Este mes, la cargada agenda del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE) contará con dos esperados encuentros –para los que hay que inscribirse en su página web–, a cargo de la talentosa actriz, directora y dramaturga Ana Katz (viernes 10) y el multifacético actor y director Juan Minujín (sábado 18).
La venida de Katz (Los Marziano, 2011; Una novia errante, 2006, y Mi amiga del parque, 2015, las últimas dos coescritas junto con la uruguaya Inés Bortagaray) se enmarca en el estreno de una versión local de su ópera prima El juego de la silla (2002), una comedia negra sobre un hijo que vuelve a la casa familiar después de varios años de haber partido, con la que obtuvo más de una decena de premios internacionales. Al año siguiente, Katz decidió adaptar al teatro este trabajo que la consagró como una certera observadora del complejo y finísimo límite entre la cordura y la locura, que juega al borde de la comedia y el drama. Esta es la historia que será versionada mañana a las 20.30 en la sala Delmira Agustini del teatro Solís, donde Fernando Vannet retomará este friso familiar sobre los amores intensos y la dependencia. Algo que, con variantes, se puede rastrear a lo largo de la obra de Katz: en Una novia errante una mujer acaba de ser abandonada por su pareja, en Los Marziano se reencuentran dos hermanos que no se hablaban desde hacía tiempo, y Mi amiga del parque se centra en la maternidad, sus lugares comunes, y los hijos como un misterio, a partir de una extraña y conflictiva relación entre dos madres que se conocen en un parque. Así, Katz desafía al canon del cine rioplatense, desmantelando estructuras habituales y proponiendo historias border y observacionales.
La semana siguiente será el turno de Juan Minujín, que cuenta con una larga trayectoria en cine, teatro y televisión. Como recuerda a la diaria José Miguel Onaindia, director del INAE, Minujín se formó en los años 90 dentro de un grupo under de sólida experiencia en teatro-danza, El Descueve; trabajó en puestas como El principio de Arquímedes (2014), la primera obra del catalán Josep Maria Miró (que se interna en el tema de la pedofilia), y Sucio (2007), también del circuito alternativo: en este caso se trató de una obra colectiva, en la que trabajó junto con Guillermo Arengo y Carlos Casella interpretando a tres hombres solos que se vinculan en un lavadero, y que, en su momento, fue de “muchísimo impacto”, recuerda Onaindia.
En cine, hizo su primer protagónico en Un año sin amor (2004), de la debutante Anahí Berneri, en la que Minujin interpreta a un joven escritor enfermo de sida, papel con el que ganó un premio Teddy en la Berlinale. Se trató de “una de las películas de mayor riesgo del siglo XXI”, según cuenta Onaindia; es una versión de la novela homónima de Pablo Pérez que se centra en el tránsito de oscuros mundos “del sexo, la noche y el mundo gay. Y si bien no tuvo una gran respuesta de público, sí impactó muchísimo”, asegura. A Onaindia le interesa mucho el recorrido de un actor que proviene del mundo independiente y una formación de riesgo, que inició su cinematografía con obras más bien marginales y años después “fue contratado por Adrián Suar para hacer Dos más dos (2012), una de las mejores comedias que hizo Polka”.
En su intenso recorrido, Minujín protagonizó, dirigió y escribió su primera película en 2011 (Vaquero) y trabajó con cineastas como Daniel Burman (El abrazo partido, 2004) y Lucrecia Martel (Zama, 2017). En la actualidad, trabaja en la serie Cien días para enamorarse (2018) y en El marginal (2016), la ficción carcelaria que se estrenó en la televisión pública argentina y que este año se incorporó al catálogo de Netflix. Con El marginal, Israel Adrián Caetano volvió a una temática, un espacio y un equipo similar a Tumberos, la serie con la que sorprendió en 2002, pero esta vez sólo se encargó del guion, mientras que la dirección pasó a manos de Luis Ortega. Para los que aún no la vieron, la trama se enfoca, una vez más, en comunidades a las que la televisión no se suele dedicar, y lo hace con la inconfundible estampa de Caetano y un abanico de actuaciones monumentales, además de las tensiones, el humor negro, la violencia pura y dura y el retrato de un mundo en el que la Policía no existe. En el trasfondo hay una paleta sucia de sepias, marrones y grises húmedos, como un vaho oscuro que se va alimentando de tantas secreciones humanas, acumuladas en ese impensable hacinamiento físico, en donde irrumpe un ex policía (Minujín) que entra encubierto a la prisión, intentando desbaratar un secuestro tramado por una banda de presos y carceleros. Sabe que la única posibilidad de sobrevivir será escapar, pero, mientras lo intenta, encara, recio, las traiciones, las transas, las espirales de violencia y desgano.
Diálogo institucional
Ambos encuentros fueron organizados por el INAE y la Dirección del Cine y Audiovisual Nacional (ICAU), consolidando los primeros pasos de un natural intercambio institucional: este año, los institutos desarrollaron un seminario intensivo de casting y construcción de personajes a cargo de la actriz y directora Norma Angeleri, y el año pasado, un curso sobre guion de un especialista en escritura (Alejandro Robino). En el caso de la venida de Katz y Minujín, dice Onaindia, “era ideal” poder coordinar encuentros conjuntos, porque son figuras más conocidas por su actividad audiovisual antes que la teatral. “Hoy las artes están tan vinculadas que cuando aparece una posibilidad de unirse institucionalmente el acto en sí adquiere otra dimensión. Por eso, con el área de Letras [de la Dirección Nacional de Cultura], por ejemplo, organizamos una mesa a cargo de Nicolás der Agopián, con Raquel Diana y Andrés Papapelo, los dos dramaturgos ganadores del Premio Nacional. Y en ese rumbo, el año pasado trabajamos con [el Centro de Artes y Ciencia] GEN, o Campo abierto, el proyecto de Tamara Cubas en Rivera; además de que tenemos un vínculo muy cercano con la Comedia Nacional, la EMAD [Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático] y la Udelar [Universidad de la República]. El INAE intenta ser lo más asociativo posible, tanto con lo público como con lo privado, porque lo que buscamos es incentivar las acciones de los institutos”, señala.