.

Todo esto queda más claro en el documental, pero lo que más se hace evidente es el desparpajo y la violencia de distintos actores del capitalismo salvaje actual, que parecen competir en descaro e hipocresía a la hora de acumular ganancias a cualquier costo humano. Es difícil sentir simpatía –ni siquiera por los representantes de las víctimas– en Betting on Zero, en el que se mezclan la voracidad descontrolada y feroz de Herbalife –que ha apuntado sus cañones publicitarios en particular a las comunidades más desprotegidas e ingenuas de Estados Unidos (principalmente inmigrantes recientes latinos) con un discurso muy similar al de los peores pastores evangélicos– y los métodos de Ackman, la elite de Wall Street –y, por qué no decirlo, los periodistas que orbitan en torno a ella–, como un microcosmos de todo lo que está mal, y que puede y debe terminar mal (aunque no para los cretinos que aparecen en pantalla), en el capitalismo global de estos días. Un tiempo de canallas que Betting on Zero no intenta explicar o resumir –a diferencia del superior, premiado y rápidamente olvidado Inside Job (Charles Patterson, 2010), sobre la crisis financiera de 2008–, pero del que presenta una fotografía clara, expresiva y repugnante.

Betting on Zero, dirigido por Ted Braun. Estados Unidos, 2016.

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