Por fortuna, el año pasado Montevideo Comics, el mayor encuentro local de la cultura de la historieta, pudo homenajearlo con una compilación de sus primeros trabajos; el libro se llamó Gezzio, el hombre del corazón dibujado, y el título hacía referencia, obviamente, al amor que sentía por su vocación. Era una pasión que, a través del trazo nervioso o de su pura pulsión narrativa, supo transmitir a sus lectores. Por eso, para quienes fueron jóvenes lectores en los años 60, 70 u 80 fue difícil escapar a sus obras, y por eso mismo también fue triste conocer ayer de tarde la noticia de la muerte de Williams Geninazzio, Gezzio.
Era incansable. Como nos dijo una vez: “Si de historietas se trata, entro en todos los bailes”. En los últimos años publicaba online diariamente, luego de haberse cansado de las dificultades de editar en papel. Había empezado 60 años atrás, cuando llegó a Montevideo desde Nueva Palmira decidido a trabajar como ilustrador y, tras algunas vueltas, recaló en el diario El Día, donde terminó copando el suplemento El Día de los Niños. Allí aparecieron Pepe Ñandú, Bombón y Tatucito, entre otros de los personajes que creó o ayudó a definir. Dibujó también en las principales revistas infantiles de entonces (Charoná, Patatín y Patatán) e ilustró álbumes de figuritas, pero también hizo humor adulto en El Diario y en las revistas El Dedo y Guambia. El género en el que estaba más a gusto, sin embargo, era el de aventuras: eso es Santos Cruz, el gaucho artiguista que creó a mediados de los 60, posiblemente inspirado en el trabajo de su mentor, José Rivera, y eso era lo que hacía en Balazo, la revista que dirigió hasta hace muy poco.