Desde el comienzo, en 1985, Galería Sur se especializó en las vanguardias históricas rioplatenses, en maestros como Joaquín Torres García, Pedro Barradas o José Gurvich, grandes referentes latinoamericanos y artistas contemporáneos. En 2020, para celebrar sus 35 años y homenajear a uno de sus fundadores, Jorge Castillo (1933-2016; marchand de la familia Torres-García), la galería decidió organizar una nueva muestra dedicada a Torres y a su búsqueda de un lenguaje universal. Torres García, un universo vanguardista es una gran retrospectiva con más de 70 obras que abarcan distintos períodos y, como contó a la diaria Martín Castillo, fundador y director de la galería (ubicada al final de La Barra, en Punta del Este), la muestra incluye hallazgos importantes: “Descubrimos que tenemos un enorme mural (1,75 por casi tres metros de largo), que es el único mural que sobrevivió”, dice, haciendo referencia a la mayor catástrofe del patrimonio cultural nacional, cuando, por el centenario de su nacimiento, se organizó una muestra itinerante con los grandes murales de Torres, que comenzó en el Museo Nacional de Artes Plásticas de Montevideo (1974), continuó en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, al año siguiente se trasladó al Musée d’Art Moderne de París, que le dedicó una exposición centrada exclusivamente en su etapa constructiva, y tres años después, las obras que no pertenecían a coleccionistas europeos viajaron al Museo de Arte Moderno (MAM) de Río de Janeiro. Como es sabido, el 8 de julio de 1978 se produjo un terrible incendio en el MAM y 73 obras de Torres (20 esculturas, juguetes y objetos en madera, 46 cuadros constructivos, siete murales del hospital Saint Bois) se quemaron. Hasta hoy, las causas del siniestro no se conocen.
Más de 40 años después, Castillo explica que el propietario de este mural, llamado Puerto metafísico (1947), no accedió a que viajara a las dos etapas finales, y por eso ahora puede integrar esta muestra. Entre los demás hallazgos hay una “cola de pescado muy interesante que hasta ahora nunca se había exhibido”. “Es muy extraña”, dice, “porque es una suerte de medio pescado sobre un fondo crudo; un estudio constructivista muy mágico. Llama mucho la atención, además de contar con el matiz de misterio de lo inacabado”.
En estos 35 años, Galería Sur le ha dedicado 11 muestras a Torres, pero ninguna con estas características: Castillo precisa que, si bien el maestro uruguayo trabajó simultáneamente diversos temas, siempre se lo engloba en el “constructivismo puro”, ya que “tenía una visión mucho más amplia del mundo”: “Al pensar una muestra te enfrentás a esto”, dice, y menciona su sostenida “investigación de las ciudades en las que vivió [Barcelona, Montevideo, París, Nueva York], que se volvió una temática central, con su gente, su dinámica, sus calles y carteles, sus puertos, tranvías y vehículos. Y va produciendo esas atmósferas a medida que va investigando”.
Castillo explica que buscaron distintos hilos conductores que permitieran el acceso a Torres desde distintas facetas, como la evolución de la figura humana. En ese sentido, dice, “aquí se incluyen piezas con abordajes más figurativos, y otras en las que se observa la africanización de la figura. En los años 20, en París, toma elementos de las artes primitivas y africanas, ya que Torres viajaba mucho a París, porque su hijo Augusto trabajaba en el Museo del Hombre, y ese contacto se confirma en sus obras, y en cómo se fue modificando” su trabajo.
Lo mismo sucede con el arte precolombino, “del que Torres toma muchos elementos y símbolos, como la construcción en piedra del Machu Picchu, que para él es muy importante, y su construcción inspira, por ejemplo, el Monumento cósmico de Montevideo”.
Primeras obras móviles del arte moderno
Con la idea de abordar su obra desde distintos enfoques, en Torres García, un universo vanguardista se exhiben paisajes de principios del siglo XX (“estudios muy sensibles que son maravillosos”, admite Castillo), y una serie de juguetes que se vinculan con los personajes de las ciudades, “que no están tan dirigidos a los niños si no que son obras interactivas para el público. Estas fueron las primeras obras móviles del arte moderno: Torres García y [Alexander] Calder fueron los que trabajaron un tipo de arte con el que se podía jugar e interactuar, para que el espectador pudiera contar con una participación activa”, transgrediendo el distanciamiento habitual entre obra y público.
Dice que en este transcurso Rafael Barradas jugó un papel fundamental, ya que se fue de Italia –donde se encontró con el futurismo italiano– y llegó a Barcelona en un momento central (1914). “Cuando llega a esta calma Barcelona, en la que Torres también participaba, Barradas trae una visión distinta y lo ayuda a mirar la ciudad con otros ojos. Hay una interrelación muy interesante, y Torres inicia una investigación sobre la ciudad mucho más profunda que en la primera etapa de su vida”. En la muestra se pueden ver obras de Barcelona, Nueva York, Livorno, París y Montevideo, en una secuencia que concluye con el gran mural metafísico.
Además de ordenar la retrospectiva por colores emblemáticos (rojo, amarillo y gris), que también contribuyen a establecer un clima, incluyeron una réplica de un sillón diseñado por Torres en 1919, que “es una maravilla, porque concentra el ambiente en el que estaba viviendo: hay que tener en cuenta que él vivió en contacto con todos los artistas importantes del siglo XX. Estuvo en los momentos y los lugares indicados: trabajó con [Antoni] Gaudí en La sagrada familia, haciendo los vitrales, que también tienen una influencia posterior; y con otros artistas como Le Corbusier o Pablo Picasso, y escribió uno de los primeros libros que se publicaron sobre él, pero no se sabe qué sucedió y sólo quedó la tapa”, que se expuso en la reciente muestra que el Museo Nacional de Artes Visuales le dedicó al malagueño.
Pero el recorrido no termina allí: también hay varias paredes de dibujos –y una dedicada a sus dibujos constructivos–, con algunos de 1900, realizados en Barcelona, que “son familiares a Van Gogh por la línea del dibujo grande, trabajado”, señala el galerista. Y explica que, al ser pequeños bocetos, este abordaje integral “ayuda a comprender sus procesos de creación”.
Además, entre las decenas de obras se encuentra el recordado Edificio universal, que creó en París en 1931 y que para Castillo es un “constructivo abstracto muy interesante, porque tiene un grado de abstracción que en Torres no es tan fácil encontrar, y que cuenta con un juego espacial de volúmenes que construyen una suerte de edificio con planos de paleta baja”, o la Estación, de Barcelona, creada en 1918.
“Torres siempre fue un hacedor, y un artista con procesos creativos muy profundos: todo lo que pasaba por su mundo era repensado con su perspectiva personal, tanto los muebles, las bibliotecas, las cortinas, los tapices, los pisos y las casas como los libros o la tipografía, generando climas místicos al estilo medieval. Todos los que lo rodeaban estaban contagiados de ese espíritu, y de que las obras tuvieran un fuerte vínculo con el pasado. Porque para él era fundamental la tradición, y, en ese rumbo, motivó a muchos a la búsqueda de la arqueología, la antropología, el coleccionismo de arte africano, en ese espíritu de hallar un universo propio”.
En paralelo a esta muestra, que se podrá visitar hasta el 20 de febrero, también se editó un catálogo escrito por el investigador y ensayista Gabriel Peluffo Linari, que, a partir de una recopilación de obras centrales de Torres, propone un recorrido por su universo: comienza con un interesante texto panorámico sobre los estudios dedicados a su figura y su obra (a cargo de, entre otros, Alfredo Cáceres, Carlos Real de Azúa y Juan Flo, “el especialista pionero y más incisivo en el estudio del pensamiento de Torres y en sus aportes al ámbito artístico e intelectual montevideano”, según Peluffo); y un estudio en el que repasa instancias significativas de su trayectoria, entre las décadas de 1890 y 1940.