Un psiquiátrico, un grupo de internos y un partido de béisbol. Con este escenario y un histórico protagónico de Jack Nicholson, Miloš Forman se consagró como uno de los grandes directores del siglo XX. De la mano de Atrapado sin salida (1975) y su simbólica rebelión, Forman –que falleció el sábado, a los 86 años– arrasó con los premios Oscar (mejor película, director, actor, actriz y guion) y consolidó su personalísima apuesta por registrar el devenir de personajes que sobreviven en una realidad asfixiante. Nueve años después, volvió a sorprender con Amadeus (1984), en la que adaptó un guion teatral sobre la supuesta rivalidad entre Antonio Salieri y Mozart, que recibió decenas de premios (y ocho Oscar).
Pero su aguda capacidad de percepción ya se había delineado años antes: Forman nació en Čáslav (localidad a una hora de Praga) y al poco tiempo quedó huérfano: su madre murió en el campo de concentración de Auschwitz, y el hombre a quien conocía como su padre, en Buchenwald; sin embargo, años después descubrió que su verdadero padre era un arquitecto judío que había sobrevivido al nazismo. Después de la guerra logró estudiar en la célebre Escuela de Cine de Praga y se convirtió en un destacado exponente de la Nueva Ola que surgió a mediados de la década de 1960, cuando se vivía la efímera Primavera de Praga, truncada por la invasión soviética.
Ya con su primera obra, la película de culto Pedro el negro (1964), su nombre comenzó a trascender fronteras, sobre todo cuando se quedó con el premio Leopardo de Oro en el Festival de Cine de Locarno. En esta ópera prima narró la historia de un adolescente que debe empezar a trabajar en un almacén e impedir el robo de los clientes, pero en verdad se distrae con una amiga. En su segunda película, la maravillosa Los amores de una rubia (1965), se centró en el vínculo entre la obrera de una fábrica de zapatos y un pianista, y en la última que estrenó antes de exiliarse, ¡Al fuego, bomberos! (1967), filmó un baile de bomberos voluntarios (que fueron interpretados por los propios bomberos del pueblo) que es interrumpido por un incendio, y todo termina en un gran desastre; esto se volvería un gran y satírico retrato del régimen comunista.
Ya en Hollywood –y antes de Atrapado sin salida–, estrenaron Búsqueda insaciable (1971) y otros títulos, como Ragtime (1981), el musical Hair (1979) y la recordada El escándalo de Larry Flint (1996). Ayer, el mexicano Guillermo del Toro admitió que la muerte de Forman deja un vacío enorme, no sólo porque “fue un director inmenso desde el punto de vista narrativo y técnico, con su puesta en escena, su posición de las cámaras o su resolución formal –a mí siempre me impresionaron su oficio y lo impecable de sus trabajos–”, sino también porque “fallece un hombre cabal”. En cuanto a su digna posición frente al mundo, Del Toro subrayó su militancia por mantenerse del otro lado del poder: “Contestatario, desmitificador, iconoclasta... Y además logró algo muy complicado: se comunicó con el gran público”.