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Actividad en el CAIF los Maragatitos en el departamento de San José. Foto: Pablo Vignali (archivo, agosto de 2017)

Lectores en pañales

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La actividad de esta tarde en Espacio Dinámica (Av. Pérez y Fuentes, entre San Ramón y San José, El Pinar) resultó la excusa perfecta para conversar con Gabriela Mirza, quien junto con su pareja, Santiago da Rosa, desde hace varios años, lleva a distintos espacios la bebeteca, una actividad de lectura destinada a bebés. Quienes estén interesados en vivir esa experiencia pueden inscribirse llamando al 091791902; la actividad se lleva a cabo en duplas de bebé y adulto acompañante, y tiene un costo de 200 pesos.

15 bebés, cada uno acompañado por un adulto. Una mujer munida de un montón de libros y un hombre con una guitarra. Un espacio cómodo, dispuesto al detalle para albergarlos a todos, pensando sobre todo en que los bebés puedan gatear a sus anchas o estar en brazos. Esa es la escenografía de las bebetecas, una propuesta que Mirza lleva adelante desde hace años y que consiste en dar lugar a la lectura con bebés. “Armamos los encuentros con un montón de posibilidades que desplegamos, muy abiertos. Lleno el espacio de cosas que me parece que pueden necesitarse, pero si no uso ninguna, está bien. El bagaje de años de trabajo me permite estar tranquila de que si tengo que improvisar voy a lograr hacer algo que esté buenísimo; en general, espero que no, porque preparamos mucho material, pero si sucede que nada funciona, no hay problema”, cuenta.

El trabajo con bebés tiene su especificidad. Para empezar, 15 bebés no son exactamente un grupo de bebés: cada uno tiene su atención puesta en algo diferente. Por eso, precisamente, captar su atención es todo un desafío. “Trabajar con bebés es distinto de leer con niños más grandes, y está alucinante. Es algo muy vivo. Es inmediato: no hay manera de que estés con tu atención en otro lugar, tenés que estar muy presente. Nuestro entrenamiento consiste precisamente en estar completamente disponibles. Eso implica un gran desapego con respecto a lo que preparamos: preparamos millones de horas, de las que capaz que no usamos nada, y vamos dispuestos a que eso ocurra. La atención de los bebés es como una ola que vamos llevando de acá para allá; no siempre quiere acompañar nuestro movimiento, entonces nosotros vamos hacia donde ellos van, esa es la manera que tenemos de tomar su atención. No podés pedir su atención ni que hagan silencio. Te la tenés que ganar. Es como una conquista. Es muy adrenalínico porque siempre es distinto; por más experiencia que tengas, nunca vas a tener la certeza de cómo van a reaccionar”, explica.

Mirza menciona que en muchos casos se trata de la primera salida del pequeño para asistir a algo escénico. A eso se suma que, por las particularidades de los destinatarios, es una actividad mediada por adultos, a quienes es necesario preparar para que puedan estar tranquilos en ese ámbito y que todo fluya. “Al inicio marcamos el terreno de los padres, para que ellos sepan cómo manejarse y qué cosas esperamos, también para que estén tranquilos. Ese momento inicial es fundamental. Planteamos tres pautas muy concretas. La primera es que pueden irse y entrar cuando quieran; para nosotros es fundamental que se sientan libres, no sólo por la libertad en términos generales, sino porque cuando uno está con un bebé está nervioso, pendiente de si va a estar bien o no. La segunda es que los libros están para ser toqueteados, baboseados, manejados de las maneras que los bebés necesiten, y que eso implica que pueden llegar a estropearse y que no pase nada por eso. Es importante porque en esta etapa es vital la investigación y cuidar que los primeros contactos con los libros no sean un no: ‘a la boca, no’, ‘no lo toques que lo vas a romper’, etcétera. La tercera es que no los obliguen a atendernos; lo cierto es que ni a un bebé ni a nadie podés obligarlo a atender algo, pero es importante esa advertencia para que no los dirijan: yo me quiero ganar su atención. Por otra parte, muchas veces quieren mirar un libro que agarraron, y no tienen por qué mirarme a mí o al libro que yo elegí”, explica.

Un poco de historia

Mirza comenzó con las bebetecas, hace seis años, luego de haber transitado un camino personal de formación: estudió teatro, expresión corporal, danza, psicología social y tuvo un pasaje por el IPA para estudiar profesorado de Literatura. Esa búsqueda cerró cuando una maestra del Idejo, el colegio en el que hizo la escuela y el liceo, y donde después, desde los 18 años, dio talleres de expresión corporal, la invitó a ser su asistente.

“En mi decisión de ponerme a trabajar con libros y niños fue central un espacio que tuve, por suerte, cuando Mirta Palma me invitó a trabajar con ella. En 1992 se jubiló y todo el mundo quería que siguiera trabajando, entonces inventó un taller que se llamaba ‘Animación a la lectura’, que consistía en algo que ella ya hacía como maestra en el aula. Armó un espacio como el cuarto de un niño y puso los libros de una manera que hoy es muy natural, pero que en ese momento resultaba rarísima, novedosa. Yo acepté por cariño hacia ella. Me enamoré del espacio, que para mí fue revelador. Me parecía que me reunía a mí. Después, cuando ella se jubiló, tomé ese espacio que quedaba vacante en el colegio y fue un desatarse de muchas otras cosas y de prepararme en distintos lugares”, recuerda.

De esa primera experiencia surgió la bebeteca, primero en un ámbito muy íntimo, en el Idejo, con bebés que eran hermanos o primos de alumnos del colegio. Aunque estaba concebida desde el inicio como un espacio abierto y gratuito, no ocurría realmente que se acercara gente de fuera de la institución, por lo que Mirza comenzó a buscar la manera de expandir la experiencia, de hacerla pública y accesible. Eso la llevó a presentar una propuesta en la Biblioteca Nacional, donde fue bienvenida y se lleva a cabo desde 2016, junto con Trampolín de Libros, para niños de un año y medio a tres años.

“Nuestra fantasía era contar con unos 15 interesados que vinieran periódicamente. No pudo ser así, porque se abrieron unas inscripciones online que se desbordaron completamente, entonces lo que hicimos fueron encuentros puntuales, por turnos. Fue increíble; se llenó de bebés y se multiplicaron los talleres”, dice. Desde entonces, Mirza continuó abriendo la cancha para llegar a lugares diversos: ha habido bebetecas en centros CAIF, en el Museo Zorrilla, en Gato Peludo, en la Asociación Down del Uruguay, en la Feria de Experiencias Artísticas y Culturales para la Primera Infancia que organiza el Ministerio de Educación y Cultura, y viajan a diversas localidades de todo el país.

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