Los Life festivales son un supraciclo de valiosas muestras de distintas cinematografías, que suelen tener lugar en el ambiente privilegiado del complejo Alfabeta, en el que uno disfruta de muy buenas condiciones de proyección y confort, y que además ya tiene un público cautivo aficionado específicamente al “cine arte”. En los últimos años hubo muestras de cine coreano, de cine brasileño y de cine judío, entre otros. El Festival de Cine Europeo suele ser de los más concurridos, y su edición 2018 se extenderá hasta mañana en Alfabeta y luego se trasladará a Punta del Este. Comprende nueve películas, de procedencias diversificadas (y si un país aparece en más de una película, en una de ellas figura con una participación minoritaria en la coproducción).
El título estelar en la programación es El otro lado de la esperanza (Toivon tuolla puolen, de Aki Kaurismäki, Finlandia/Alemania. Hoy a las 15.00 y mañana a las 17.30). El estilo es bien Kaurismäki: una especie de comedia sobre trasfondo serio, y una comedia en la que nadie ríe nunca (las manifestaciones de júbilo son abrazos, no risas). Primero, seguimos en paralelo a dos personajes que luego se encuentran: uno es un finlandés que se separó de su mujer, ganó un platal en el póquer y decidió comprar un restaurante; el otro es un refugiado sirio que pide asilo. Esta es una película de silencios, entredichos, pequeños gestos de ternura, decisiones fortuitas no del todo explicadas. Se describe a Finlandia como un país solidario y comprensivo con los pueblos que, como los propios finlandeses, supieron estar sometidos por otros; luego, en forma absurda, las autoridades le niegan asilo a Khaled con el argumento de que los estudios indican que su lugar de procedencia (Alepo, nada menos) no está en una situación de peligro que amerite el exilio. A ello se suma la presencia constante de hooligans neonazis. Otras ironías tienen un efecto meramente lúdico, como la desopilante escena en que intentan convertir el restaurante en un local de sushi. Otras sólo las verán espectadores muy atentos; por ejemplo, la de la mujer de ruleros sentada delante de un cactus esférico más o menos del tamaño de su cabeza, o las líneas de diálogo también cargadas de un ligero absurdo (“Decidí renunciar a todo, mudarme a México, tomar sake y bailar el hula-hula”). En varias ocasiones la atención de la cámara se desvía de la anécdota para disfrutar el arte de músicos callejeros o de boliches y para apreciar la poesía inherente a la imagen y a la actitud de esos viejos hippies rockeros. Pese al estilo contenido de los actores y de la narrativa, la película moviliza mucha empatía, indignación, satisfacción cuando las cosas salen bien, y una ternura muy especial. El entorno de comedia nunca abarata o suaviza la contundencia de los comentarios políticos. Imperdible.
Western (de Valeska Grisebach, Alemania/Bulgaria/Austria. Hoy a las 17.30) trata de la estadía, en los alrededores de un minúsculo pueblo búlgaro, de un grupo de obreros alemanes que está construyendo una central hidráulica. El título llama la atención sobre la presencia de elementos icónicos del western (rostros y actitudes viriles a la manera de las propagandas de los cigarrillos Marlboro, caballos, paisajes, pueblito, juego de cartas), así como de tensiones diversas entre distintos pares de varones, de esas que, por lo normal en una película, suelen escalar hasta un conflicto catártico y letal. Veremos gente desafiándose con o sin armas de fuego. Lo extraño es que nada llega efectivamente a estallar, más allá de algún empujón o, como mucho, una piña. Las tensiones surgen, pero luego sencillamente se apaciguan. Es decir, para los patrones cinematográficos habituales, la sensación superficial es de que no ocurre nada. Pero tampoco es así: si uno aprende el juego y anula las expectativas de género podrá simplemente disfrutar de pasar el tiempo con los personajes en un mundo riquísimo: choques de culturas y voluntades, la evolución en el vínculo entre los obreros y las mujeres, las amistades que va tejiendo el protagonista y la influencia que va teniendo sobre sus compañeros, la superación de barreras idiomáticas, y otras muchas cosas menores que hacen a la sustancia de la vida.
La maestra (Učiteľka, de Jan Hřebejk, Eslovaquia/República Checa. Mañana a las 22.00) presenta a uno de los personajes más odiosos del cine reciente. La docente en cuestión es la representante del Partido Comunista en un colegio eslovaco en 1983: tras su apariencia bondadosa vamos descubriendo su modus operandi de chantajear a los alumnos o a sus padres para que le presten servicios a cambio de buenas notas. La situación se presta a una especie de retrato microcósmico de la sociedad totalitaria; la manipulación amable y el argumento del “provecho mutuo” oculta la presión forzada por el miedo (porque la profesora pertenece al Partido, porque si el gurí reprueba su futuro quedará comprometido). Algunos padres acceden alegremente a este esquema porque, con un esfuerzo apenas moderado, implica garantizar la escolaridad de los hijos. Luego, esos mismos padres serán los que defenderán a la profesora de las acusaciones de chantaje, sintiendo que interpelarla a ella es un poco también interpelarlos a ellos. Pero los que no disponen de las mismas facilidades para intercambiar favores correrán riesgos. La narrativa es muy ágil, llena de idas y vueltas en la cronología, mediante las cuales se nos van revelando de a poco las distintas facetas de la situación. Es magnífica la actuación de Zuzana Mauréry, oscilando entre lo amable, lo ridículo y lo siniestro.
La ley de la jungla (La Loi de la jungle, de Antonin Peretjako, Francia. Hoy a las 22.00) es una comedia-comedia, de esas que abundaban en tiempos de Louis de Funès y que quizá se sigan haciendo en Francia, pero no suelen llegar aquí. La premisa es un plan gubernamental para montar una estación de esquí en la Guyana Francesa. El ritmo es veloz, pasa de todo y las tácticas humorísticas se yuxtaponen de manera irreverente: hay sátira política, de costumbres, chistes pavos repetitivos (por ejemplo, cada vez que un personaje dice que les caminará por encima a los indios, se le clava una saeta de cerbatana en el cuello, que nadie sabe de dónde proviene ni tampoco se lo pregunta), superposiciones surrealistas (la estatua neoclásica en la jungla), exageraciones (en cinco o diez segundos pasamos del día a la noche –así siente un europeo la dinámica en latitud ecuatorial–). Varios de los chistes son irreverentemente tontos (el mono le afana el celular a los Chataigne, la pareja principal que se descontrola cuando les sirven un poderoso afrodisíaco), pero el clima general desarma cualquier crítica. El campamento de hippies caníbales hace pensar en un sketch de Diego Capusotto; y hay varios chistes musicales, casi todos satíricos, que lidian con la majestad de piezas del barroco francés, pero es especialmente brillante el gusanito cuyo cuerpo parece un fuelle y cuyos movimientos están sonorizados por un acordeón. Diversión y alegría aseguradas.
Las estrellas de cine nunca mueren (Film Stars Don’t Die in Liverpool, de Paul McGuigan, Reino Unido/Estados Unidos. Sólo se puede ver en Punta del Este a partir del jueves) cuenta el amor entre la actriz –cincuentona– Gloria Grahame y un actor de 28 años (Peter Turner). La narrativa alterna entre el momento en que se enamoraron (1979) y los últimos meses de la actriz, enferma de cáncer (en 1981). La primera línea tiene que ver con la superación de las inseguridades vinculadas a la diferencia de edad y de prestigio social, y con el tópico de la decadencia de las estrellas femeninas que fueron sobre todo objetos sexuales. La segunda línea es más bien de lacrimógena despedida, a lo Love Story (Arthur Miller, 1970). La actuación de Annette Bening es espectacular.
Para los estándares españoles, El jugador de ajedrez (de Luis Oliveros, España. Hoy a las 19.50) es una superproducción (extras, escenografías, autos, objetos y trajes de época, efectos de computadora). Cuenta la historia de un campeón de ajedrez español que, durante la invasión alemana en Francia, es injustamente acusado de espionaje. Durante cuatro años estará incomunicado con el exterior, y la mujer y la hija asumirán que fue ejecutado. La historia está llena de eventos dramáticos que garantizan el entretenimiento y la atención, por más que algunas situaciones estén guionadas en forma un poco burda y ambientadas con una sobreexplicada música arty. La película recurre al cliché gastadísimo del oficial nazi refinado, tironeado entre la arrogancia de su ideología aria y la fascinación germano-romántica con los logros espirituales que lo superan (en este caso, la genialidad ajedrecística del protagonista, a quien mantiene vivo para no perderse unas buenas partidas, además de discusiones filosóficas sobre la existencia de Dios).
Liv & Ingmar (de Dheeraj Akolkar, Noruega/Suecia/India/ Reino Unido, 2012. Mañana 19.50) es una excepción en esta muestra, ya que es el único documental, y la única película anterior a 2016. Fue incluida, seguramente, a propósito del centenario del nacimiento de Ingmar Bergman (1918-2007). El asunto es el vínculo entre el director sueco y la actriz noruega Liv Ullmann, contado por ella en una extensa entrevista y también en fragmentos leídos de sus libros autobiográficos. También hay cartas de Bergman a ella, leídas por un actor, y muchos momentos de las varias películas de Bergman en que actuó, que el montaje compara con aspectos abordados por ella (en esos casos, el álter ego del director siempre está actuado por Max von Sydow o Erland Josephson). Es una bella historia, que por desgracia es acompañada por una música melosa insufrible. Y es medio desesperante que en una película sobre esos grandes artistas no se dedique ni medio minuto a que Ullmann diga algo sobre lo que pudo atestiguar del proceso creativo del ex marido, y diga cómo la dirigía o qué aportes esperaba de ella.
Cada una de estas películas, y las otras dos a las que no pude asistir (la alemana Paula, de Christian Schwochow, y la búlgara Un minuto de gloria, de Kristina Grozeva y Petar Valchanov), se volverán a exhibir en el complejo Life de Punta Shopping, en Punta del Este, a donde se traslada la muestra desde el miércoles 22 al domingo 1º de abril, en horarios diversos.