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Ex cárcel de Miguelete.

Foto: CULTURA, MEC

Iniciaron las obras para el traslado del Museo Nacional de Historia Natural a la ex cárcel de Miguelete

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Patos, pájaros, pingüinos, cráneos de roedores gigantes. Estos serán algunos de los animales taxidermizados que se podrán observar en uno de los radios de la ex Cárcel de Miguelete: hasta hace pocos días, en la sede de Arenal Grande y Miguelete sólo funcionaba el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), pero, a partir de 2020, compartirá el predio con el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), que fue la primera institución museística uruguaya –fundada en 1838– y una de los pioneras de Sudamérica; por ejemplo, otras instituciones pares y de referencia internacional, como los museos de historia natural de Londres o Nueva York, se crearon tres o cuatro décadas después. En contradicción con este adelanto histórico, esta será la primera vez que el MNHN cuente con una sede propia en 180 años, y, dos décadas después de haberse mudado del ala oeste del teatro Solís, volverá a abrir sus puertas al público.

Esta semana comenzó la reforma que finalizará en 2020, y que posibilitará una adecuada conservación e incremento del acervo científico del museo. Según precisó su director, Javier González, a la diaria, el acervo de 400.000 ejemplares se distribuye en tres grandes áreas: paleontología, botánica y zoología. A modo de ejemplo, en el área de botánica, el herbario del MNHN cuenta con unos 80.000 ejemplares. Después se encuentran las colecciones zoológicas, que se subdividen por áreas de conocimiento, en las que se incluyen colecciones de mamíferos, aves, moluscos, anfibios, reptiles y peces –entre varios–, que estarán distribuidos en este radio, donde también funcionarán los gabinetes de investigaciones y el laboratorio. Además, el director agregó que de estos 400.000 ejemplares existe un grupo selecto –aproximadamente unos 1.000– de “ejemplares tipo”, o sea, “ejemplares sobre los que se basó la descripción de una especie nueva para la ciencia, y por lo tanto son únicos en el mundo, y una referencia para estudiar cualquier especie similar. Entre estos, hay algunos más ‘taquilleros’ que otros, como es el caso del roedor gigante, que es el roedor fósil más grande que habitó el planeta conocido hasta el momento, que vivió hace unos cinco millones de años, y que, se estima, tendría más o menos el tamaño de un toro. El cráneo casi completo de este ejemplar está en la colección paleontológica del museo”, y fue donado al MNHN en la década de 1980 por un paleontólogo argentino aficionado. En paralelo, el museo cuenta con una biblioteca de 200.000 títulos especializados en ciencias naturales que funcionará en el mismo pabellón. Se estima que a mediados de 2019 el sitio que comparten el EAC y el MNHN se reconfigure en un centro cultural de arte y ciencia con exposiciones que se vinculen entre sí, además de contar con un centro de interpretación del espacio.

A esta primera institución científica del país, que fue dirigida por Dámaso Antonio Larrañaga –mientras promovía la creación de la Universidad de la República, y poco tiempo después de impulsar la fundación de la Biblioteca Nacional–, se la conoce como una gran “biblioteca de la vida” por las colecciones que documentan aspectos de la historia natural del país y su entorno geográfico. Por eso, entre las nuevas apuestas del museo se encuentra un convenio con Ceibal para crear aplicaciones educativas que incorporen a la evolución como eje central.

Junto a la revalorización del museo, la creación de laboratorios de investigación en las condiciones adecuadas también se convierte en un gran avance, ya que uno de sus fines se vincula con las actividades curatoriales de los materiales que ingresan a las colecciones. Como ejemplifica González, en el caso de anfibios y reptiles, esto implica fijarlos en alcohol y depositarlos en los bollones adecuados, para después sumarlos a la colección. Considera que otro aspecto relevante es el hecho de que “los investigadores puedan retirar material de las colecciones, llevarlo al laboratorio, y trabajar con los elementos necesarios para las investigaciones puntuales que quieran realizar”.

Idas y vueltas

El arquitecto de la obra, Jorge Sierra, recuerda que la ex cárcel dejó de funcionar como celdario en 1986, hasta principios de la década de 1990, cuando Juan Andrés Ramírez, ministro del Interior de Luis Alberto Lacalle, propuso volver a utilizarla como centro de reclusión, pero esta vez dedicada al Instituto Nacional del Menor, hasta 1997. En los años 2000 comenzaron las obras en uno de los pabellones, y en 2010 se inauguró el EAC, porque si bien “originalmente fueron iniciadas para el MNHN, en un momento se cortó el financiamiento, y cuando se retomó fue con otra capitalización que lo redirigió al EAC, dejando nuevamente postergado al MNHN”.

El director nacional de Cultura, Sergio Mautone, precisó que en esta administración fue la primera vez que se agruparon los museos dentro de la Dirección Nacional de Cultura (DNC), ya que hasta 2015 esta dependencia sólo englobaba a los museos de arte (Museo Nacional de Artes Visuales, EAC, Museo Zorrilla, Figari y Palacio Taranco). Ese año se anexó al Museo Histórico Nacional y, en 2016, a los dos museos de ciencia: el Antropológico y el MNHN, que estaban cerrados al público.

Mautone planteó: “Este marco de los 180 años del MNHN, que coincide con los 180 años de la museística en Uruguay –por haber sido el primer museo– era una fecha importante para impulsar una serie de acciones, como la recuperación y la puesta en valor de todos los museos, entre la que se encuentra la reforma de fachada del museo Casa de Rivera [en Rincón y Misiones]”. Por eso, la idea es que, en sintonía con la celebración de los 30 años de la publicación del clásico de Tomás de Mattos, Bernabé, Bernabé, la obra que marcó un hito en la literatura uruguaya posdictadura, el museo sea la sede de un congreso sobre novela histórica que se está organizando.

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