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Foto: Carlos Pereyra/BSM, difusión

De martes a viernes La Bella Helena cierra la temporada lírica en el Teatro Solís

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Rita Cosentino, directora escénica, habló del proceso de trabajo y de su visión de la historia.

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El Teatro Solís cierra la temporada lírica 2022 con La Bella Helena, en cartel desde este martes hasta el viernes 30. La obra –una ópera bufa de Jacques Offenbach estrenada en París en 1864 y que parodia el mito de los amores de Helena y Paris, príncipe de Troya– fue traducida en 1993 por China Zorrilla y Antonio Taco Larreta. Sobre esta versión trabajó la directora escénica Rita Cosentino, argentina radicada en España. El espectáculo reúne a la Banda Sinfónica de Montevideo, dirigida por Martín Jorge, con actores de la Comedia Nacional y destacadas voces líricas de nuestro país. La dirección del coro estará a cargo de Franco Polimeni.

Cosentino conversó con la diaria sobre el proceso de trabajo con La Bella Helena, que comenzó a mediados de año con un llamado de Martín Jorge. “El año anterior habían hecho una zarzuela y había funcionado muy bien, y, evidentemente, cerrar la temporada con un título en todo festivo, de buen humor y con cierta comicidad, funciona y acompaña el fin de año”.

Paralelamente se iniciaba el proceso de investigación para “rescatar y redescubrir” el texto de 1993. “Tuvieron que hacer una especie de rompecabezas, encontrar todas las piezas, y me fueron mandando lo que encontraban. Por un lado, fue el libreto de la traducción, que no estaba completo. Después dieron con un señor que tenía el registro en video, a partir del cual pudieron hacer la reconstrucción completa del texto. A medida que fui leyendo, decía: ‘Es increíble’. Porque la traducción era buenísima. China Zorrilla sabía francés y era una mujer con una cultura enorme, muy hábil y muy capaz de hacer unas traducciones estupendas. Y así fue; esta traducción es una maravilla, respeta mucho la prosodia y el significado de las palabras, y la rítmica del texto”.

Sus dudas acerca de la traducción “se borraron por completo”, y se hizo lugar en una agenda que suele estar ordenada hasta dos años antes. “Me animé porque dije: ‘Puede ser una experiencia maravillosa’. Nunca había dirigido en Montevideo, y era un desafío la mezcla de gente de la Comedia Nacional y cantantes líricos. Sinceramente, digo que sí a proyectos que me dejan una compensación a nivel de aprendizaje. Que sea una experiencia nueva para mí, y yo creo que esto lo tenía todo, en ese sentido. Así que dije que sí y nos pusimos a trabajar a toda máquina”.

Entre agosto y setiembre, Cosentino empezó a trabajar a la distancia con el equipo artístico, que incluía a Nelson Mancebo en el vestuario y Enrique Bordolini en escenografía. “Nos entendimos rápidamente por dónde queríamos ir. Yo no quería hacer una reconstrucción de la obra que se hizo hace 30 años, porque no tengo registro de eso y porque si me llaman para hacer un homenaje exclusivamente reconstruyendo una obra es otro posicionamiento artístico. Entonces quise darle una nueva lectura a esto, tratando de acercarlo temporalmente, bajando esta antigüedad clásica de dioses, semidioses y mortales, a una casta política imaginaria, por supuesto corrupta y corruptible”.

“Son todos corruptos. Eso es muy brillante de Offenbach, que muestra todo el panorama de una sociedad, de unos representantes completamente corruptos y decadentes, pero no sólo las viejas generaciones: las nuevas también están perdidas. Esto es brillante a nivel dramatúrgico, poniendo el foco en la sociedad entera. Offenbach lo hizo como reflejo de su propia sociedad, pero, como vemos, sigue sucediendo tal cual, un poco más, un poco menos. No deja de ser una crítica a su propia sociedad, a la clase política y a la creciente burguesía de su época, que apoltronada en su comodidad se olvidó de lo que tenía que hacer”, reflexiona. “Lo bueno de todo esto es que el instrumento para poder hablar de eso es el humor, es la farsa, es la parodia. Los libretistas de Offenbach (Henri Meilhac y Ludovic Halévy) no eran tontos, no hablaban de cualquier cosa, querían hacer reír a la gente”.

Adaptar o traducir

La directora es clara al identificar el trabajo hecho sobre el original tres décadas atrás. “Lo que se hizo en su momento fue una traducción; China Zorrilla hizo una traducción del original. Ellos hicieron la traducción de la obra tal cual, no es que cortaron y cambiaron cosas, que eso sí es adaptar”, explica. “Pero una adaptación como tal no se puede hacer en el género lírico, porque la música no se puede adaptar”.

Tampoco cree que su trabajo, que trae la historia a la contemporaneidad, sea una adaptación. “Es una lectura de puesta en escena. Es como despejar el significado de la palabra. Uno decide un concepto sobre un material musical o un material escénico; no quiere decir que estés adaptando algo. Para mí adaptar es cambiar texto, cortar, moldear a otro formato el material que tenés. Ahora, dar tu punto de vista sobre un material, eso no es adaptar. Yo creo que es una visión sobre ese material”.

Y vuelve sobre el trabajo de traducción, que elogia en varias oportunidades a lo largo de la charla. “Ellos han cambiado muy poco o casi nada, ciertos modismos, o ciertas palabras. Yo lo seguía del francés al español y está prácticamente todo. Lo brillante de la traducción es que han encontrado palabras que encajan, que decís: ‘Sí, en francés sería esto’. Adaptado al mundo rioplatense, encaja la palabra justa. Eso es lo brillante de la traducción”.

Su visión se fue mezclando con la de otros responsables de la obra. “Con Nelson, a nivel de vestuario, le dije: ‘No quiero una temporalidad muy exacta’. Yo había partido de los años 60 o 70; tenía la imagen de una Helena como si fuera Jackie Kennedy, una cosa así. A partir de ahí las cosas fueron ajustándose y cambiando, y llegamos a una temporalidad que puede leerse como contemporánea, tranquilamente. Lo que no quería era una referencialidad exacta de cada uno de los personajes a alguien real. ‘Ah, esta es Jackie Kennedy, el otro es Trump’. No quería referentes exactos en cada uno de los personajes. Con lo cual queda más abierto y más libre para que cada uno pueda rellenar esos referentes con quien quiera”.

Foto: Carlos Pereyra/BSM, difusión

“Lo que sucede es que la historia corre, circula, y funciona muy bien. Ves a una mujer completamente empoderada, con poder de seducción, donde hay unos asuntos políticos que atender, pero se cruza una historia de amor que luego va a desatar una guerra. A través de esta historia de amor se van exponiendo un montón de temas que tienen que ver con la decadencia, porque casi todos los personajes son corruptos. Queda la historia de amor, y por debajo van sucediendo todas estas cuestiones que día a día vemos y que nos rodean”.

Cosentino cuenta lo que le pidió a Bordolini, con quien ya había trabajado en 2019 en la escenografía de Un tranvía llamado Deseo en el Teatro Colón. “Quisiera que el primer acto suceda en una especie de salón de ese palacete que puede ser desde el Palacio de Buckingham a cualquier salón de una casa de gobierno. El segundo acto es la parte más íntima de la obra, que sucede en la habitación de ella, pero que termina inundándose de toda la gente que entra. Y en el tercer acto, para olvidar el desastre que pasó, ellos se van a Nauplia, que es una especie de balneario”.

“En base a estas tres situaciones, Bordolini pudo hacer una espacialidad que a mí me encajó perfecto. La fuimos adaptando a los recursos y a las necesidades que tiene este teatro y se ve muy bien. Estoy muy contenta con el resultado porque es muy bello lo que se ve. Lo que contiene a la historia funciona perfectamente. Las luces de José Luis Fioruccio, el vestuario, todo ha acompañado de manera coherente la visión de la puesta en escena, que eso es lo importante”.

El elenco

“Hay un tema, y es que los actores de la Comedia Nacional están acostumbrados a otro sistema de trabajo, que es ensayar dos meses y medio una obra de teatro de prosa. Que es lógico, así se hace. Pero en la lírica esto es nunca visto. Sería carísimo ensayar dos meses y medio una ópera; no habría presupuesto que aguantara”, explica. Se dispuso entonces que ella viajara a Uruguay a principios de diciembre, para llegar al estreno con un buen ritmo de trabajo. Un resultado positivo de Covid-19 atrasó el viaje una semana, pero los ensayos continuaron con ayuda de su coreógrafo, mientras ella apuntaba a la distancia. “Esto de verdad es un desafío, tanto para los actores como para mí, de ponernos a todo en el mismo registro, en el mismo código. En todos los teatros del mundo se mezclan actores y cantantes líricos, lo que pasa es que ellos están con un ritmo de exigencia al que no están acostumbrados. Por suerte, tienen un background y son tan maravillosos y tan grandes artistas, que lo pueden todo”.

“Realmente estoy alucinada, porque es una partitura relativamente fácil, pero hay que cantar. Y la verdad es que lo están haciendo de manera impecable. Cuajan muy bien entre ellos, todos. El elenco es soñado, es más que estupendo, y entre ellos hay una química muy importante y eso vale mucho. Lo importante es que esto llegue a la gente, que se divierta, que intervenga… No es una expectación pasiva, es activa, en el sentido de que hay mucho diálogo, mucho chiste por entender, y hay que estar atento”.

La música pegadiza

“Por otro lado está el tema del código musical. La música es relativamente fácil, entre comillas. Son motivos que se van repitiendo, como motivos con variaciones. Se van repitiendo a lo largo de la obra, pero se van combinando de manera magistral, porque parece que todo es diferente y resulta que es todo parecido; es la variación del tema. Con lo cual, se pega la melodía de una manera impecable, y uno puede salir tarareando todas estas melodías. Que era la misión que se imponía Offenbach, porque este señor hacía melodías en cinco minutos que después se silbaban en toda Europa”.

Para Consentino era muy importante darle el carácter de musical, porque así había sido concebido. “Por eso, junto con mi coreógrafo fuimos diciendo: ‘Acá, coreografía. Acá, coreografía’. Con lo cual, todos bailan. No sólo tienen que actuar, no sólo tienen que cantar, sino que también tienen que bailar. Por eso digo que es un gran desafío para ellos. Está todo el coro, hay bailarines, pero bailan todos. Todos los actos terminan con un gran número musical en el que están todos, y todos bailan. Hay algo del ritmo fácil, del ritmo pegadizo y de la melodía, que hace que el que está sentado en la butaca termine, aunque sea moviendo el pie, marcando el ritmo”.

Todas las funciones contarán con una charla previa de acercamiento al título, a cargo de Martín Jorge, desde las 19.15 en el foyer del Teatro Solís.

La Bella Helena, de Jacques Offenbach. Traducción de China Zorrilla y Taco Larreta. 27, 28, 29 y 30 de diciembre a las 20.00 en el Teatro Solís. Entradas a la venta en locales de pago y boletería del Teatro. 2x1 para Comunidad la diaria.

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