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Christian Daude. Foto: Federico Gutiérrez

El nuevo nombre de la macro

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En tiempos de reclamos y definiciones, el director de la Asesoría Macroeconómica del MEF habla de la Rendición de Cuentas, del déficit fiscal, de la política cambiaria y de los desafíos para continuar creciendo. Asumió el 1º de enero, y para esto tuvo que poner en pausa una carrera en el exterior que incluyó un pasaje por el Banco Central Europeo. “Era la oportunidad de servir al país”, dice.

Las fronteras del país definen dos pasados de Christian Daude, el nuevo director de la Asesoría Macroeconómica y Financiera del Ministerio de Economía y Finanzas. En su pasado uruguayo, Daude fue militante estudiantil, representante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) ante el Consejo Directivo Central de la Universidad de la República, trabajó en el Centro de Investigaciones Económicas y fue ayudante del profesor Danilo Astori en la década de 1990, en la cátedra de Economía del Uruguay. En su pasado en el exterior, obtuvo un doctorado en Economía por la Universidad de Maryland, y trabajó en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Central Europeo y, más recientemente, la Corporación Andina de Fomento (CAF), en la que era director de investigaciones económicas y sociales. Su presente comenzó a partir de la decisión de dejar este último cargo.

La razón fue una llamada de dos amigos de su juventud: el actual asesor del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Alejandro Zavala, a quien conocía de la militancia estudiantil, y el asesor del MEF Martín Vallcorba, quien también integró en los 90 la cátedra de Astori. Les dijo que sí porque “uno quiere servir a su país, y esta es la oportunidad”. “A pesar de que claramente hay desafíos hoy en la economía, creo que en muchas cosas estamos en el rumbo correcto”, asegura, y lo fundamenta.

El ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, dijo esta semana que hay buenas perspectivas de crecimiento para la economía. ¿Compartís ese optimismo? ¿En qué indicadores se sustenta?

Claramente, las perspectivas son positivas y están mejorando. No es una cosa que pensamos sólo nosotros en el ministerio; los analistas también lo comparten: muchos están previendo una aceleración moderada del crecimiento, un poquito por encima del 3%. Venimos de una década larga de tasas de crecimiento mucho mejores, pero también de un período más complicado en el que no crecimos. Entonces, este es un crecimiento bueno y sano, en el vecindario y en el mundo. Las solicitudes de exportación crecieron poco más de 16%, y si tomás el dato de Uruguay XXI de las zonas francas, las exportaciones se estarían expandiendo 20% en enero comparado con enero del año anterior. Eso son exportaciones de bienes; no entra ahí la temporada formidable que estamos teniendo a nivel de turismo, [ya que] no es un crecimiento que está solamente impulsado por el turismo, sino que parece haber bases más sólidas. Obviamente, estamos esperando todavía el cierre de las cuentas nacionales, pero las cifras en materia de crecimiento industrial, si uno depura ese crecimiento de la refinería, que estuvo parada, marca un crecimiento del entorno de 4%. Eso no significa que todo esté bien y que no haya problemas, o que no haya preocupaciones en torno a cuán sostenible es ese crecimiento que estamos viendo, pero sí hay razones para ser optimista.

En el Consejo de Ministros que termina hoy en la estancia de Anchorena, estaba previsto que uno de los temas de discusión fuera la Rendición de Cuentas. ¿Ese optimismo respecto del crecimiento se puede ver reflejado en una expansión del gasto, o van a pesar más otras consideraciones, por ejemplo la contención de déficit fiscal?

El principal desafío de la economía uruguaya desde el punto de vista macroeconómico es el déficit fiscal. El otro día publicamos el cierre fiscal y da para 2017 un déficit de 3,5% del Producto Interno Bruto [PIB], que es un poquito peor de lo que era nuestra meta, de 3,3%. Este es un cierre preliminar, pero de todas maneras muestra que estamos lejos de nuestra meta de 2,5% de déficit para 2019. No es un capricho; esa cifra nos permitiría estabilizar el endeudamiento en niveles que son relativamente altos pero razonables, y los riesgos fiscales serían menores. Uno muchas veces piensa en el grado inversor o el déficit como cosas muy abstractas, pero hay que tener claro que ese marco de estabilidad macroeconómica sienta las bases para que el sector privado pueda invertir y el Estado pueda hacer políticas sociales y otras políticas de largo aliento que sean sostenibles en el tiempo. De nada sirve hacer algo que luego se revierte o que no se puede sostener. El mayor crecimiento hay que tomarlo con cautela. En parte, el gasto va a aumentar y ha aumentado por factores endógenos al crecimiento y a la evolución de los salarios, como el gasto en pensiones, que ha ido aumentado por encima del PIB. Ese es un desafío, y significa que no necesariamente el crecimiento se va a traducir en un mayor espacio fiscal para poder gastar, por lo cual deberíamos pensar en una Rendición de Cuentas prudente. Eso no significa que no se puedan reforzar algunas partidas para lograr consolidar ciertas prioridades en el programa de gobierno, pero [sería necesario hacerlo] equilibrando un poco con las cifras macro. Hemos empezado a trabajar en estos temas, pero todavía nos falta.

¿Las prioridades de la Rendición serían similares a las de la Rendición anterior?

Hay varias prioridades: educación, sistema de cuidados, infraestructura. Va a haber que mirar bien, con lupa, el gobierno en su conjunto, dónde poner los acentos y con qué fortalezas en términos de recursos.

El endeudamiento como porcentaje del PIB se ha incrementado en los últimos años, ¿al gobierno le preocupa?

Claramente, la trayectoria fiscal que tenemos para converger al 2,5% en 2019 implica una estabilización de la deuda en niveles relativamente confortables. Ahora, acá hay varias cosas a mirar. Por un lado, hemos tenido una política de prefinanciamiento y liquidez muy conservadora. Incluso si por unos cuantos meses, por alguna razón, sucede algo en los mercados de capitales internacionales que no nos permite salir a financiarnos, no enfrentaríamos ningún problema en el corto plazo, porque se dispone de mucha liquidez, de créditos contingentes con los organismos, hemos tenido emisiones importantes en pesos nominales. Eso también te protege frente a fluctuaciones en el tipo de cambio y permite amortiguar las cosas que veíamos en el pasado; a veces, por un frenazo en los mercados de capitales internacionales uno pierde el financiamiento y tiene que hacer ajustes fiscales, o se comprime la cuenta corriente muy fuertemente. Esos riesgos los tenemos bien manejados.

Desde la oposición se propone establecer una regla fiscal que impida al gobierno gastar más de lo que tiene. ¿Cómo ves esa propuesta?

No hay que ser dogmático en esto. Hay muchos países que usan reglas fiscales. En algunos funcionan bien, en el sentido de que se evitan presiones excesivas sobre el gasto, se logra tener una política fiscal menos procíclica. Pero hay que pensar un poco cuál es el objetivo de esa regla fiscal. Por ejemplo, eso de no gastar más de lo que a uno le entra es una regla fiscal muy procíclica. Porque si esa es la regla, cuando te está yendo muy bien y tenés una recaudación fantástica, tenés todos los incentivos para reventártela, mientras que si estás en una recesión y tenés que gastar sólo lo que recaudás, tenés que hacer un ajuste fiscal en medio de la recesión. La última crisis de los países desarrollados muestra que eso puede ser muy dañino para la economía y para el bienestar de la gente. Creo que no hay que discutir estas cosas a la ligera.

Cuando se armó la Rendición de Cuentas anterior, se contaba dentro de los ingresos el impuesto a las pasividades militares, que está trancado en el Parlamento. ¿Cómo impacta esa situación en esta Rendición?

Esos son recursos que no han ingresado aún, y la discusión, es verdad, está un poco trancada. Pero también hay otros factores que van a jugar en la dirección opuesta. Para este año todavía no hemos definido qué sucede si no se vota el impuesto a las altas pensiones militares, y qué pasa si esos recursos faltan. Esas son cosas a definir. Hay otros temas: se votó la ley de los cincuentones, lo que también va a tener efectos fiscales en el corto y en el largo plazo, y tenemos que ver. En este momento estamos trabajando con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en la implementación de la ley.

Impuestos “verdes”

Si bien Daude aclara que no es momento de pensar en nuevos impuestos, porque “la presión tributaria es alta en Uruguay”, no está cerrado a discutir a largo plazo una revisión general del sistema impositivo. Conceptualmente, está de acuerdo con evaluar la pertinencia de establecer un impuesto a la herencia o “impuestos verdes”, que permitan promover actividades amigables con el medio ambiente.

¿Cuál va a ser el impacto concreto en el corto plazo?

Esta era una situación injusta que había que atender, pero va a tener un costo fiscal, no tenemos que olvidarnos de eso. A la caja del Banco de Previsión Social le va a entrar más plata de aquellos cincuentones que se cambien. Va a haber dos tipos de ingresos: transferencia de ahorros al fideicomiso, y aportes al BPS de aquellos que no se retiraron. Eso va a generar un flujo de caja positivo en el corto plazo, pero no deberíamos gastar esa plata. Porque sabemos que eso va a durar cinco o seis años –tenemos que hacer bien los números– y ese flujo no habría que tocarlo, ya que sabemos que a largo plazo la reforma tiene un costo y deteriora las cuentas fiscales. La posición nuestra es que esto no se debe tener en cuenta a la hora de definir las rendiciones de gasto en la Rendición de Cuentas, porque ya hay una deuda que nos hemos generado con esta ley.

Hablabas del peso de las transferencias a la seguridad social, que cada vez es mayor, también por la estructura demográfica del país. ¿Debería pensarse en una reforma integral de la seguridad social, que por ejemplo eleve la edad jubilatoria?

Sí, absolutamente. Antes de la ley de los cincuentones, creo que había un consenso en el sistema político de que no esta administración, sino la siguiente, tenía que hacer una reforma pensional. Ahora probablemente se adelantaron los plazos, porque con esta última ley el peso fiscal va a ser mayor. Las reformas pensionales son exitosas si no se hacen a las patadas, tiene que estar bien estudiado. Hay cosas que tienen que ver con la paramétrica del sistema de seguridad social en la que influyen la edad de retiro, los años mínimos de servicio, los salarios sobre los cuales se calculan las pensiones. Es toda una paramétrica a mirar. También hay temas en el pilar de ahorro individual a discutir. Ahora se resolvió lo de las comisiones [de las AFAP] pero no tenemos que reducirnos sólo a eso. Hay temas regulatorios por todos lados: cómo la gente toma sus decisiones, cómo se asignan las AFAP. Es un mercado con mucha inercia, y uno no toma necesariamente las decisiones basado en los parámetros clave para maximizar su pensión. Hay que ver cómo la regulación se adapta a eso, cómo se logra inducir mayor competencia y cómo eso se traslada a mejores pensiones. Todo esto incluye también a las cajas paraestatales, que son parte del sistema y deberíamos involucrarlas en una reflexión sobre la sostenibilidad.

Más beneficios a pequeños productores

El MEF está en la ronda final de consultas con otros ministerios para ponerle la firma a un decreto que modifica algunos criterios del régimen de promoción de inversiones. También hará consultas con el sector privado para conocer las preocupaciones de las empresas antes de aprobarlo. Según explicó Daude, se busca dar mayor importancia a la generación de empleo y apoyar en mayor medida a las pequeñas empresas, y en particular, a los productores del sector primario.

En estos días, sobre todo a raíz de la movilización de los productores rurales, estuvo en discusión la política cambiaria. El gobierno defendió la definición de un tipo de cambio flexible, pero los productores movilizados y dirigentes de la oposición sostienen que si bajara el déficit fiscal no habría tanto atraso cambiario. ¿Es así?

Si uno piensa en los fundamentos del tipo de cambio real, en general está determinado por factores que no son de fácil manejo. El gobierno no maneja directamente las variables que determinan eso, que son los términos de intercambio, la productividad. Sí el gasto, pero todo el gasto: incluye también el gasto privado y la inversión. Ahora, si vos mirás con una visión de largo plazo, de 2005 para acá, se diría que gran parte de esa apreciación que uno observa es por motivos buenos. Si uno tiene un crecimiento fuerte de la productividad en el sector transable, la teoría económica y la evidencia dicen que te vas a volver un país más caro. Lo mismo sucede si el precio de lo que vos exportás en relación al precio de importación aumenta. Y sucedió así.

Pero no tan atrás en el tiempo, el dólar valía 30 pesos, y bajó en un período relativamente reciente.

Sí, exactamente. Vos me preguntabas cuál es la influencia del gasto. Es difícil decirlo con precisión, pero considerando las mediciones que nos dan el impacto del gasto público sobre el tipo de cambio real, observá que si hoy redujeras el déficit fiscal vía reducción del gasto a cero, eso tendría un efecto de mejorar el tipo de cambio real entre 2,5% y 5%. Es un efecto bastante chico. Nosotros monitoreamos estas cuestiones, porque ha habido presiones muy fuertes sobre el tipo de cambio en los últimos años. Creo que había una expectativa de que la política monetaria se iba a normalizar a un ritmo diferente en Estados Unidos de lo que se hizo, y eso llevó al debilitamiento global del dólar. El Banco Central hoy en día está sosteniendo el dólar: se compraron 700 millones de dólares. La política económica está tratando de ayudar, estamos monitoreando y siempre pensando. Si vemos un desequilibrio importante, pensaremos en qué hacer. De todos modos, nosotros hemos pasado a tener un superávit de cuenta corriente de cerca de 2,3% del PIB; eso está explicado en parte por un dinamismo sano del sector exportador. Entonces, inferir que hay un enorme desbalance cambiario con una dinámica exportadora que parece sana es incorrecto. Y no es sólo la soja, ni sólo el sector forestal. Eso no significa que no haya problemas de rentabilidad en algunos sectores, pero es importante tener claro que hay que matizar un poco las posiciones que hemos escuchado por ahí, porque hay mucha información económica que no refleja eso.

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