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Carnaval

Raúl Castro.

Foto: Natalia Rovira

Raúl Castro: “Ya va a surgir una murga que hable bien de ellos. No se apuren”

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El histórico director de Falta y Resto parece más presente que nunca.

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Todavía no fue a ver la parodia que lo tiene como protagonista pero le cuesta disimular el orgullo que siente por el homenaje. “Es el mayor premio que me ha dado el carnaval: el reconocimiento de mis colegas”, dice sobre su historia, recreada este año por los parodistas Caballeros, con Albino Almirón en el papel protagónico de Tinta Brava. Me pide que no le cuente nada, para sorprenderse, aunque ya le han dicho que está muy bien.

En el taller de su casa escribe, pinta, dibuja, hace cosas de carpintería, escucha una radio portátil (o las otras que tiene sobre un estante), juega mucho con sus hijos y disfruta de “recibir gente”, juntarse con amigos a pensar ideas. Al fondo del taller, la mitad de la pared tiene un montón de frascos de pintura. En la otra, hay fotos con sus hijos y su compañera Natalia, que murió hace un año. El frente de la casa, me cuenta, lo hicieron ellos dos, entre árboles, sin ladrillos, de puras ventanas, como un farol gigante entre las otras cosas.

Primero nos reciben Florencio y el Lobo, los dos perros que lo van a acompañar toda la tarde echados en el piso mientras conversamos. “Estoy jugando con doble cinco”, dice sobre esta etapa de su vida, en la que, como en todas, siempre le preguntan por su murga Falta y Resto, que no sale este año: “Sirve para tomar un poquito de distancia y ver cómo viene la cosa. Tomarse un respiro de un añito”.

Entre lo mucho que escribió durante 2021 hubo material para las murgas Curtidores de Hongos y Nos Obligan a Salir, y los humoristas Sociedad Anónima también llevan un texto suyo en su espectáculo.

No sale la murga pero tenés actuaciones este febrero.

Estamos laburando juntos con el Pitufo Lombardo, y siguen saliendo fechas. Estamos yendo mucho al interior y a la gente le gusta. Hay una química muy especial con el Pitufo; siempre que nos hemos subido al escenario nos hemos sentido como pez en el agua. El Edu además es una maravillosa persona. Amigo de hace 40 años. Estuvimos artísticamente separados pila de tiempo y ahora nos juntamos de vuelta y es un pegue. Para eso también sirvió este parate, y para otro dúo que hicimos con el Mono [Orlando] da Costa, que le hemos dado en llamar Dos Viejos Payasos. Hacemos un dúo cómico a la antigua, pero con humor surrealista, ese humor especial que tiene o trata de tener Falta y Resto, y el Mono en la murga lo encarnó en 20 momentos distintos. La verdad es que la gente se ríe muchísimo con el espectáculo. Por ahora lo hemos hecho para allegados y funciona muy bien.

¿Con ese dúo están para quien los llame?

Si nos llaman está todo bien, pero vamos a hacer un toque independiente, como lo hacemos desde nuestra más tierna infancia. Lo interesante es lo minimalista de la propuesta. Cantamos, recitamos, hacemos bromas y payaseamos, pero somos nosotros con nuestros cuerpos y nuestras voces. Es el texto contra todo. Esa cosa del tuya y mía que nos ha dado 40 años de trabajar juntos sin tener miedo de hacer el ridículo. En eso, por suerte, el carnaval te cura.

¿Ya viste actuar a Nos Obligan a Salir?

Estuve con ellos un día que fueron al tablado del Géant y al del Charrúa. Creo que Nos Obligan a Salir es una raíz de murga muy poderosa, con un estilo muy potente. No es un destino del género; es decir, la murga no va para ahí. Pero hoy, en 2022, como representante de una escuela clásica, me parece de lo mejorcito que he visto en bastante tiempo. El coro es de primera división. Los solistas la rompen. El director es un clásico novedoso, porque es un mojigato [Darío Prieto, anteriormente director de la murga La Mojigata] que ahora está en esto y entiende perfectamente el estilo de la murga. La batería está muy bien, clásica pero también creativa. Es decir, al estilo de las grandes murgas clásicas, la batería nunca supera al coro en atención. No vas a decir “pah, lo que toca la batería”, pero realza lo que está cantando el coro, y eso es muy importante. Y después, los textos, que tienen diferentes tipos y colores de humor. Un humor payasesco del pibe [Martín Veins] que hace el cuplé del Cuquito; un humor inteligente del que lleva el hilo conductor con el personaje de “El buscador”; es muy inteligente el botija ese [Sebastián González], hay que darle vuelo. Es simple en el texto, y muy creativo. Y después tiene el cuplé del “Obligado”, que me tocan las generales de la ley porque lo escribí yo. Es un cuplé clásico, de los 80, te diría, pero [Ricardo Canario] Villalba lo jerarquiza de una manera espectacular. Canta parado a la antigua, sin moverse, como el Canario Luna. El tipo está obligado, en realidad no pertenece a eso, que es de alguna manera lo que le pasa a Nos Obligan a Salir como murga: está obligada a defender una herencia, la del Jamón [Adinolfi], la de El Hacha. Cada murga tiene su mística; la de Nos Obligan a Salir es la del coro de la Aduana.

Foto: Natalia Rovira

Vos tenés una frase que podría conectarse con eso: “Un sueño que resista a pesar de todo”.

Esa es de la Misa murguera [espectáculo 2018 de Falta y Resto]. Y sí, claro. Nos Obligan es una murga sacada con mucho esfuerzo y mucho amor por el género. ¿Vos sabés lo que significa hoy sacar una murga, cuando no sabés si va a haber tablado? De repente hay una variación del virus y te tenés que comer los trajes con mayonesa. Y tiempo, y esto, y lo otro, y todavía los murguistas tenemos que soportar que nos digan que no estamos aptos porque hablamos para un partido solo; gente que nunca fue al carnaval, ni en 15, ni en 20 ni en 50 años, porque no pertenece a ese cosa tan maravillosa que es el entramado social popular. El tipo que anda vendiendo café, junto con el que tiene el pequeño comercio: ese es el público carnavalero, y hay gente que le parece que el público carnavalero es chongo, mersa, terraja. Y yo digo: “¡Por suerte que sí!”. Piensan que es una expresión menor. Y es un tema cultural; lo hablaba el argentino [Arturo] Jauretche: todo lo que viene de afuera es bueno y todo lo que viene de acá hay que pasarlo por la piedra, y a veces, según ellos, se va en viruta.

La tilinguería, ¿viste?, que no se da cuenta de que tiene una expresión artística inigualada en el mundo, que es el carnaval. Cada conjunto es una compañía de teatro independiente, que eventualmente se pueden dividir en categorías, pero cada una tiene su director, se organiza a su manera, cada una con su opinión política, social y haciendo sus cosas. ¿Qué más quiere un gobierno que su pueblo canalice la propuesta cantando? Un gobierno inteligente, que piensa por su gente, por su pueblo. Y aquel que se ponga en contra, se está poniendo en contra del pueblo, yendo contra la cultura que el propio pueblo se ha dado. El carnaval primero era colorado. ¿Por qué viró? ¿Le dieron una pastillita? La gente siente y piensa así. Ya va a surgir alguna murga que hable bien de ellos. No se apuren. Es cuestión de militar el espacio cultural, también. Nosotros cuando empezamos con la Falta, había compañeros presos por salir en carnaval. El Gallego Iglesias, de Diablos Verdes, estaba en cana, el Pepe Veneno estaba exiliado, y decenas de anónimos compañeros no podían salir en carnaval porque estaban perseguidos o en cana. Si hubiera sido por eso...

“El gobierno tiene que ver estos cambios, y no hablo sólo de los blancos. Hay cosas que el gobierno del Frente Amplio tampoco vio. En el festejo de los 200 años de esta hermosa patria estaban todos los géneros habidos y por haber en los escenarios, pero no hubo ni una sola murga”.

A la salida de la dictadura tal vez las diferencias eran las mismas, pero no aparecían tantas voces contra el carnaval.

Lo que pasa es que durante la dictadura teníamos un enemigo común. Pero, además, otra cosa que pasó después es que nos empezamos a dar cuenta de lo importante que era lo que estábamos haciendo. Fijate que en el año 90 le fui a vender el carnaval a un canal privado y les dije que lo que teníamos que hacer era transmitir diez minutos de cada conjunto en horario central y promocionar los tablados para que la gente fuera a ver todos los espectáculos. Y que, bueno, lo podíamos comercializar a medias con Daecpu [Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay]. Me dijeron: “¿Para qué vamos a pagar por algo que tenemos gratis? Y además a nuestros avisadores no les interesa el carnaval”. Después de todo lo que pasó, el carnaval entró a la televisión. Se volvió más mediático, hoy cualquiera sabe de carnaval y discute sobre los conjuntos. Pero, por otro lado, la gente que antes se sentía representada por el carnaval hoy no puede acceder a ciertos lugares. Por ejemplo, si antes para sacar un conjunto precisabas 2.000 dólares, ahora precisás 15.000. Entonces ya es otra clase la que accede al carnaval. El Tono Gavazzi, director de Momolandia, decía en las asambleas de Daecpu: “Esta es una sociedad de patrones con zapatos agujereados”. Y eso, que es muy peronista en su concepción, es el gran tesoro del carnaval. El sacrificio por sacar un conjunto de gente que hace magia porque quiere salir con sus amigos y sus amigas, con todo lo que eso provoca. Fijate la revolución que provocó la mujer en la murga. Estalló. No es casualidad que todo el tema de Varones Carnaval haya venido después de que las mujeres empezaron a tener más lugar en las murgas. No es casualidad que, hoy por hoy, la gran mayoría de las murgas de América Latina son femeninas y feministas, obviamente. Y cada vez tienen más trascendencia. Este tipo de cosas el gobierno las tiene que ver. Y no hablo sólo de los blancos. Hay cosas que el gobierno del Frente Amplio tampoco vio. En el festejo de los 200 años de esta hermosa patria que habitamos estaban todos los géneros representados, habidos y por haber, en escenarios por todos lados, y no hubo ni una sola murga. En este país la murga es al arte lo que el fútbol al deporte. Y no la vieron. Porque en el Montevideo culturoso también hay un prejuicio brutal con la murga. Se sacan la foto con la que gana o con la que todos los botijas siguen, pero a la hora de entender lo que significa el fenómeno y el apoyo que necesita, el Ministerio de Educación y Cultura se hace el otario. Hace siglos.

En la segunda vuelta de la última elección presidencial participaste en un spot publicitario apoyando al Frente.

En ese momento se decide que los artistas pueden ayudar a dar vuelta la situación. Tenía un texto. Voy, lo digo. Otra cantidad de compañeras y compañeros también. No cobramos nada, no por nosotros sino por la militancia del voto a voto. Casi lo damos vuelta, por pocos votos. Lamentablemente, todavía estoy esperando que me llamen para decirme “gracias, Flaco”. Les pregunté a otros compañeros y a ninguno lo llamaron para darle las gracias por ese gesto militante. En las redes la derecha nos destrozó. Nos decía barbaridades, que nos estábamos haciendo ricos.

Foto: Natalia Rovira

En otro spot de esa previa a la segunda vuelta, para el PIT-CNT, decías: “Tenemos que decidir entre un país con alegría, con libertad, con carnavales, u otro país donde ni siquiera podamos tener carnaval”.

Me pidieron que participara como representante de la cultura. Lo de “un país sin carnaval” es una metáfora. Pero claro, la señora del presidente me dijo que estaba equivocado, pero después el destino le dijo que sí. A mí siempre me va a quedar la duda de que si hubiéramos hecho cuarentena como quería Tabaré Vázquez, que era un doctor, capaz que se salvaban un montón de vidas y capaz que se podría haber hecho carnaval. Eso es lo que pasó. Lo demás es charamusca.

¿Cómo la ves para adelante?

Creo que va a haber un gran proceso de cambio y rejuvenecimiento. Pase lo que pase, estemos destinados a ganar las elecciones que vienen o no, ya hay algunas figuras que están apareciendo. Lo que pasa es que en el Frente habría que darles más participación a las organizaciones sociales, como tenían antes, en los 80. Hoy todo el mundo cuida su lugarcito. Una vez con la Falta hice un cuplé que se llamaba “El plebiscito”, en el que decíamos que los políticos deberían durar nada más que un par de mandatos y después que se fueran a laburar en sus cosas. Porque se crea una burocracia, una clase política que se acostumbra a vivir con el sueldo que le pagan por su cargo. Después de comer con aceite, volver a la grasa es bravo. Sólo los muy cracks pueden lograrlo. Y no somos tan cracks. Viviendo en esta sociedad estamos todos tentados con las cosas nuevas que hay todos los días. El Frente debería tener un mecanismo más sencillo de renovación. Que sea una revolución permanente, con creación y escuela de dirigentes. Pero claro, vos proponés esto y los más veteranos te dicen: “Flaco, justo ahora que nos toca a nosotros venís a joder con eso”.

Vuelvo al carnaval. Además de ser un protagonista, también sos un teórico de esta fiesta. Una vez te escuché profundizar sobre la idea de que la murga es una comedia musical política.

Comedia, porque tiene que hacer reír, desde la alegría. Musical, porque es un coro el que expresa el texto; es un pedazo de pueblo como inmediata metáfora. Y por eso hoy es tan importante la murga paritaria; es mucho más pedazo de pueblo, o espejo de pueblo, una murga paritaria que una murga sólo de hombres o de mujeres. Es mi concepto, nada más. Seguro hay quienes piensan diferente. Y por último, política. Si no tiene un contenido político implícito y explícito, es humorismo. La murga es palo y a la bolsa. Una murga tibia no funciona. En un momento te tiene que hacer temblar el corazón, te tiene que hacer transpirar serpentina. La murga cuando está bien te emociona, te cautiva, seduce. Yo vi a Nos Obligan a Salir en el tablado del Charrúa; era el tercero que hacían. Y es como cuando un viejo jugador de fútbol va a ver un partido y dice: “Aquel juega bien”. El otro día me pasó: “Esta murga está bien”, y me emocioné. Pah, qué lindo...

“El artista en general es un farero. Está ahí arriba. Ilumina la realidad, y debe tener la vista muy a lo lejos en el horizonte para poder avisar por dónde viene la tormenta”.

Has dicho que la murga debe adelantarse a la realidad.

El artista, en general, es un farero. Está ahí arriba. Ilumina la realidad, y el artista debe tener la vista muy a lo lejos en el horizonte para poder avisarte por dónde viene la tormenta, qué cree él, por su experiencia y por su intuición sobre todo, que va a pasar. [Eduardo] Mateo era un farero. Imaginate, se subía a la escalerita, agarraba la viola y avisaba: “Viene por acá, loco”. Bueno, el Choncho [Jorge Lazaroff], Jaime Roos, todos fareros.

Es bravo preguntarte por influencias porque vos decís que prácticamente naciste murguista.

Me venía de Solymar, donde pasábamos el verano, hasta la Aguada para ver los ensayos de Los Patos Cabreros o de Asaltantes con Patente y me sabía todas las letras.

Impulsado por algo que quizás fue un primer tablado, o algo que escuchaste.

En el libro de mi vida [Tinta Brava: el hombre que quería hacer cantar al mundo, Sudamericana, 2019] cuento que tomo como inicio el gol de [Alcides] Ghiggia en el Maracaná. En ese momento estábamos en la casa de mi tía Meluca, hermana de mi madre, escuchando a [Carlos] Solé por la radio, con toda la familia, mis tíos, mis primos y yo en la cuna; tenía tres meses. Termina el partido y bajamos a 9 de Abril y Gaboto, y todos los de los boliches de la esquina pasaban cantando “Uruguayos campeones” para 18 de Julio. Y mi madre, después de que yo me hice murguista, siempre le decía a mi padre: “Castro, yo te dije, cuando ganaron los uruguayos este chiquilín se puso como loco cuando pasó la murga”. Mi padre les tenía mucho amor a las murgas también. Y después, la vida. Un día, un tal Jesús me llevó a la murga de Solymar.

Foto: Natalia Rovira

Pero antes tenés la historia de cuando conociste el tablado del Jardín de la Mutual.

A los 11 me viene hepatitis. Justo un año espectacular de murgas. “La radio portátil” de Los Patos, la despedida de los pájaros de los Asaltantes; era una cosa increíble. El Dalton Rosas Riolfo tenía una audición en la radio, y justo ese año llega la radio portátil y mi viejo me trae una National, con sobrecito de cuero negro, y me consigue prestado un grabador Geloso blanco con botones de colores para que yo grabara algo, jugara. Imaginate, yo encerrado todo el día, con los botijas jugando al fútbol todo el día. Mi viejo era un crack. El programa de Dalton se llamaba Adelantando el carnaval. Yo grababa al mediodía las murgas que pasaba, y de tarde sacaba las letras. Un día me hacen un examen y el doctor le dijo a mi vieja: “Está curado”. “¿Qué querés que te regale? Te portaste bárbaro”, me dijo mi viejo. “Quiero ir al Jardín de la Mutual, que hay festival de murgas”, le dije. Y el domingo fuimos. Yo estaba al lado del tablado, el Dalton me miraba porque yo cantaba con todas las murgas, y me preguntó: “Nene, ¿cómo hacés?”. Entonces le conté. “¿Va a ser murguista?”, me dice. “Y qué le parece”, le dije yo. Después se lo pude recordar. Fue un faro muy importante para nosotros. Un día, ya con la Falta, me dijo: “Yo ya te saqué la onda. Ustedes parece que están todos desordenados pero están todos ordenados” Un crack, el viejo.

“Con los que tenemos la misma sensibilidad artística y opinamos diferente políticamente me siento un hermano”.

Vos cuando arrancaste con la Falta eras más joven que los referentes de otras murgas. ¿Cómo vivías aquello de que había murgas de la Unión, y otras de La Teja, unas más de izquierda que otras?

Siempre valoré a todos los carnavaleros de la misma manera. Son todos mis hermanos. No sé si no me siento más cercano a los que opinan diferente que yo que a los que opinan como yo. Nos puede unir la opinión política, tal vez. Pero con los que tenemos la misma sensibilidad artística y opinamos diferente políticamente me siento un hermano: no tengo otra justificación más que la piel. Eso se logra con muchos años. Experiencia, actitudes que han tenido contigo en momentos difíciles de la vida. Podemos tener miles de diferencias, pero cuando llega el tema de lo que nos une en cuanto al género, es democráticamente milagroso.

¿Cómo nace “Que el letrista no se olvide”?

El Dalton fue el causante. En la cantina del [Club] Tabaré. Estaba sentado para atrás, me acuerdo, con zapatos de vestir sin medias; le pisaba el contrafuerte porque se le hinchaban los pies y le quedaban chicos los zapatos. Estábamos tomando con Jaime, y no sé si estaba el Sabalero, dos o tres más. La gente venía a saludar y te decía: “Bo, acordate de cantarle a tal cosa”. Y el Dalton miraba. En un momento me llama: “Raúl, vení, tengo la canción pa’ ustedes”. Yo, pensando que me iba a decir un bolazo, voy, y me dice: “Que el letrista no se olvide...”. Chan. Le digo: “Bo, Jaime, mirá lo que dice el Dalton”. Le gustó. “Mañana te mando la letra”, le dije. Y ahí arrancó.

¿Cómo era tu bohemia en esa época?

En verano íbamos a ensayar y después salíamos mucho con el Pitufo, el Ronald [Arismendi] y el Pinocho [Routin]. También en esa época, con el Gallo Todeschini, con Daniel Carluccio. Tomábamos una copa en algún boliche. Había como una hermandad, como hay ahora con los pibes que se juntan a tomar una cerveza en una estación de servicio o en una plaza. Nosotros éramos más de boliche; había cultura de boliche que se fue perdiendo de a poco. Y ahí cantábamos y se hizo director el Pitufo. Cuando en el 97 se fue [Julio] Julián de la Falta, iban a traer a uno, y yo dije: “Está acá el director”. Ya lo había visto en todos los boliches: le pedían cualquier canción, armaba las voces, pa, pa, pa; era notable la facilidad que tenía. Y era esa cultura de mirar, parar la oreja, estar ahí y aprender. Después está todo en las letras, “arrimarse al veterano” [en “Que el letrista no se olvide”]. A mí los veteranos en los boliches me han dicho las cosas más fascinantes, cosas que no se pueden decir en el diario, que te pintan la esencia humana en una frase. El otro día escuchaba a [Miguel] Brindisi contando que cuando él empezó a jugar al fútbol se cruzaba con un tal Canuto, que le decía, cuando arrancaba a jugar: “Mirala ahora, pibe, porque después no la ves en todo el partido”. Y así, 20.000 joyas poéticas.

En “Las luces del estadio” esos personajes aparecen retratados.

Lo que pasa es que esa canción surge como un agradecimiento brutal a la amistad. Es decir, cómo puede uno amar tan profundamente a otros tipos, tus amigos, que los ves y te da esa alegría, o tus amigas. Y cómo la vida lleva a todo el mundo por diferentes calles. La gente que me quiere me dice: “Flaco, tus canciones siempre terminan con una gotita de esperanza”. Y esa termina con el tipo que piensa que son las luces del estadio. Ya está, no importa que no sean.

Pitufo y Raúl Castro se presentan el jueves 10 de febrero en Magnolio sala. Entradas: $ 650 en Tickantel.

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