Era cuestión de tiempo para que alguien hiciera algo vinculado a la más popular de las películas uruguayas de culto: se acaba de terminar de filmar el último tramo de Directamente para video, un documental sobre la inclasificable Acto de violencia en una joven periodista, película de 1988 (disponible en Youtube) que dejó un largo misterio y una ola de fascinación que creció con los años.
En términos generales, la trama de Acto de violencia... trata sobre una periodista llamada Blanca, igual que la actriz que interpretaba el papel, que hace una investigación para escribir una tesis sobre la violencia, al mismo tiempo que un asesino sigue sus pasos. La historia está construida, en parte, con las entrevistas que hace Blanca, es decir, mediante múltiples visiones sobre la violencia en distintos ámbitos de la sociedad. Entre el guion, las actuaciones, la edición y hasta el sonido, la película acumula tal cantidad de torpezas que involuntariamente se convierte en graciosa, a pesar de su intento de indagar el tema con seriedad, a la vez que pretende jugar con el suspenso policial y el cine comercial.
Acto de violencia... se distribuyó sólo en video e hizo poco ruido, en un tiempo en que el cine uruguayo era una rareza cuyos excepcionales estrenos solían llamar la atención. Los sueños del director, Manuel Lamas, y su equipo se disolvieron en las estanterías de los videoclubes, aunque su trabajo lentamente empezó a prender entre cierta parte del público local. Al menos entre algunos que atesoraron el VHS como si supieran lo que iba a ocurrir. Espectadores que repetían los diálogos de memoria, funciones entre grupos de amigos y críticos que, de forma humorística, la mencionaban como un mojón bizarro del cine nacional: todo apuntaba a que Acto de violencia... tenía algo especial.
La protagonista, Blanca Giménez, vive en Buenos Aires; Manuel Lamas falleció en 2004 y dejó pocos rastros. Muchos de ellos lo señalan como una persona solitaria y soñadora, siempre aferrado a su cámara y a sus sueños de expresarse en el cine.
Documental
El realizador Emilio Silva tiene 30 años, es autodidacta y dirigió la serie animada Anselmo quiere saber. “Soy estudiante de archivología y coleccionista, dos universos que intento fusionar con el cine”, cuenta. Descubrió el film de Lamas cuando tenía 22 años y las interrogantes que le surgieron fueron creciendo hasta convertirse en la base de este documental que comenzó en 2015.
“Hay cierta honestidad e inocencia en Acto de violencia..., con la que uno se conecta. Más allá de que, cuando la ves por primera vez, lo que te llama la atención es el humor involuntario”, explica Silva. “Por alguna razón, todos la ven muchas veces y la quieren compartir. Tiene que ver con que uno termina conectándose con una visión que tenía Lamas sobre el cine, que era la de hacer su película con los recursos que fuera. Explica esto con un texto que aparece al principio, en el que dice que el videohome permitía que todos pudiéramos filmar. Lo otro que la hace tan buena es que no sobra ni una escena”, sostiene.
Para la primera etapa, Silva fue premiado por el Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay (ICAU) con un fondo de apoyo al desarrollo de proyectos. En 2016 también lanzó una campaña de crowdfunding, y un año después abrió un colectivo de apoyo en Abitab, sistemas con los que recaudó algo más para su presupuesto, aunque todavía le quedaba un largo camino por delante. En 2017, el Fondo de Fomento del ICAU le dio otro impulso para desarrollar la investigación y filmar incluso en Ushuaia, donde encontraron a uno de los participantes del film, quien aporta un testimonio clave sobre Lamas.
“Para mí lo más significativo fue descubrir a alguien que no me imaginaba y que tuve que reconstruir por medio de diferentes relatos. Como si cada persona con la que hablaba definía una arista diferente de la figura de Manuel”, explica. De modo que la investigación en sí misma es uno de los temas del documental. El tramo que filmó la semana pasada con su equipo consistió en la ficcionalización de la búsqueda de los rastros del equipo que hizo Acto de violencia... 30 años atrás.
“Al comienzo mi proyecto no iba a ser una película”, continúa Silva. “Yo estaba sumamente obsesionado con Acto de violencia... Empecé a investigar, a llamar a gente, y pasé horas hablando por teléfono con personas que nunca había visto en mi vida. Como estaba con otro proyecto en ese momento, cada vez que descubría algo nuevo se lo comentaba a quienes hoy son mis productores. Fueron ellos los que, en ese camino, vieron que iba apareciendo una película. Desde el comienzo el foco estuvo en la obsesión y en el viaje del descubrimiento más que en simple información enciclopédica”.
Al margen del mundo del cine
Una de las referencias que le esclarecieron el camino fue Shirkers (2018, Sandi Tan) un documental de Singapur que se puede ver ahora en Netflix. En él, una realizadora investiga sobre una película que intentó filmar en los 90, cuando tenía 16 años, y cuyos rollos fueron secuestrados por un ambiguo tutor de cine estadounidense con el que tuvo una relación por lo menos extraña. Su documental es, en parte, sobre su película perdida y, en parte, sobre tres amigas, el misterio que dejó ese tutor y la reconstrucción de su pasado. El proyecto de Silva, con sus obvias diferencias, tiene algunos elementos en común.
Entre otros aspectos, en su investigación, Silva descubrió que Lamas filmó una película más y realizó muchos castings. En el proceso, además, la periodista Mariángel Solomita publicó una nota en El País en la que sacaba a la luz más datos. “Era un tipo autodidacta que hizo un montón de cosas, estudiante de arquitectura que había hecho animación y que en un momento decidió filmar películas”, cuenta Silva. “Se las rebuscaba y lograba hacer las cosas artesanalmente. Era como un outsider del mundo del cine. No perteneció a ningún grupo porque su trabajo era una cuestión muy personal y eso generó esa imagen de personaje oscuro y desgarbado, que es un poco real pero a la vez muy de leyenda. La idea de la película es encontrar estos mitos y ver qué es verdad”.
Si bien en Directamente para video se recoge una gran cantidad de testimonios que describen la peculiar personalidad de Lamas como un soñador, con un costado que podría describirse como oscuro, no estaba solo. Es decir, trabajaba casi en soledad, cargando con su proyecto junto con Blanca Giménez, pero a la vez fue parte de una generación que forjó la etapa previa del moderno cine uruguayo.
“La investigación ha sido extraña, como los universos de Lamas, y ha funcionado en etapas y con el boca a boca. Al comienzo las personas que encontraba me dirigían a nuevas personas que tendrían respuestas, pero al final ellas tampoco las tenían, y me terminaban redirigiendo a otra gente. También, cuando se daba algún suceso, aparecía más información, como fue el caso del lanzamiento del crowdfunding o notas de prensa que destaparon nuevas respuestas”, comenta.
Sábado disco
El otro gran ejemplo de cine de culto nacional de aquellos tiempos es Sábado disco, un film de 1981 dirigido por Eduardo Rivero, de Karibe con K; una versión local de Fiebre de sábado a la noche (John Badham, 1977). La historia, con música de Psiglo, Diane Denoir y Ruben Rada, es la de un chico de bajos recursos que sueña con ganar un concurso de baile pero debe enfrentarse a un empresario que se le opone.
“Lamas no perteneció a ninguna generación de cineastas y estaba por fuera del circuito”, argumenta el documentalista. “Tal vez, por el tipo de cine que quería contar, estaba más cercano a Eduardo Rivero, pero eso no lo convierte en parte de una generación”. Es que, a diferencia de lo que ha empezado a ocurrir en los últimos 20 años, la falta de formación, fondos nacionales y conexiones con el extranjero hacían que cada esfuerzo de producción fuera aislado y se apoyara en el buen o mal ojo cinematográfico de los realizadores.
En esa década hubo escasísimos ejemplos de ficción, y dos de ellos tuvieron ambientación histórica. En 1980 se estrenó Gurí (Eduardo Darino), que curiosamente tuvo su lanzamiento en Estados Unidos, con escenas agregadas en las que participaba Eli Wallach. El otro ejemplo es de 1982, Mataron a Venancio Flores (Juan Carlos Rodríguez Castro), una producción histórica que se exhibió en Cinemateca y obtuvo un premio de la institución. Entre esas películas y 1992, cuando se estrenaron Vida rápida (Grupo Hacedor) y Rumbo a la oscuridad (la primera de Ricardo Islas), la única ficción que aparece es la de Acto de violencia...
Los demás casos, por lo menos, llegaron a verse en pantalla grande, pero, como dijimos, la película de Lamas no se vio fuera del VHS, al menos hasta el siglo XXI. Hace tres años, un usuario que usa el nombre de Manuel Lamas la digitalizó y la subió a Vimeo, y otro usuario hizo lo mismo en Youtube, donde ya suma 17.000 visualizaciones. En esta red, incluso, se puede encontrar la banda de sonido por separado y una reedición con cambios hecha por un usuario llamado Bruno Guiso.
Silva piensa que su documental podría seguir evolucionando durante el montaje y la posproducción, del mismo modo en que cambió a lo largo de estos años de búsqueda e investigación. “En un momento decidí hacer un alto en la investigación, porque era agotador. Esa cosa del relato coral que construye a Manuel es infinita: todos los que lo conocieron tienen algo distinto para contar, una anécdota, una historia o algún suceso que lo haya involucrado. Es inabarcable”.
Más allá de todo lo que fue descubriendo en estos años de trabajo, el realizador todavía no encuentra la explicación para el culto que se generó alrededor de Acto de violencia... “Si a alguien que la haya visto le pedís que intente contártela o explicarte la trama, te vas a dar cuenta de que es imposible: nadie puede resumirla en menos de tres o cuatro minutos. Y aunque logre contártela toda, con lujo de detalles, el relato se va a quedar corto en comparación con lo que sucede en la pantalla. Además, hay algo fascinante en el ritmo que tiene: no existe una escena que no tenga algo maravilloso, en la que no suceda algo memorable; eso sólo sucede con un puñado de películas. Y creo que también hay algo muy social en la experiencia de compartir la película, de comentarla, de hacer que otro la vea contigo, como si hubieras encontrado algo especial. Vas a llamar a tus amigos y a decirles que vengan a tu casa, que tienen que ver algo increíble”.