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Una investigación sobre María Inés Silva Vila, integrante marginal y marginada de la copetuda Generación del 45

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María Inés Silva Vila. El milagro como norma, de Sofía Rosa. Montevideo, Fin de Siglo, 2017. 360 páginas.

A fines del año pasado, entre los balances, el mate con pan dulce y el armado del arbolito, me puse a leer María Inés Silva Vila. El milagro como norma, un gran trabajo que la poeta y docente Sofía Rosa (1986) dedicó a María Inés Silva Vila (1926-1991), integrante marginal –y marginada– de la copetuda Generación del 45 uruguaya. A excepción de una serie de entrevistas bien organizadas por Pablo Silva Olazábal en su programa La máquina de pensar (a la responsable del estudio; a Alicia Torres, autora del prólogo; y al experimentado profesor Claudio Paolini, que contextualiza a Silva Vila en el género fantástico y como parte de la generación mencionada), no encontré otras repercusiones sobre esta publicación. Y no es de extrañar que haya pasado desapercibida. Salvo que alguien ofrezca pruebas de lo contrario, la lectura de este tipo de libros resulta cada vez más de nicho, lo cual es una desgracia, porque en este caso se trata de una narradora muy particular, que ha ocupado un sitio periférico dentro de las letras uruguayas, y cuya obra no ha sido releída con suficiente ahínco. El libro cae en un buen momento y parece reclamar enérgicamente esta deuda pendiente, para así empezar a hacerse cargo.

Apunte autoral

Puede verse como una minucia, pero no lo es. A vuelo de pájaro, si uno ve la tapa del libro creería que no tiene autor, o incluso que se trata de una obra de Silva Vila, porque recién en las primeras páginas nos enteramos de que la responsable es Sofía Rosa y, aun así, la mala presentación genera que la cuestión autoral se vuelva confusa. Tal vez se quiso priorizar el nombre de Silva Vila en la tapa para atraer la atención y vincularla más a la novedad, pero, al tratarse de una escritora bastante desconocida (aun en el mundillo literario), la inclusión de Rosa, que se encuentra en plena actividad, sumaba muchísimo a la aureola espiritual de Silva Vila que la autora evoca en su trabajo. En diálogo con la diaria, la investigadora aclaró que, si bien esta “fue una decisión editorial de último momento, de la que no me participaron tanto”, ella estuvo a cargo del libro, hizo la investigación y recabó parte del archivo. “Menos las fotografías, que las donó la familia, fui quien armó todo lo demás. Y si bien es un trabajo compilatorio, al incluir mi tesis, en realidad se convirtió en un estudio […] De todas maneras, me quedo muy conforme con el trabajo, y haber concretado la publicación fue un buen cierre para el proceso de rescate que ya había iniciado en mi investigación”. Por su parte, la editorial aclaró que decidió no volver a opacar a una “escritora ya eclipsada por hombres y mujeres de su tiempo y su posteridad. Por ello se quitó toda referencia a lo que no fuera de Silva Vila en la tapa: no figura el nombre de Rosa, y es el único libro de Fin de Siglo que no tiene el logotipo de la casa editorial.”

La tesis a la que se refiere Rosa –financiada por una beca de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación– se titula “Escrito en la penumbra: análisis microcrítico de los cuentos de La mano de nieve, de María Inés Silva Vila”, y, a su vez, el proyecto del libro fue seleccionado por los Fondos Concursables para la Cultura en 2016.

Vida y obra

A lo largo de décadas, los intentos de recuperación de Silva Vila han sido escasos e inconstantes, tal como se deja entrever en el comienzo del libro. Eclipsada por las figuras dominantes de su generación, Marinés (así firmó su primer opus, La mano de nieve, en 1952) se mantuvo siempre en la retaguardia de ese grupete variopinto, integrado por nombres de la talla de Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa y Líber Falco, mientras que por el lado de las mujeres los nombres de Idea Vilariño, Ida Vitale, Amanda Berenguer y, en menor medida, Giselda Zani, fueron los que trascendieron con mayor notoriedad. Cuando asistimos a la lectura de Marinés surge el interrogante de por qué su obra no ha llegado con el mismo palmarés que el de sus colegas mujeres. ¿Acaso se debió a un tema de género literario, ya que fue una de las pocas narradoras; acaso a que tenía “bajo perfil”, o, directamente, a una mala recepción de las generaciones posteriores? Sofía indaga y navega en torno a estas preguntas en el transcurso de su investigación, que, por cierto, es un trabajo muy bien documentado y mejor escrito. A su vez, el texto es abastecido por un mínimo aparato de notas al pie, sin que ello signifique una pérdida de rigurosidad o balance, lo que posibilita una lectura limpia y ágil.

La primera sección se encarga de situar la vida y la obra de la escritora. Rosa parece poner menos atención a la vida, es decir, a la reconstrucción de su biografía en detalle, que a rastrear su obra. De este modo, sigue de cerca su trayectoria literaria hasta que, finalmente, entrelaza ambos dominios. Aquí nos enteramos de que María Inés fue la menor de siete hermanos; que nació en Salto pero al poco tiempo su familia se mudó a Montevideo; que asistió a la Facultad de Humanidades y Ciencias; que su hermana le presentó a Carlos Maggi (que fue su esposo) y que se reunían a tertuliar en la casa de José Pedro Díaz y Amanda Berenguer en modo “parejitas”, ya que se encontraban con Ángel Rama/Ida Vitale, Mario Arregui/Gladys Castelvecchi y Manuel Flores Mora/ Chacha (hermana de María Inés). Así cualquiera la pasa bien.

Relectura y rescate

Luego, se da paso a los cuentos que integran su primer libro, La mano de nieve, y a la columna Transacciones con el mundo, que publicó en Marcha en 1965 y que puede leerse como una poética de su creación literaria, tal como afirma la investigadora. A continuación, Rosa despliega el tronco de su tesis, en el que propone un acercamiento crítico a la obra de Marinés, anclada en la literatura fantástica y abordada desde la confrontación de diversos enfoques. También hay lugar para el análisis mitocrítico de sus textos, cuyo valor radica en identificar, reunir, entender y relacionar aquellas marcas simbólicas que se producen en su narrativa. Así, el “repertorio casi obsesivo de imágenes poéticas, personajes extraños, juegos de desdoblamiento, atmósferas ominosas o poéticas y voces narrativas perturbadas […] conforman, en cierto modo, repeticiones estructurales y simbólicas que resulta productivo atender”, como parte de una unidad, de una arquitectura textual mayor. Las siguientes dos secciones se encargan del archivo, y en ellas se exponen materiales éditos e inéditos: cuentos, fragmentos de una novela (manuscritos corregidos y originales mecanografiados), críticas teatrales, una conferencia y correspondencia personal de la autora, que conforman un rico núcleo de insumos ilustrativos, heterogéneos y de pura cepa investigativa.

Finalmente, en el último tramo se publica un generoso apartado especial con fotografías (30 en total) que fueron donadas por la familia de la escritora. Así, se crea una suerte de álbum que rescata momentos y personas, vivencias y emociones amparadas por el hechizo atemporal del blanco y negro. Vemos a María Elena Walsh; a su gran amiga Ida Vitale; a las “parejitas” yendo de acá para allá; al grupo de Número, Clinamen y Marcha, todos mezclados, así como les gustaba vivir y pensar; a Carlos Maggi y el amor. Pero, sobre todo, vemos a Marinés ser la protagonista de su propio cuento, interpretando una historia que brilla demasiado como para someterse a la oscuridad de las bambalinas. Su fuerza narrativa nos pide (re)ubicarla en el centro mismo del escenario de entonces. Y, a tales efectos, este libro resulta fundamental.

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