La redacción de un diario como mirada a una sociedad, y la sociedad como escenario para los conflictos de los periodistas: así se podría condensar el mecanismo atrás de The Paper, la serie que, vía Netflix, logró salir de la pequeña Croacia al resto del mundo. Este esquema narrativo ya había alimentado, en otras series de los últimos años, a The Newsroom, con más énfasis en lo periodístico, y The West Wing y la danesa Borgen, con más peso en la trama partidaria; en The Paper la atención oscila elegantemente entre uno y otro polo, y se le suman toques de thriller y no pocas escenas de sexo, lo que garantiza bastante diversidad episódica.
En concreto, la redacción es la del diario Novine (en español, “El Periódico”, o sea, “The Paper”), que desde la ficción se propone como “el último medio independiente de Croacia”. Uno de los dramas, entonces, se dispara cuando un cambio en la propiedad del diario amenaza con afectar su línea editorial. El otro nudo, conectado indirectamente, es la campaña de Ludwig Tomasević, un ambicioso político de derecha, que incluye asociaciones ilícitas varias y una deriva al nacionalismo extremo.
Ya desde el nombre la serie propone su anclaje en la redacción, y entre sus cubículos y un bar cercano –donde fuman y beben fuerte– transitan los personajes más atractivos: la periodista valiente con un costado autodestructivo, el colega experiente pero resignado, el editor hábil aunque timorato, el operador político oculto, la joven idealista. Este conjunto algo arquetípico –que en dos o tres casos recibe un tratamiento individual más profundo– debe sobrellevar los cambios internos y políticos que ocasiona cada nuevo dueño. Así, a los problemas éticos más sonados del periodismo –en qué casos proteger a una fuente, cuándo forzar una noticia, hasta dónde meterse con la vida privada de un personaje público, en qué momento poner la seguridad personal por encima del bien común– en The Paper se suma uno fundamental: cómo se relaciona la propiedad de los medios con su línea editorial (este es también, para quien escribe, el tema central de la película The Post, aunque no haya encontrado comentarios en el mismo sentido).
Los “cambios de firma” parecen antojadizos y volátiles al estar ambientada la serie en una ex república socialista –Croacia fue parte de Yugoslavia–, donde la propiedad privada se reinstauró mediante privatizaciones y trámites hereditarios diversos, y esa incongruencia estimula a cuestionarse sobre el asunto de la propiedad en sí mismo. Inquietudes similares despiertan los conceptos del periodismo “a la estadounidense” que manejan los reporteros de Novine: ¿cómo, en una democracia a la occidental tan breve, llegan a imponerse tan fuertemente las ideas del periodismo más industrial?
Segunda vuelta
Las de la propiedad privada no son las únicas cuestiones que emergen sobre el pasado croata; más bien, son bastante opacadas por el tema de la guerra de los Balcanes, que asoma de a poco y se vuelve omnipresente en la segunda temporada de la serie. Aparece en detalles, a menudo imperceptibles para una audiencia rioplatense, como comentarios sobre el acento de algunos personajes, luego se vuelve más explícito cuando aparecen otros personajes desperdigados por el ex territorio yugoslavo, y explota en la segunda mitad, cuando Tomasević, patriota y católico –el poder de la iglesia es uno de los subtemas de la serie–, compite por la presidencia con una candidata socialdemócrata, que carga con el lastre simbólico del comunismo.
Todos esos conflictos involucran, de una manera u otra, a Blago Antić, un veterano ex agente del servicio secreto que se desenvuelve como asesor discreto pero efectivo de distintas facciones –varios dueños del periódico incluidos–, y que luego se vuelve él mismo un objetivo cuando se lo acusa de un crimen de guerra.
No es azaroso que la serie combine con tanta virtud referencias históricas con preocupaciones por el rol del periodismo: su guionista, Ivica Đikić, fue parte de la redacción del periódico Lista Nova, y es autor de varias obras de periodismo literario sobre la Guerra de los Balcanes. Su novela Cirkus Columbia fue llevada al cine en 2011 (y tiene una versión en español), y entre sus publicaciones más famosas está Beara, que aborda, mediante el perfil de un genocida, el episodio de la masacre de Sbrenica.
“Quería hacer una historia acerca de la desaparición del periodismo independiente en Croacia”, ha dicho Đikić, y en su mundo ficcional Novine, el diario “serio”, convive únicamente con un periódico poco prestigioso y con un portal sensacionalista, sin mención alguna a los medios públicos. Sin embargo, fue la tevé estatal croata, la HRT, la que financió y emitió originalmente The Paper, lo que indicaría que, contra su opinión, existe cierto espacio habilitado a la crítica en la república adriática.