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Antoni Muncadas.

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Sujeto crítico: Antoni Muntadas en Montevideo

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Español radicado en Estados Unidos y gran viajero, Antoni Muntadas es uno de los artistas multimedia europeos más activos: su incesante y aguda producción sobre la manipulación del discurso social, mass media, poder de las imágenes, choque entre público y privado y muchas otras inquietudes contemporáneas se ha explayado por medio de fotos, videos, instalaciones, sitios web y un largo etcétera. la diaria habló con él en ocasión de una reciente y extendida visita a Uruguay, llena de actividades.

Empiezo por tu método de trabajo: ¿cómo se dio tu uso de diferentes medios, a veces en la misma obra, algo que en la actualidad es moneda corriente, pero que hace décadas no era tan frecuente?

Yo siempre trabajo sobre la metodología de proyectos, o sea trabajo en proyectos, no les llamo obras, no les llamo piezas. Estos proyectos tienen un principio y un momento en que se presentan y se transmiten, pero más tarde se pueden revisar y continuar. Están, en general, muy en relación con el contexto y arrancan con una idea, luego hay una investigación fuerte, una serie de diálogos, encuentros, etcétera. El cómo siempre llega al final, nunca empiezo diciendo voy a hacer un video, una película, un libro, una instalación: es el mismo proceso de elaboración que lleva a definir el medio que se va a usar. Creo que el gran espectro de medios a disposición está ahí para ser usado, pero es según el proyecto que se escoge el medio que le corresponde. Hice un cambio a final de los 60, cuando de la pintura pasé a actividades, experiencias, acciones: se trata de artefactos que tienen la pretensión de ser activados, creo que es importante que la audiencia active la obra. A partir de ahí puedo trabajar en cualquier formato: trabajo en espacios públicos, en la red, etcétera. Esta selección del medio, que creo que se define de una manera bastante orgánica, está en relación con el posible público que lo va a ver; no es lo mismo leer un libro que ver una película o asistir a una exposición.

Antoni Muncadas.

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Yo en general hablo de dos espacios que me interesa trabajar, el espacio protegido del arte –las galerías, los museos, las escuelas de bellas artes, entre otros– y el espacio público –la calle, internet, la radio, la televisión–: son dos formas de afrontar la obra porque son contextos diferentes y eso también influye en el proceso.

¿En qué focalizás tus proyectos? ¿Qué función pensás que tiene el artista?

Yo me considero un artista postestudio. En los 70 hubo artistas que decidimos que el estudio, el taller, ya no era necesario, o por lo menos lo era como lo eran otras situaciones, no era prioritario. Como artista trabajo on the road, trabajo aquí en esta mesa, en el tren, en un hotel, todo sitio puede generar trabajo. Últimamente se necesita el wifi, pero lo demás no: no necesito el estudio para que venga la imaginación, la imaginación está en la calle. En cierta manera hay una generación que decide trabajar fuera del estudio, en un contexto abierto. Hay cierto nomadismo que nos caracteriza, el estudio lo llevás contigo. Claro, depende de lo que le interesa a cada persona; a mí me interesan los fenómenos contemporáneos, hablo de lo que veo, de la realidad, casi nunca me imagino nada, la cosa está ahí: es verla de otra manera, reorganizarla, recontextualizarla, repensarla, editarla. Así las cosas pueden ser percibidas diferentemente. Pienso que la función del artista es hacer visible lo invisible. Suena un poco pretencioso, pero simplemente cuando uno se pone a mirar algo con mucha atención, mucho estudio, surge. No se trata de ser crítico, sólo se ve lo que funciona y lo que no funciona. La parte crítica que aparece a partir de una reflexión o una investigación lleva a formas nuevas de ver y vivir las cosas.

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Quisiera hablar de tus actividades montevideanas. El tema del curso que diste en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo se llamaba “Museo imaginario personal”. ¿Qué entendés por eso?

Me baso en el libro de André Malraux El museo imaginario, que en inglés tiene una traducción muy buena, The Museum Without Walls, el museo sin paredes. Durante las cuatro semanas del seminario se ha planteado una propuesta de trabajo en que cada persona origine su propio museo personal imaginario. Dos personas me ayudaron en el taller, una de Bellas Artes y otra de Arquitectura, Guadalupe Pérez y Federico Lagomarsino. Han venido invitados al curso, como Pedro Livni, Pablo Uribe, Maru Vidal, Sebastián Alonso, Fernando Miranda y otros. Hicimos varias visitas a estudios e instituciones. Todos inputs y herramientas para nutrir los proyectos. El seminario acabará en junio, cuando se presentarán los resultados y tal vez se hará una publicación.

Presentaste también una obra en el espacio expositivo 8 ½ de Pedro Livni, en la calle Pablo de María.

Pedro me pidió una intervención. Su lugar no es una galería, no es un museo, es una vitrina al público, y tenía que tratarla con este espíritu. Hay una pregunta que está para adentro y para afuera y que tiene que ver con un vocabulario de preguntas que yo me hago –y que he hecho en mis cursos sobre metodología del proyecto en la Universidad de Venecia y, antes, en el MIT–: ¿Quién? ¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Para quién? y ¿Cuánto cuesta? “¿Cuánto cuesta?” es importante porque tenemos que acostumbrarnos a trabajar con poco y hacer mucho, no con mucho hacer poco. En contra de los “efectos especiales”, quedándonos con lo necesario.

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Para 8 ½ elegiste la pregunta “¿para quién es?”.

Porque hay una audiencia que pertenece al espacio interno, o sea el del white cube, que se interpela de la misma manera que la de la calle, pero seguramente el público del white cube responderá algo y el espacio público responderá otra cosa. Ese punto me interesa, porque crea una posible reflexión, una intriga a los que pasan por ahí. Pienso que el espacio público es un espacio de riesgo y que ver e incluso mirar no son lo mismo que percibir.

¿Qué más hiciste acá?

Aparte del taller y la intervención, se hizo una presentación del libro Muntadas. Con/Textos III con la compiladora, Victoria Sacco, una crítica argentina que vive en Barcelona. Yo introduje la charla hablando de mis últimos proyectos, en una forma comprimida, y luego ella explicó cómo articuló el libro. Es el tercero de una serie, luego de dos salidos en Buenos Aires en 2002 y en 2007, curados por Jorge La Ferla y Rodrigo Alonso. Es un reader, una recopilación de textos críticos sobre mi trabajo que se encuentran en periódicos, libros, catálogos, etcétera, reunidos para que estén en un mismo lugar, de más fácil acceso, ya que aparecieron en diferentes países e idiomas.

En tu obra te ocupás mucho de los mass media. ¿Cómo han cambiado?

Ahora es evidente que la gente está mirando más internet que televisión. El gran problema son las fake news, que son tremendas, porque a partir de estas noticias falsas se crean relatos que se dan por verdaderos, eso hace que todo el mundo de las noticias se tambalee. Nunca hay “la objetividad”, porque la objetividad no existe, pero antes, con diarios y televisión, al menos se tenía una información más cuidada, aunque obviamente viendo periódicos y otras fuentes de información de diferentes lugares, según los intereses, te cambia la realidad.

Además hoy entran en juego, con los social media, fuentes de información “personales”...

Internet ha servido para estar más informados, pero también para estar más desinformados. En internet la realidad está mal contada, traficada, manipulada. Tuvimos una esperanza con la televisión, en los 70, cuando apareció mucha gente tratando de ampliar la información, también con las radios libres, la televisión por cable, pero ahora todo eso se va al garete. La economía manda. Yo trabajé mucho el concepto de media landscape en mi obra, pero antes hacía una comparación entre el mirar por la ventana y ver una realidad y mirar la televisión y ver otra realidad; ahora dudáis de todas las realidades, hasta de la que estáis viendo.

Me hace acordar a tu idea de “subjetividad crítica”.

Sí, la trabajé mucho. Como te decía, no hay objetividad, no se puede creer que lo que dice CNN, NBC, BBC, o quien sea, es objetivo. Pero no podés quedarte con una subjetividad que no analice, creo que la subjetividad crítica ayuda a tener un discurso más analítico y ver con lo que te quedás. Porque finalmente es todo una cuestión de editing, creo que la vida es editing, nos editamos nuestras propias vidas. La selección, el montaje. El punto final. Por eso en Hollywood el final cut lo deciden los productores y no los autores.

Sos español, vivís desde hace muchos años en Nueva York, pasás tres meses al año en Venecia, viajás muchísimo. ¿Pensás que todavía hay diferencias fuertemente marcadas por el territorio, en la producción simbólica, o esa idea que circula de un “arte contemporáneo” global y un poco igual en todos lados tiene cierto fundamento?

Creo mucho en los trabajos específicos, hechos en un lugar para el lugar. Pasa siempre en mis obras, es el caso; por ejemplo, de mi último Manila, ¡que es Manila! No podría ser el mismo en otro sitio, por supuesto. Te tenéis que meter en cosas que te preocupan, que querés conocer, y no estoy hablando de originalidad, no es que el trabajo que estás haciendo tú no lo va a hacer nadie más –yo hice trabajos en los que me pareció más interesante que hubiese otra gente involucrada y que diese otras versiones–. Lo que me estimula es eso, más que obras formalistas, aunque no estoy diciendo esto es lo bueno y lo otro es lo malo. Pero me importan más los trabajos hechos para que la audiencia se preocupe, entienda más de un lugar, de una situación, que hagan pensar.

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