Entre el resabio de las fiestas y el aplomo del feriado, cada 1º de enero despunta con una nueva serie de autores cuya obra ingresa al dominio público. La expiración del plazo de restricciones que impone el derecho de autor varía según la legislación de cada país: en Uruguay son 50 años después de la muerte del creador, de modo que en 2018 pasó a esa categoría el material de los fallecidos en 1967 (rige a partir del año siguiente).
Esta buena noticia alcanza a dos mecas de la narrativa estadounidense del siglo XX: la increíble Carson McCullers (nacida en 1917), con su mundo solitario y extraño; y la ácida y cómica poeta, cuentista y dramaturga Dorothy Parker (1893). Si bien McCullers vivió sólo 48 años, se consagró como una de las autoras más influyentes de su país, sobre todo a partir de la árida fuerza con la que logró registrar el sur gótico profundo de Estados Unidos, las contradicciones de las instituciones, la violencia cotidiana y el derrotero inestable de sus personajes, esos seres perdedores y solitarios que sobreviven al margen del parloteo perverso del segregacionismo. Esta autora que tanto inspiró a escritores latinoamericanos (de Juan Carlos Onetti a Selva Almada o Ana Paula Maia) se ubicó, junto a otros referentes como William Faulkner, Flannery O’Connor, Tennessee Williams y Truman Capote, como creadora de historias bellísimas y estremecedoras, siempre protagonizadas por minorías esquivas.
Por su parte, Parker trazó un personalísimo humor, apuesta narrativa y compromiso social: fundó la liga antinazi de Hollywood, defendió a la Segunda República española, integró la lista negra del cine, lo que dificultó su trabajo como guionista (que le valió una nominación al Oscar en 1937 por A Star is Born, dirigida por William A Wellman), y publicó siete volúmenes de cuento y poesía que fueron aplaudidos por la crítica, sobre todo debido a su estilo punzante y arrollador, con recordadas frases como “los caballeros raras veces / hacen cumplidos a las chicas con gafas”, o, como pidió que rece su epitafio, “perdonen por el polvo”.
También se podrá publicar libremente al poeta uruguayo Enrique Casaravilla Lemos, al que Ida Vitale considera el creador que más la influenció (“Él fue mi trampolín, desde el que me lancé a la escritura. La concisión y su espiritualidad me marcaron el camino, y en ello sigo”, dice), y al exótico ocultista británico Aleister Crowley.
En España, donde el actual plazo fijado por la Ley de Propiedad Intelectual es de 70 años, hay una buena cantidad de autores en cuyos casos se cuentan 80, ya que la reforma de esta ley se dio en 1987, y no abarcó a los ya fallecidos. Por eso, este año pasaron al dominio público los libros de figuras emblemáticas como Horacio Quiroga, HP Lovecraft y Edith Wharton, la primera mujer que ganó un premio Pulitzer y un doctorado honoris causa de la Universidad de Yale, así como una de las primeras en divorciarse y en cubrir como periodista la Primera Guerra Mundial. A estos nombres se suman el del peruano Ciro Alegría, una voz mayor del indigenismo, y el de la enorme folclorista y compositora chilena Violeta Parra.