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Fleabag

“Fleabag” nos lleva del llanto a la risa y de nuevo al llanto

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La segunda temporada de la serie la consagra como clásico moderno.

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Quizás Homero Simpson tenía razón en eso de cambiarse legalmente el nombre a “Max Powers”. Hay nombres que se recuerdan casi inmediatamente, mientras que otros son difíciles de leer, imposibles de pronunciar o demasiado del montón. Ahora, cuando un creador o intérprete de la industria del entretenimiento se hace famoso a pesar de un nombre complicado, cuando somos capaces de escribirlo sin googlear, estamos ante una verdadera estrella.

Los periodistas del espectáculo de tres décadas atrás debían sufrir ante cada mención a Arnold Schwarzenegger (hace años que agregué su apellido al diccionario de Word), hasta el día en que supieron escribirlo de memoria. Más cerca en el tiempo, Raphael Bob-Waksberg es un ejemplo de “fama de culto”, ya que el creador de Bojack Horseman no será alguien reconocible al cruzarlo por la calle, pero su obra ha sido motivo de tantos análisis que prácticamente hemos aprendido a deletrear sus apellidos. Apenas si lo googleé para estar seguro de haberlo hecho bien.

Y en este mundillo de nombres complicados, hay una presencia que en los últimos años ha hecho las cosas tan bien, que está a punto de volverse fácil de escribir. Nació en Londres hace solamente 33 años, pero los dramas que creó y protagonizó la convirtieron en una estrella en marcado ascenso. Su nombre (esperen que chequeo) es Phoebe Waller-Bridge.

Tu voz me suena

Hasta el momento, su rol más popular fue el de L3-37, la droide que luchaba por los derechos de sus semejantes en la injustamente menospreciada Han Solo: una historia de Star Wars (Ron Howard, 2018). Claro que no llegó hasta allí de casualidad, sino que entró en el radar de muchos gracias a proyectos muy personales y de calidad superior.

El primero de ellos que se podría mencionar, y que está disponible en el catálogo de Netflix, es Crashing. Esta comedia de 2016 emitida originalmente por Channel 4 seguía las desventuras de un grupo de jóvenes que se mudaba a un hospital abandonado, pagando un alquiler bajo a cambio de mantenerlo en buenas condiciones.

Creada y escrita por Waller-Bridge, quien además interpretó a la excéntrica Lulu, muestra esa franqueza que caracterizaría a su obra y es muy recomendable. Como tantas piezas británicas, cuenta con una única temporada de seis episodios.

Ese mismo año, la joven llegaría para comerse, masticar y escupir a la comedia televisiva actual con la primera temporada de Fleabag.

Pulga bolsa

La creadora y guionista aquí también es protagonista absoluta, en un juego de constantes quiebres de la cuarta pared. Una conversación cualquiera entre su personaje (del que jamás sabremos su nombre) y su interlocutor de turno estará intercalada por varios comentarios a cámara. A nosotros, su púbico, aunque en la segunda temporada descubriremos que somos aun más importantes. Pero no nos adelantemos.

Los seis episodios de la primera temporada nos presentan a esta muchacha que atraviesa uno de los peores momentos de su vida. La muerte de su mejor amiga se suma al fracaso económico del emprendimiento que tenían juntas. A esto hay que sumarle la pésima relación con su familia, que incluye a dos integrantes que están entre los mejores (o peores) villanos televisivos de los últimos años.

La madrina de “Fleabag” devenida novia de su padre está interpretada en forma brillante por la siempre despegada Olivia Colman, que es un reactor nuclear de comportamientos pasivo-agresivos. Si aman odiar a Meryl Streep en Big Little Lies, se están perdiendo a una de las pocas mujeres que podría ganarle un duelo de golpes disfrazados de caricias. El otro villano es Martin (Brett Gelman), cuñado de la protagonista y figura tóxica que no termina de ser expulsada de la familia.

Esta primera tanda podría haber sido la única, porque alcanzaba para que el público se metiera en la cabeza de la conflictiva joven, que con su abierta sexualidad camuflaba un interior a punto de fracturarse. El final perfecto nos dejaba (y todavía nos deja) destrozados y al mismo tiempo seguros de haber visto algo diferente. Algo para el recuerdo, si no directamente para el revisionado. ¿Había acaso necesidad de volver por más?

El que no arriesga no gana

Entre marzo y abril de 2019 la BBC emitió otros seis episodios de Fleabag, que al poco tiempo estuvieron disponibles por medio de Prime Video, el servicio de streaming de Amazon. Como ocurre con cada temporada de Bojack Horseman, uno siente el temor de que los nuevos episodios mancillen la memoria de los anteriores. Pero al igual que lo ocurrido con Bob-Waksberg, Waller-Bridge regresó para taparnos la boca y mirarnos a los ojos mientras lo hace.

Alcanza con el primer episodio, desarrollado en su totalidad en un restaurante, para convencerse de que la casa está en orden. Seis personas alrededor de una mesa sirven para traernos diálogos más aceitados que nunca, con “Fleabag” rompiendo la pared más y más rápido, al tiempo que presenta el arco que se desarrollará en esta temporada y el nuevo personaje que influirá en los acontecimientos.

“Papá” (Bill Paterson con la torpeza de siempre) anuncia su boda con “Madrina” y juntos presentan al sacerdote que los casará. Este personaje, que tampoco recibirá un nombre en la serie, está en manos del irlandés Andrew Scott, recordado por su papel de Moriarty en la serie Sherlock, que protagonizan Benedict Cumberbatch y Martin Freeman.

En el año y poco desde que dejamos de verla, “Fleabag” parece haber superado la muerte de Boo, y también parece haber superado a los hombres en general. Sin embargo, al enfrentarse a su hermana Claire y ese horrible matrimonio en el que permanece, o al enfrentarse a la idea de que su padre finalmente rehízo su vida, descubriremos que no era tan así. Y con suerte ella también se dará cuenta de eso.

Hay un enfrentamiento que es todavía más importante, ya que esta mujer acostumbrada a tomar malas decisiones en el plano afectivo se interesará por el objetivo más inalcanzable: un hombre que realizó el voto de castidad. Los intercambios entre estas dos personas tan diferentes estarán entre lo mejor de esta serie, no solamente por las obvias charlas teológicas, sino por lo que uno despertará en el otro.

El sacerdote, además, será el primer personaje que detecte las fisuras en la cuarta pared, en lo que será uno de varios momentos “meta” que terminarán resignificando el papel y la importancia de los espectadores de la serie. De nosotros.

Del llanto a la risa y de nuevo al llanto en pocas pero bien elegidas palabras, esta segunda temporada de Fleabag pulveriza las pocas dudas que quedaban acerca de si Phoebe Waller-Bridge es una casualidad. No la es, así que es hora de que nos aprendamos su nombre.

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