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En el Día del Idioma, repasamos cuatro libros que se centran en el lenguaje

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La palabra es protagonista este 23 de abril.

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Los “días de”, que se crean precisamente para poner el acento en determinados asuntos o colectivos, son una buena excusa para pensar la agenda desde otro lugar. Hoy, en coincidencia con el aniversario del nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, el mundo hispanohablante celebra el Día del Idioma. Aunque la lengua –en términos generales, no el español en particular– no es un tema tan recurrente como se podría suponer en la literatura infantil y juvenil, un repaso rápido conduce a un montoncito interesante y variado de libros.

Palabras al frente

En algunos casos, una palabra adquiere casi el estatus de personaje, como en Achimpa, de Catarina Sobral, en el que la autora desmonta la investigación lingüística –el desencadenante de la acción es el descubrimiento de una antigua palabra que desde hacía mucho estaba en desuso– para imaginar los efectos de la irrupción de una palabra desconocida, en una trama medio policial, medio periodística, que propone un juego constante con la materia lingüística. La pesquisa lleva a un viaje por las categorías de la lengua en el intento por ubicarla, por darle sentido. Lo que la lupa agranda en este caso es el funcionamiento de la lengua, cómo una palabra es adoptada por una comunidad, y cómo los intentos normativistas se revelan insuficientes para determinar el uso; no es inocente –y es una saludable toma de posición– que sea precisamente la hablante nativa –Zulmira, una señora de 137 que es la única que recuerda haber usado esta palabra alguna vez– la primera en ser consultada, y la última. Con el motor de las preguntas y de la curiosidad, Achimpa abre la cancha para pensar en eso tan natural a nosotros, tan de todos los días, y como la fascinación por las palabras y los misterios que encarnan no tiene fin, termina con una nueva pregunta que invita a seguir.

También Kazurá. Un manifiesto infantil, de Agustina Tocalli-Beller e Inés Hüni (Kirikoketa, 2014), juega con una palabra inventada. En este caso, las autoras cuestionan, desde la perspectiva infantil, que los buenos modales se definan en el uso de un par de palabras que adquieren una entidad casi mágica: el famoso “por favor”, junto con su fórmula compañera “gracias”. Desde una postura rebelde frente a esta imposición idiomática, “Kazurá” surge en la narración como el opuesto: la palabra para expresar la disconformidad; “kazurá” se grita, se esgrime como respuesta airada, resume todo lo que el mundo adulto prohíbe decir a los niños y, afortunadamente, también puede ser discutida.

Palabras en viejos libros

Y de postre... una esdrújula pone desde el vamos el tema sobre el tapete: este libro se va a centrar en las palabras. Pero a no engañarse: no se trata –por suerte– de un libro sobre las esdrújulas, sino de una historia de varias capas. Por un lado, es un homenaje a los libros viejos, esos que “con el tiempo se han convertido en el hogar de pequeños bichos”. De la mano de estos bichitos propone un viaje a la historia de los libros, que a un tiempo se erigen en monumentos de historia legendaria y en hogar de criaturas microscópicas que cavan túneles; el punto de vista externo permite observar a los humanos, los lectores, con mirada extrañada. A medida que pasan las páginas –las del libro que tenemos entre manos y las del libro protagonista de la historia–, se abre un universo de vida propia, un bestiario de seres diminutos que se alimentan de lo que los libros ofrecen. En ese recorrido, tanto la materialidad del papel como la lingüística son el alimento de los bichos y la argamasa que moldea el autor para jugar con las palabras y regalar un texto en el que forma y contenido se confunden y las palabras –minuciosamente elegidas– son esencia.

Mucho más que “hola” y “chau”

En El libro de los saludos, Arianna Squilloni hace un recorrido por las distintas formas del tan cotidiano y aparentemente anodino acto de saludar. Lo que subyace a estas páginas es una investigación minuciosa, antropológica, que pone el acento en lo diverso y en un abordaje que desborda lo lingüístico e incluye los gestos y las acciones, el movimiento. Rico en información y datos curiosos que mantienen al lector atento, se detiene en detalles significativos que ponen de manifiesto no sólo la historia que las maneras de saludar tienen detrás, sino el mundo de relaciones que denotan. Para muestra, un botón: el “ciao” con el que se saluda en italiano significa “esclavo” en el dialecto de Venecia; además de actualizar el saludo con el que los antiguos mercaderes venecianos, esta pequeña palabra denota que la persona que saluda se está poniendo a disposición de su interlocutor. Palabras para saludar, pero también, besos de distintos tipos y en distintas cantidades, estrechadas de mano y hasta el codito poscovid aparecen en estas páginas, que se pueden recorrer en el orden propuesto o en el que se desee, empezando por donde la curiosidad indique. Esta minucia del saludo, que incluye una propuesta de bibliografía para aquel que se entusiasme y quiera seguir, se sustenta en la fascinación por lo diverso y lo que nos une, y en estas fórmulas que, lejos de ser vacías, “vehiculan lo que pensamos de los desconocidos, transmiten la visión que tenemos de los seres humanos, de lo que cuenta a la hora de estar con otra persona, de lo que pensamos acerca del lugar que cada uno ocupa en este mundo”.

Como lectura cercana que se ubica también en la maravilla por el universo de la traducción –y la delgada línea de lo traducible y lo intraducible–, aparecen los dos títulos de Ella Frances Sanders en Libros del Zorro Rojo: Lost in translation. Un compendio ilustrado de palabras intraducibles de todas partes del mundo, y Lost in translation again. Un compendio ilustrado de expresiones curiosas de todas partes del mundo. Para dejarse llevar y perderse.

Idiomas inventados

Aunque ya lo había reseñado muy brevemente para estas páginas con motivo de su inclusión en la Biblioteca Ceibal, era inevitable volver a Tilín-tilín, de Nadia Giuliese y Mundial. Este libro ilustrado nace del amor a la lengua, de una sensibilidad particular por el sonido de las palabras y por esa maravilla que es la comunicación. Un visitante extranjero que habla un idioma desconocido para la niña de la casa es la ocasión de una manera de comunicarse que se basa en la imaginación, el juego con la música de las palabras, la empatía y la construcción de un canal personalísimo. Texto e ilustraciones dialogan y se entreveran para dar vida a unos personajes que aprenden a comunicarse con los ojos, con la voz y con el corazón. “Tilín-tilín” es una palabra que los protagonistas de esta historia deliciosa inventan para crear un lenguaje propio, para echar por tierra las dificultades para comunicarse. Es, además, la forma en que se las ingenian para definir un nosotros.

Repiten

También se centran plenamente en la lengua y, aunque los reseñamos acá exhaustivamente, no pueden faltar hoy. Vaya la recomendación y el link.

¡No hablemos de piratas! Una aventura para leer y escribir, de Silvia Soler, Silvana Tanzi y Denisse Torena. +Cerca Ediciones y Ediciones de la Banda Oriental, 2015. 72 páginas. https://ladiaria.com.uy/articulo/2016/1/de-bichos-y-piratas/

El palabrero, de Alejandro Sequeira, Cecilia Ratti y Marcos Robledo. Ediciones de la Canoa, 2021. 168 páginas. https://ladiaria.com.uy/cultura/articulo/2021/9/invitacion-a-jugar-el-palabrero-y-el-lenguaje-como-experimentacion/

Achimpa, de Catarina Sobral. Limonero, 2015. 36 páginas. $ 590. Y de postre... una esdrújula, de Mario Chavarría González y Marcela Calderón. Amanuense, 2018. 32 páginas. $ 490. El libro de los saludos, de Arianna Squilloni y Olga Capdevila. Abuenpaso, 2020. 62 páginas. 62 páginas. $ 1.150. Tilín tilín, de Nadia Giuliese y Mundial. Alter, 2018. 32 páginas. $ 550.

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