¿Qué sentido tiene hacer una adaptación con autores de carne y hueso que es, virtualmente, idéntica al original animado? Algo así nos preguntamos muchísimos de nosotros al salir del cine después de ver La bella y la bestia (Bill Condon, 2017): un film que seguía paso a paso las escenas del clásico de 1991, daba un realismo perturbador a los sirvientes animados de Bestia y no hacía el mínimo esfuerzo por zafar de las acusaciones de síndrome de Estocolmo de la historia.
1.263 millones de dólares después, tuvimos una respuesta clara. Sin embargo, se sentía como una oportunidad desperdiciada. Un año antes, El libro de la selva (Jon Favreau, 2016) había marcado el camino: utilizó el guion de 1967 como punto de partida y, sin ofender a los fans, nos trajo una historia que sonaba fresca y familiar al mismo tiempo.
El Dumbo de Tim Burton sería, hasta el momento, el mejor exponente de la camada de adaptaciones de películas animadas de los estudios Disney, que solamente este año tendrá otros dos estrenos (El rey León, del mismo Favreau, y Aladdin, de Guy Ritchie). No solamente utiliza el original como punto de partida, sino que aprovecha para darnos otra probadita de su burtonverso.
¡Vuela, Tim, Vuela!
La ambientación circense le calza como anillo al dedo al realizador estadounidense. Ese universo apenas insinuado en el cortísimo film de 1941, aquí explota en la pantalla con sus trenes carpas, ferias de freaks e incluso con una versión steampunk de Disneylandia, a la que luego me referiré.
Estamos en 1919, cuando los circos todavía atraen al gran público con sus animales, y el de los hermanos Medici no es la excepción. Comandado por Max Medici (Danny DeVito dando clases de comedia gestual), apuesta por el nacimiento de un bebé elefante para superar la crisis económica, pero el recién llegado tiene unas gigantescas orejas que lo convierten en el hazmerreír del público.
La primera parte de la historia refleja la totalidad de la original, aunque los roles animales se hayan transferido a seres humanos. El ratoncito que ayuda al pobre Dumbo se transformó en una familia golpeada por la enfermedad y por la Primera Guerra Mundial. Papá Holt Farrier (Colin Farrell) perdió su brazo izquierdo y a su esposa (y mano derecha), y quedó a cargo de dos pequeños, Milly y Joe (Nico Parker y Finley Hobbins).
Ellos serán, a lo largo de la película, quienes vean con más claridad lo que está ocurriendo, y los principales sostenes del elefantito. Es una lástima que la joven Nico no tenga algo de la expresividad que le sobra a DeVito en algunos momentos emotivos.
Y si de emociones se trata, la historia rescata en buena forma dos de los momentos más fuertes de los estudios Disney, y eso no es decir poco. Aquellos que lloran en las escenas tristes tendrán la recreación del encuentro entre madre elefanta y su hijo a través de unas rejas, mientras suena la canción “Baby mine”. Aquellos que lloran en las escenas felices tendrán el primer vuelo público de Dumbo frente a una multitud que hasta un momento antes sólo se burlaba de él. Quien escribe pertenece al segundo grupo, y no recuerda un llanto similar desde que Babe (el chanchito valiente) le tapó la boca al público de la competencia de pastoreo de ovejas.
Nuestra “suspensión del descreimiento” estará a prueba sólo en un par de ocasiones: cuando el mundo entero reacciona con carcajadas ante la sola visión de un elefante con orejas enormes, y con la recreación de la famosa “marcha de los elefantes rosas”, en la que el realismomagicómetro picará demasiado alto.
Más allá de 1941
Parece increíble, pero en la aventura animada que marcó las infancias de numerosas generaciones, nuestro querido protagonista solamente volaba en dos escenas: una a los 59 minutos, cuando los cuervos le daban una “pluma mágica” para que tomara confianza, y otra tres minutos después, en el circo, justo antes de que terminara la película.
Aquí tendremos una aventura entera que comienza después de que Dumbo se hace famoso mundialmente y que gira alrededor de VA Vandevere, un villano tan despiadado como patético, interpretado por Michael Keaton (la otra gran actuación del film). Vandevere es una mezcla de PT Barnum, fundador del circo Barnum & Bradley, y del mismísimo Walt Disney, en tanto “genio” detrás de un parque de diversiones con atracciones mecánicas, espectáculos en vivo y merchandising a la venta.
Esta segunda parte remite a muchos otros relatos de artistas que adquieren algo de fama y un poquito de fortuna, y descubren cómo el mercado los pasteuriza y los vende como productos. El pobre elefantito no tiene tanta idea de lo que ocurre a su alrededor, pero Max Medici sufrirá en carne propia las consecuencias de creer en limosnas demasiado grandes.
Let’s get ready for Dumbo!
Crítica solapada o guiño para la tribuna, Burton parece divertirse horrores con su Sueñolandia, la versión Boardwalk Empire de la tierra en la que los sueños se hacen realidad. Desde la gigantesca torre de control hasta las diferentes “tierras” que emulan lo que ocurre en los parques de Disney, todo está imaginado para una época en la que los desarrollos tecnológicos eran pocos.
Allí la familia Farrier continuará entrenando a Dumbo para su presentación triunfal, que incluirá otro anacronismo de los creadores. El encargado de presentar el show con la frase “Let’s get ready for Dumbo!” es el icónico Michael Buffer, presentador de boxeo y lucha libre que popularizó la frase “Let’s get ready to rumble!”. Quizás la reacción ante esta humorada (ya sea fastidio o simpatía) sea un reflejo del disfrute o no de la totalidad de la obra. A mí me pareció simpática, ya ven.
El final feliz, menos lineal que el de su inspiración, volverá a unir a los integrantes del circo de los hermanos Medici, en una secuencia en la que utilizarán sus habilidades para que la nueva estrella pueda huir del horror de presentarse a diario para un público que exige lo máximo por el dinero que pagó.
Con personajes un poco menos miserables que en otros títulos del mismo director, y subiéndose a los hombros de una obra memorable, Burton crea un entretenimiento familiar que retroalimenta las propiedades intelectuales del imperio y contribuirá a las arcas de los dueños de Sueñolandia. Digo, de Disneylandia. No sé por qué habría de confundirlos.
Dumbo. De Tim Burton. Estados Unidos, 2019. En varias salas.