Más allá de sus desparejos pasajes por la gran pantalla, incluyendo una trilogía de películas que reescribieron (con explicación y todo) a los personajes de la serie original, Star Trek es una creación que suele disfrutarse más en televisión, donde son otros los tiempos para el desarrollo de los personajes y para los famosos dilemas morales que deben resolverse en 44 minutos de artístico.
12 años después de que finalizara su última aventura en la “caja boba” (la nunca bien recibida nave Enterprise), CBS estrenó el primer episodio de la nueva serie Star Trek: discovery en su señal abierta, apostando a que los fanáticos se suscriban al servicio de streaming para conocer el resto de la historia. Por estas latitudes cada capítulo se añade, semana a semana, al abanico de ofertas de Netflix.
Los tres episodios estrenados hasta el momento dividieron las aguas. No por la presencia de personajes femeninos en los papeles destacados ni por la diversidad racial (algo que no iría en contra de los postulados de la serie desde 1966), sino por una visión pesimista, o menos optimista, comparada con otros títulos de la franquicia de ciencia ficción.
El futuro imaginado por Gene Roddenberry en los años 60 mostraba a una raza humana que había logrado superar los momentos oscuros del siglo XX y había llegado a las estrellas, mezclándose con otras razas y aprendiendo de cada nueva cultura que encontraba. Nunca faltaron los conflictos, por supuesto, pero siempre quedaba la sensación de que con la ayuda del intelecto y el buen corazón de los tripulantes de las diversas naves, los problemas se resolverían. En cambio, en Discovery, al menos en lo que va de la temporada, la visión parece acercarse a la de los tiempos que corren, con batallas espaciales que recuerdan a las películas producidas por JJ Abrams y personajes que se establecen por sus defectos más que por sus virtudes.
La protagonista de la entrega es Michael Burnham (Sonequa Martin-Green), una joven criada por vulcanos cuyas acciones desencadenarán una sucesión de eventos reprobables que la dejarán en la nave que da nombre a la serie. Si la esperanza es algo que siempre caracterizó a Star Trek, crucemos los dedos de a pares, mientras esperamos que alguno de los personajes sonría con algo más que una mueca nerviosa.