El primer título salió en 2015 y trataba sobre la vida y obra de la pintora mexicana Frida Kahlo. La idea surgió ante la comprobación de que en las librerías predominaban los libros para niños que obedecían a ciertos estereotipos de género: identificaban a las niñas con princesas y a los varones, con superhéroes. Con la intención de poner en cuestión lo femenino y lo masculino, el objetivo inicial era intercalar una antiprincesa y un antihéroe, pero la recepción de la propuesta, en el contexto de las movilizaciones callejeras del movimiento NiUnaMenos en Buenos Aires, los llevó a sumar tres antiprincesas antes de editar el primer antihéroe: a Frida le siguieron, en un lapso de escasos seis meses, la cantante chilena Violeta Parra y la revolucionaria peruana Juana Azurduy.
Los 12 títulos que llevan editados instauran un canon que a las nombradas suma a la escritora brasileña Clarice Lispector, el uruguayo Eduardo Galeano, el argentino Julio Cortázar y la poeta argentina Alfonsina Storni, al héroe de la revolución cubana Ernesto Che Guevara, a la cantante de cumbia y santa popular Gilda, y dos entregas de la Liga de Antiprincesas, protagonizadas por una heroína femenina colectiva: las guerreras de la independencia latinoamericana Bartolina Sisa, Martina Chapanay, Victoria Romero, Remedios del Valle y Micaela Bastidas, reunidas por Azurduy en el primer tomo y convocadas por la líder indígena hondureña Berta Cáceres –asesinada el año pasado– en el segundo.
El principal peligro de una publicación de este tipo, con una intencionalidad discursiva y política manifiesta, es convertirse en un mero vehículo para el mensaje que se pretende transmitir. No obstante –y seguramente el hecho de que los libros tengan un anclaje histórico ayuda en ese sentido, porque no aparecen ficciones a las que se fuerza a seguir una dirección determinada–, se trata de libros entretenidos, que apelan a la curiosidad y el sentido crítico del lector, en los que se presenta la información de manera dinámica y atractiva, no lineal. La propuesta pone en juego la deconstrucción de los estereotipos de lo femenino y lo masculino, y visibiliza a una serie de personajes que se destacaron por su trabajo artístico o por su lucha, por ir contra la corriente y que, en algunos casos, se convirtieron en íconos (el caso del Che es el más claro, también el de Frida funciona de ese modo).
En la mirada de Latinoamérica argentina y de izquierda que parece sugerir la elección de los protagonistas, resulta una señal interesante la inclusión de Gilda, que corta con lo que podría resultar esperable. Los textos de Nadia Fink, con un lenguaje sencillo y preciso, abundante en detalles, información y guiños, van de la mano con las coloridas y potentes ilustraciones de Pitu Saá, que dialogan con los textos en un tratamiento gráfico destacado y dinámico.