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Gabriel Pereyra

Foto: Federico Gutiérrez

Gabriel Pereyra: “Ponerse del lado de la víctima no es siempre ponerse del lado del bueno”

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El periodista habla del feminismo, de los últimos ministros del Interior y de la crisis de la educación, que para él “no la estamos dimensionando”

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“Recibí dos denuncias de dos policías de Melo”, cuenta el periodista Gabriel Pereyra en una oficina del canal VTV. Acaba de salir de la radio Sarandí, donde conduce el informativo de la mañana; en televisión participa en VTV Noticias y comanda En la mira, un programa en el que suele hacer enojar a más de un entrevistado y a veces también se enoja él. Además, escribe columnas en el semanario Búsqueda, pero supo pasar por varios medios. Por ejemplo, su cara se hizo “famosa” en 2003, cuando salía al aire en Zona urbana, por Canal 10.

Pese a estas denuncias de las que acaba de ser notificado, Pereyra está tranquilo. “Yo hace 30 años que estoy en esto, los muchachos que arrancaban en la Policía en esa época hoy son comisarios generales. Hace muchos años que los conozco, saben que no soy enemigo de la Policía y que la valoro mucho más de lo que la valora muchísima gente que no conoce las condiciones en las que laburan; he tenido pocos problemas”, cuenta. La seguridad pública es un tema en el que siempre pone la mira, pero mientras conversa con la diaria aparecen otros, como la educación y el feminismo.

¿En dónde te sentís más vos? ¿En la radio, en la televisión o cuando escribís?

Cuando escribo, porque digo exactamente lo que quiero decir. Acá [en la televisión] a veces se me va la moto, no digo exactamente lo mismo. De cualquier manera, aprendí a valorar mucho la tele y la radio. La llegada de la radio es tremenda, nunca lo imaginé. Y la tele, además de ser un ingreso para que los negritos coman en casa, da otras posibilidades; es medio obvio, sobre todo por la comunicación visual en las entrevistas: la cara, los gestos del tipo, en todo sentido. Me parece que cada vez más la gente mira, más que otra cosa; hay una cultura visual tremenda. En los tiempos periodísticos y de la televisión, el desafío está en poder meter el supositorio: 99% de vaselina para que entre 1% de antipirético.

¿Y cómo hacés eso cuando escribís? Porque el periodismo escrito está en crisis desde todo punto de vista. Hace medio siglo había diarios con dos ediciones por día, por ejemplo.

Si en aquellos momentos, en que estaban todos esos diarios, sumabas la cantidad de gente a la que le llegaba el diario, y hoy sumás a los que les podés llegar por vía de las redes sociales... Yo no creo que hoy la gente lea menos sino más, el tema es dónde y cómo lee. Me parece que el formato no te convoca a leerlo todo. De pronto, leés un poco y te vas; esa cosa de la rapidez. El otro día, con el video de los policías agrediendo a los tipos [que publicó en Twitter], tuve un millón de visualizaciones.

“Cuando dudo de algo, siempre pienso que estoy más cerca de la verdad que cuando estoy convencido”.

Casi un tercio del país.

Si tomás a todo el mundo, pero si sacás a los nenes es casi uno de cada dos; es tremenda la penetración de las redes, te deja alelado. Pero no tiene tanto que ver con las redes y la cultura que se va generando ahí sino con la cultura que tenemos en el país, porque el debate público se está deteriorando, la gente no se preocupa por las cuestiones públicas. Tenemos una crisis que no estamos dimensionando. Quiero estar equivocado. Cuando dudo de algo, siempre pienso que estoy más cerca de la verdad que cuando estoy convencido de algo, pero con esto estoy asustado, preocupado: no puedo creer lo que nos está pasando.

“A veces me pregunto para quién escribo. Escribo para cuatro que no necesitan leerme para más o menos llegar a eso”.

¿En qué lo notás?

Cuando ves que seis de cada diez no terminan el liceo, estamos últimos en América y la gente fracasa en sacar la libreta de conducir porque no puede interpretar las preguntas que le hacen en el teórico. Hay una fractura social al norte y al sur de Avenida Italia, pero al sur estamos sufriendo una crisis que ves en las redes sociales: gente que no tiene un argumento y tiene faltas de ortografía; no encontrás a nadie que tenga una mirada, una bajada, una interpretación. Podríamos ir a algunas repúblicas bananeras en las que la elite dice “qué mierda me importa, si no votan, decidimos nosotros”, pero acá están obligados a votar. En la tasa de natalidad esos sectores se multiplican a un ritmo de tres a uno, un día van a ser más que la gente integrada. ¿Y qué va salir de todo eso? “No, acá nunca va a surgir un populismo, acá los partidos son sólidos”. No me vengan con ese verso. Mirá el Partido Colorado, mirá lo que pasó en la dictadura. Yo a veces me pregunto para quién escribo. Escribo para cuatro, para cuatro que no necesitan leerme para más o menos llegar a eso.

Te siento entregado con el tema.

En mi vida no lo voy a ver, me voy a morir sin verlo. Porque si hoy empezamos a hacer las cosas bien, ¿cuánto pensás que lleva esto? Décadas. ¿Cómo puede ser que, en todo ese tramo entre lo que la educación es hoy y lo que debiera ser, no haya habido un acuerdo mínimo del sistema político sobre tres o cuatro cosas? Vamos en un transatlántico por el océano, gana un partido y vamos para aquel lado, cambia a los cinco años, vamos para el otro; no hay un puerto a donde llegar. Yo no digo que no varíe la cosa, sino que haya un objetivo en común. Loco, si la gente que vive mal supiera lo bien que vive la gente que vive bien, y si la gente que vive bien supiera lo mal que vive la gente que vive mal, pero hay una ignorancia tremenda de la elite y de los de abajo. ¿Sabés cómo vive esa gente? Yo estuve haciendo un recorrido hace poco por un asentamiento que no es el peor. Están al nivel de bestialización, porque se terminan incorporando a eso, lo naturalizan, no tienen esperanza, no es posible la movilidad social. Yo sé que esto es duro, pero somos una sociedad de reverendos hijos de puta. Porque en nuestra vida personal vemos a nuestros hijos y creemos que si ellos se nos van se nos muere la vida, pero no vemos que los chiquilines que crecen ahí... La Policía hizo una investigación sociológica hace un tiempo y llegó a la conclusión de que estaba creciendo el número de primarios porque el abuelo de esa gente había vivido en el cante, su padre también, visualizaba que él no iba a salir y sus hijos tampoco, entonces, se la jugaba. “Si igual voy a perder, entre ver a mi hijo comiendo mierda y chupando frío y yo estar en la cárcel, no me cambia mucho y capaz que le dejo unos mangos enterrados en algún lado”. La gente empieza a razonar y a buscar métodos de supervivencia por lugares que la elite no se imagina.

Mencionaste el video de abuso policial que compartiste en Twitter hace pocos días. El tema de la seguridad pública y la Policía te interesa sobremanera. ¿Percibís que hay más abusos policiales que antes?

El otro día el gobierno hizo una evaluación –que no sé la calidad que tiene– sobre antes y después de la LUC [ley de urgente consideración], y le dio que después bajaron. La verdad, a mí los números no me importan mucho, porque si hay algún delito que no se puede medir exactamente es el abuso policial. Hace pocos días hubo un caso de unos locos que denunciaron porque los reventaron y era la décima vez que los violentaban, ya no dieron más. En esos lugares, con gente débil, sin poder, no tenemos idea. Yo no tengo duda de que la limpieza que se hizo de la Policía después de 15 años de haberla más o menos ordenado... Prefiero una Policía débil en el uso de su poder a una Policía demasiado poderosa en el uso de su poder. Y me parece que el mensaje nefasto que dejó [el fallecido exministro del Interior Jorge] Larrañaga –y lo puedo decir porque se lo dije a él en vida–, que marca una impronta del poder político hacia la Policía, nos está llevando a una pendiente que no saben en dónde se están metiendo. A un sector de la sociedad como la Policía, que se había logrado rescatar, lo están haciendo mierda. Una vez le preguntaron al Pulpa [Washington] Etchamendi, el director técnico de fútbol: ¿qué es más fácil, crear o destruir? Y el tipo contestó: “Si yo te agarro este grabador y lo doy contra el piso, lo hice mierda rápidamente; ¿cómo lo armo?”.

¿Decís que en este gobierno hay una visión política que hace que estén pasando todas estas cosas?

La que se refleja en la LUC: la gente más tiempo adentro de la cárcel empeora. Si no tenemos cadena perpetua, ¿qué estamos haciendo? Estamos condenando a las próximas generaciones a cada vez peor, cada vez peor. ¿Cómo paramos esa lógica? Alguien tiene que tener los huevos suficientes para buscar formas alternativas, para que los tipos cuando salgan al menos sean iguales, no peores.

¿Seguís pensando que Eduardo Bonomi fue uno de los mejores ministros del Interior?

De la historia. Yo había dicho de la posdictadura, pero es de la historia. Para decir esto he hablado con gente que lo vivió. [Jaime] Saavedra me explicó sobre la época de [Juan Carlos] Gómez Folle, que es el creador de la Policía moderna, de alguna manera. Tuvo dos períodos como jefe de Policía de Montevideo y uno como director nacional de Cárceles, y en esa época [hace 100 años] se hicieron los cambios importantes. El otro período en el que hubo cambios en las cárceles fue durante la gestión de Bonomi. Y esto es una demostración de que haciendo las cosas bien o lo que hay que hacer a veces no es suficiente para lograr resultados, porque las cárceles siguen siendo una verdadera mierda. Entonces, yo no hablaría de Bonomi, porque personalizarlo es un problema, sino de la gestión del Frente Amplio [FA].

Sin embargo, desde el actual oficialismo se habla de que la gestión del FA en el Ministerio del Interior fue un desastre y que los números de los delitos fueron los peores de la historia.

¿Y qué van a decir? ¿Qué importa, el dato o el relato? Vamos al dato: Argentina tiene menos homicidios cada 100.000 habitantes que Uruguay. En base al dato, ¿qué decís? “Ah, prefiero Argentina”, pero en Argentina hay 300 secuestros por año y acá no hay. Entonces, se toma como ejemplo mundial un dato para medir la realidad de los países, pero los países no se miden en función de números sino de la sensación de seguridad que se le da a la gente y de lo que realmente importa. Los números van y vienen, lo que no va y viene es una Policía actuando dentro de la legalidad, respetuosa del orden público. Es una locura pensar que porque haya menos rapiñas nos vamos a sentir más seguros o que mejoró la seguridad. Es mejor que haya menos, pero los números no dicen nada.

Foto: Federico Gutiérrez

¿A Luis Alberto Heber, el actual ministro del Interior, lo ves en la misma línea de Larrañaga?

Por suerte, no, por su propio estilo e impronta. En estos días está reuniéndose con los jefes de Policía para decirles que bajen la pelota. Él no es un guapo, no transmite eso a la Policía, es un funcionario. Prefiero un ministro prescindente a uno que si va a ser presente actúe de manera negativa. No es un manijero sino un tipo que escucha, que heredó un montón de cargos que no los puso él y que eran la peor runfla que había en la Policía. Prefiero mil veces a Heber.

Hace pocos días, en VTV, moderaste un debate entre los diputados Sebastián Sabini (FA) y Felipe Schipani (PC), y fuiste muy duro con los sindicatos de la educación. ¿Te pasó algo con los gremios alguna vez?

Fui un poco menos duro que [el expresidente José] Mujica, que los quiere hacer pelota; yo no quiero hacerlos pelota. Nunca me pasó nada con los sindicatos, pero en 1996 a [Germán] Rama le trancaron los liceos de tiempo completo y ahora son la panacea. Durante tantos años jodieron a los pobres... ¿Quiénes son los débiles en este juego? Los alumnos. El Plan ProMejora no se aplicó porque los sindicatos no quisieron. Lo que digo de los sindicatos es que sean un poco originales: no dejen a los pibes sin clase, porque atrás de ellos hay una madre soltera, una jefa de hogar, que tiene que mandarlos porque no tiene otro lugar a donde llevarlos; y te responden “esto no es una guardería”. Pero no seas hijo de puta, tené un poco de empatía con ese pibe. Mirá el ejemplo que da [Marcel] Slamovitz: 250 horas que tenemos que pagar nosotros del bolsillo, hizo cualquiera con los alumnos, los pasó a todos para que después no lo jodieran. Son una corporación ideologizada, ¿no nos damos cuenta de eso? Yo no estoy contra ningún sindicato ni contra el sindicato ese, sino contra los dirigentes sindicales que utilizan la educación para canalizar sus frustraciones personales y existenciales y para meter la ideología ahí adentro.

Pero ya los estás psicoanalizando.

Por supuesto, es muy importante eso. A pila de gente se le cayó el muro y construyó otro. No me hagas decir cuál porque si no me van a decir que soy un machista... ¿Por qué los funcionarios de Salud Pública no deciden quiénes son los médicos y quiénes los van a dirigir? ¿Por qué suponemos que la educación debe tener a su frente a docentes? Vos sos periodista, lo sabés: el mejor jefe de una redacción no necesariamente es el mejor periodista, el mejor periodista puede ser un mal jefe. Porque para ser jefe necesitás tener otras virtudes, manejar personal y diseñar la estrategia de hacia dónde va la política editorial. Entonces, nada nos asegura que los que más saben de educación orienten la política educativa hacia donde nosotros queremos ir. Pero acá lo que está pasando es que la política marca un rumbo –no marca un carajo– y luego el sindicato decide si le parece bien o mal. No, el sindicato tiene que acatar, defender su salario y sus condiciones de trabajo, pero no puede opinar sobre la política educativa. Después está lo otro: los revolucionarios paran en el liceo de Cerro Norte pero van a dar clases al de Carrasco. Son unos chupamedias de las clases altas y malos con los pobres.

Hace pocos días, en una columna de Búsqueda, te referiste al discurso “ideologizado” del feminismo sobre el patriarcado. ¿No te cuadra el concepto de patriarcado?

Ese término me rompe las pelotas. Cuando se dice que el feminismo “es de izquierda o no es” ya empiezo a preguntar cómo es esto. ¿Las mujeres de derecha no sufren los mismos atropellos? Mirá, cuando voy de noche por una calle y viene una mujer de frente, cruzo porque sé que ella tiene el miedo en el cuerpo. Yo sé que son víctimas aun cuando no lo son. Nadie me lo va a decir: tengo dos hijas, les ha tocado vivir cada cosa... Soy consciente de todo, pero en el momento de trasladar el discurso, no me fumo eso. No me fumo que separen a los hombres, que son parte del problema; no me fumo que no admitan que ellas son igualmente violentas que los hombres, solamente que, como son más frágiles, les pegan a los nenes. El 60% de los pibes de este país sufre violencia, por los padres y por las madres. La violencia que tienen hombres y mujeres la canalizan con los más débiles. Entonces, no me fumo que se deje de lado todo lo que es discutible sobre el comportamiento de las mujeres y del feminismo.

“¿Me hablás de ‘patriarcado’? Yo no me siento comprendido en un sistema, parte de un engranaje”.

No te gusta la palabra “patriarcado”, pero hay una estructura. Por ejemplo, hace menos de 100 años las mujeres tenían prohibido hacer algo tan básico como votar, y no era por culpa de ellas. ¿Cómo le llamás a eso?

¿Sabés a qué me hace acordar esto? A cuando el marxismo le decía “la pequeña burguesía” a la clase media. A nadie le gusta que le digan así. Decime otra cosa para que yo tenga una mayor empatía a aceptar eso. ¿Me hablás de “patriarcado”? Yo no me siento comprendido en un sistema, parte de un engranaje; soy consciente de que no lo soy. Me parece que el lenguaje es muy importante en la transmisión del problema. Entonces, es un error utilizar esos términos agresivos, me hacés sentir parte de una organización. Los problemas no se resuelven en lo colectivo. Es como la libertad: no creo que esté dada, se conquista uno a uno. Y me parece que a estos machistas los conquistás uno a uno; si les das una hidra de mil cabezas que sólo se resuelve cuando mataste a todas las cabezas, estás en un error. Hay que convencer uno a uno, y si los individualizás como parte de una organización, siento que eso me retrae.

Ya que estamos: en Búsqueda escribiste una columna a raíz de todo lo que sucedió con el periodista Ignacio Álvarez en las últimas semanas. ¿Para vos estuvo bien que él pasara al aire, en su programa de radio, los audios íntimos de la mujer que denunció haber sido violada por tres hombres en un apartamento del barrio Cordón?

Si la mujer fraguó todo y mintió, estuvo bien; si no lo hizo, estuvo mal. Con el diario del lunes todos somos Pelé. Yo no lo hubiera hecho, lo hubiera hecho de otra manera: hubiera dicho todo lo que se decía ahí sin pasar los audios. Pero no juzgo a Nacho desde el lugar que muchos lo hacen, porque si se demuestra que la mujer fraguó todo... Acá, de un lado tenés el honor de la mujer, y del otro, la libertad de dos o tres pibes; es un equilibrio difícil de decidir, entre el honor y la libertad. Hay corporaciones para defender el honor de la mujer, todos los grupos feministas. ¿La libertad? No hay grupos en defensa de la libertad de quienes ven violada su libertad, eso se disgrega mucho. Repito: no lo hubiera hecho de esa manera, pero entiendo por qué lo hizo y que puede haber razones profesionales para hacerlo. Está en juego la libertad y hay un montón de informaciones que ponen en tela de juicio la versión de la mujer.

Por ahora, la Justicia...

Va en el sentido de formalizarlos, de que la mujer tenía razón. Ahora, si en otros planos tenemos el coraje suficiente para decir “aunque la Justicia haya fallado, nosotros creemos que es inocente”... En este caso, no va a haber nadie que tenga los huevos para decir “aunque la Justicia haya fallado, creo que los muchachos son inocentes”. Y eso es una demostración de cómo esta cuestión de lo sexual, del feminismo, nos está condicionando la libertad de equivocarnos. Ah, que el violador de los derechos humanos quedó libre “pero es culpable”, que el político Fulano del FA o del PC fue procesado “pero nosotros reivindicamos su inocencia”. ¿Quién va a haber acá que reivindique la inocencia de los muchachos porque la Justicia se puede haber equivocado? No lo va a cuestionar nadie, porque están todos acobardados... Yo me pongo del lado de la víctima en primer lugar, pero sabemos cómo es esto. Conozco casos reales de la mujer diciendo que el marido la maltrató, solamente para sacarle a los hijos. Entonces, ponerse del lado de la víctima no es siempre ponerse del lado del bueno; la víctima puede ser un ser despreciable. Yo me he sentido en la obligación moral y ética de considerar que hubo represores y violadores de los derechos humanos a los que les metieron delitos que no fueron comprobados. Un policía, a quien yo respeto mucho, me dijo: “Si yo llevo estas pruebas para un homicidio común, el juez me saca a patadas en el culo, y a este lo mandaron en cana”.

El pasado reciente se empezó a investigar de manera más sistemática y profunda recién en los últimos años. Eso complejiza aún más la situación. De hecho, dentro del periodismo tampoco es que en 1986 todo el mundo hablaba del tema.

No, ahora todos somos defensores de los derechos humanos... A mí me pasó que por lo menos no hurgaba en esos lugares, no me parecía un tema para dedicarme. No es que no me parecía importante, sino que no dedicaba tiempo a un tema que era extremadamente... Yo tengo que reconocer a tipos como Roger Rodríguez, que desde el comienzo se metió y se metió. Me saco el sombrero por eso. Después era mucho más fácil.

Sos detallista con las palabras y te referís al feminismo como “corporación”. Cuando escucho esa palabra pienso en Microsoft. ¿No hay algo peyorativo al usar ese término?

No, es un grupo con intereses comunes que se defiende a sí mismo. El desvío se da cuando un miembro de la corporación saca la pata afuera de la ley y la corporación tiende a encapsularla y a minimizarlo. Sí, yo creo que es una corporación, y cuando cierran filas atrás de un periodista en función de lo que parecen ser sus intereses, se convierte en una corporación. No le tengo miedo a la palabra. No lo digo en el sentido negativo, creo que el hecho de ser una corporación a veces te lleva hacia eso.

¿Te quedó algo de tu militancia en la UJC (Unión de la Juventud Comunista)?

Me quedó que pude transitar por adentro de una organización política, porque nunca lo había hecho desde el punto de vista de la militancia. Me quedó que los comunistas no son solamente una caja cuadrada que piensa como un orate, que ahí adentro hay mucha más vida, hasta que un día llegué a una reunión y dije “¿podemos hablar de la Primavera de Praga?”...

¿Creés en la lucha de clases?

Creo que hay clases y que hay un enfrentamiento de clases que no se está dando en los términos en que [Karl] Marx lo propuso en su momento. El mundo ha cambiado, hay cosas que Marx no previó que ocurrieran. Pero cuando veo que la clase política, que es la que puede hacer, llega a un punto en el que la abrumadora mayoría manda a sus hijos a la enseñanza privada... Es un acto de inmoralidad que a mí me daría una vergüenza tremenda. Esa educación pública, de cuyo funcionamiento ellos son responsables, es el fracaso más absoluto y salen a reivindicar que está mejor. Si está mejor, mandá a tu hijo ahí, hijo de puta.

Te obsesiona el tema de la educación.

Me enferma.

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