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Madres e hijas: Jumpy, de April de Angelis, en el Circular

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Leído por Mathías Buela.
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Volver al Circular siempre tiene algo de cálido; de llegar a un lugar que recibe con el alma pura, aunque llena de historias. Al ingresar a sala nos topamos de golpe con un espacio demarcado por el color anaranjado, que lo toma todo. En un rincón, sobre el límite escénico, un sillón del mismo color. Desde fuera de la escena se oye una guitarra y a unos jóvenes cantando, como en un fogón. Entre el color y las canciones reconocidas, en ese rato (para mí, demasiado largo) antes de comenzar la obra se me representó por un instante Hair (Milos Forman, 1979). Tal vez fue el ambiente, porque en cuanto empieza se hace visible que estamos en el presente, con la estética y los códigos de nuestra época.

A través de ese espacio despojado se va dibujando una historia cotidiana y reconocible si nos detenemos sólo en el cuadro de las familias —heteronormadas— que deben lidiar con hijos adolescentes en un tiempo en que el goce del sexo y la construcción de la identidad de esos jóvenes juegan un papel de distorsión del universo de los adultos. Sin embargo, ese relato existe para enmarcar otra línea, que parece subyacer aunque instala una cuestión que es relevante en el contexto. Los adultos son cincuentones en crisis de edad. Pertenecen a esa generación que navega entre ser los adultos a cargo, con una edad limítrofe con la vejez, y sentirse aún jóvenes, posibles, con ganas de atreverse y con todas las dudas que impactan en su realidad material.

Entonces se les desacomoda la estructura y aparece la separación, o el recurso de darse un tiempo. Aparece, también, la necesidad de recuperar el cuerpo deseable para otro y la posibilidad, aún, de vivir fuera de lo que se les ha determinado culturalmente.

La rebelión adolescente que acompaña ese conflicto es el perfecto contrapunto para empujar a esos adultos de 50 que, mientras cumplían sus roles, se habían olvidado de sentir.

La dramaturgia de April de Ángelis juega con la tensión del dolor humano, con el humor del proceso, y convierte una historia simple en una advertencia para toda una generación: es ahora, no hay tiempo que perder.

El elenco, todo, está perfectamente ensamblado, y debe ser así ya, que de otro modo la pieza caería. Paola Venditto construye su personaje desde la sensibilidad y con el talento al que nos tiene acostumbrados. Las actrices que hacen de adolescentes nos posicionan en el juego de la problemática generacional y lo hacen a través de la belleza de lo natural. Moré y Gustavo Bianchi, por su parte, sostienen muy bien sus roles de varones que representan un paradigma en deconstrucción. Mientras tanto, el personaje de la amiga, perfectamente entendido por la actriz Denisse Daragnes, aporta aire a los momentos tensos, no sólo a través del humor textual sino también con su lúdico manejo del cuerpo escénico.

Una obra con condimentos que la ubican entre las más destacadas. Una puesta sencilla. Buenas actuaciones y una historia que, aunque dentro del parámetro hetero y binario, habla de nosotros y de un tiempo que está cambiando.

Jumpy. De April de Angelis. Dirigida por Lucio Hernández. Con Paola Venditto, Gustavo Bianchi, Luana Bovino, Julia Cabrera, Denise Daragnés, Moré, Leticia Cacciatore, Thiago Hernández, Sebastián Martinelli. Teatro Circular. Sábados a las 21.00 y domingos a las 18.30.

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