Los jóvenes de hoy llegaron al mundo con un smartphone debajo del brazo, sin haber pasado por la era en la que el teléfono, la cámara de fotos, la agenda, el block de notas, el walkman, el videojuego portátil y la televisión eran siete objetos diferentes. Además, tienen la posibilidad de elegir (en sus televisores o en sus teléfonos, que a veces son la misma cosa) qué contenido audiovisual quieren ver en un momento determinado. No pasaron por la era de cuatro canales, que empezaban tarde y que no ofrecían programación luego de la medianoche. Y que obligaban a uno a ver lo que los gerentes de programación quisieran.
Las estrellas de entonces eran los ciclos de cine. Cada señal tenía el suyo y los lunes, por ejemplo, era el momento en que Canal 12 ofrecía sus estrenos recién llegados desde Hollywood (aunque viajaban en el barco más lento) bajo el contradictorio y vanidoso título de Gran Lunes. Continuando con los ciclos nombrados de acuerdo al día de la semana, en su grilla también existía Sábados de Cine, una función continuada que iba desde la tardecita hasta la medianoche con películas pensadas para públicos cada vez más maduros. Arrancaba con diversión para toda la familia, luego algún thriller para mayores de 12, un título dirigido a los mayores de la casa y terminaba con cine italiano. Vaya uno a saber por qué.
Esta semana, la recomendación llega en este formato, aunque con dos funciones nada más. Los habitantes de 2018 ya no tienen tanto tiempo que perder y deben dedicarlo a hacer más dinero y así poder tener tiempo que perder uno o dos años antes de morirse.
Pónganse cómodos y disfruten del espectáculo.
Primera sección: Tau (2018)
Por supuesto que los habitantes de 2018 cuentan con algún servicio de televisión a demanda, así que la función comienza con esta película original de Netflix –que no debe confundirse con las otras 42 películas originales de Netflix que se agregan al catálogo cada semana–.
Tau fue elegida al azar, por más que uno sospeche que si apareció entre las recomendaciones fue porque el algoritmo de la plataforma intuyó que uno podría tener ganas de verla. Y al terminar de verla uno le tendrá muchísimo más miedo a ese algoritmo.
La protagonista de la historia es Julia (Maika Monroe), una briboncilla que es secuestrada por un misterioso villano antes de que podamos siquiera encariñarnos con ella. En su cautiverio conoce a otras víctimas, con las que diseñará un plan de huida de aquel sitio tan extraño y de ese hombre que lleva a cabo complicados experimentos cerebrales con ellos.
Como las nuevas generaciones necesitan que la historia avance antes de entrar a Instagram, la fuga sucede en los primeros 20 minutos de la película y lo que sigue a continuación es mucho más raro que lo que vimos antes. No se preocupen por los spoilers, no creo que haya una sola persona en el planeta diciendo: “Che, qué cagada, me spoilearon Tau”.
El malo, Alex (Ed Skrein), está desarrollando una inteligencia artificial y el proyecto debe presentarse en pocos días o la empresa para la que trabaja se irá a pique, como le recuerdan una y otra vez desde el directorio. Lo que el directorio no sabe es que los algoritmos de su nueva invención solamente podrán ser terminados si reciben suficiente información del chip implantado en la nuca de Julia y los otros reclusos. Que a esa altura de la película ya murieron. Spoilers.
La pobre mujer tiene que resolver puzles para sobrevivir, pero como su captor no puede quedarse todo el día mirándola trabajar, la deja a cargo de Tau, una versión anterior de inteligencia artificial que controla toda la casa pero que no puede hacer mucho más. Quizá porque el presupuesto se lo gastaron en darle la voz de Gary Oldman.
Perdón: omití mencionar que hay una cosa que Tau puede hacer, y es controlar a un robot mortífero que hace que el ED-209 de RoboCop parezca el primo tímido de Ultratón. Así que Julia tendrá que ganarse la confianza de Gary Oldm... es decir, de Tau, antes de que Alex tenga todo lo que necesita de ella y la deseche. Tranquilos, que pese a la fachez de los protagonistas no hay ni atisbos de síndrome de Estocolmo.
Tau es la película perfecta para ver un sábado a las ocho de la noche, después de que termina el desfile de modas al ritmo de “Tears on My Pillow”. No le pidan más que eso, calienten el pop de microondas y coméntenla con amigos en tiempo real. Es cuestión de dar “play” al mismo tiempo que ellos.
Segunda sección: Molly’s Game (2017)
Cada persona tiene su debilidad en el mundo del cine, y no me refiero a Kim Basinger en The Marrying Man (conocida por estos lares como Esa rubia debilidad). Hay quienes adoran las explosiones, los que prefieren las historias pequeñas y otros que corren a la sala de cine cuando el protagonista saltó de una historieta a la gran pantalla. Y al menos este recomendador tiene debilidad por los diálogos.
Por eso puede ver tres veces seguidas Los ocho más odiados (Quentin Tarantino, 2015) sin preocuparse porque la acción transcurra en gran parte dentro de una cabaña en medio de una nevada. Y por eso su pulso se acelera cuando lee que Aaron Sorkin anda detrás de algún proyecto.
El debut como director del (que me lo discutan) genial guionista se dio con Molly’s Game, que en el catálogo de Prime Video aparece como Apuesta maestra, porque al latino siempre hay que darle una manito a la hora de elegir lo que quiere ver. Si, la cosa va de apuestas.
La Molly del título original y la maestra del título en español es una persona real que, siendo una veinteañera, terminó regenteando las mesas de póquer más secretas, exclusivas y por supuesto ilegales de Estados Unidos, donde actores, empresarios y algún pillo que otro ganaba o perdía fortunas a intervalos regulares.
Jessica Chastain es quien carga con todo el peso de la película en su papel de Molly Brown, aprendiendo de memoria los veloces parlamentos del también guionista Sorkin y llevando la acción por medio de la voz en off, que afortunadamente no requiere aprender de memoria.
Contada con claros y adecuados saltos temporales, conoceremos la exigente infancia de Molly, el accidente que la alejaría del esquí profesional (en una hermosa primera escena de la película), su ascenso en el mundo de las mesas de póquer clandestinas y su arresto y posterior juicio por parte del gobierno de Estados Unidos.
El elenco principal lo completan Idris Elba como el abogado que decide defenderla aunque ella no tenga cómo pagarle, Kevin Costner como el padre psicólogo que parece la viva encarnación de la frase “En casa de herrero, cuchillo de palo”, y Michael Cera como “el Jugador X”, un famoso actor de cine que nunca es identificado y que, googleando 15 segundos, sabremos que está basado principalmente en Tobey Maguire. Por si todavía no les caía mal.
En Molly’s Game los personajes no hablan tan rápido y con tanta jerga como en The Newsroom, aunque se nota que detrás de cada palabra hay un tipo que supo escribirlas bien. La acción se mantiene durante más de dos horas de película y, más allá de la forma hollywoodense en que se resuelve, debería dejar satisfechos a aquellos que decidieron juntarse a verla. No se recomienda para comentar por chat a tiempo real, ya que se perderían parte de los diálogos.
Si después de estas dos películas siguen con ganas de cine, busquen algún título italiano, como para continuar el paralelismo de aquellos tiempos en los que uno miraba lo que tuviera enfrente.