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Alfredo García.

Foto: Federico Gutiérrez

Alfredo García: “En Esta boca es mía nunca me censuraron”

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El periodista y panelista habla de política, comenta sus largas entrevistas y predice quién será el próximo presidente.

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Aunque en esta ocasión su rol será de entrevistado y no de entrevistador, Alfredo García desenfunda un pequeño grabador digital y lo apoya sobre la mesa del bar de turno. No se confundió: comenta que suele registrar cuando lo entrevistan para luego analizar qué fue exactamente lo que dijo, porque a veces se deja llevar raudo por la autopista de la verborragia, como cuando oficia de panelista en Esta boca es mía. No suele repasar los programas, pero a veces lo hace para escuchar qué dijo, sobre todo cuando se arma revuelo; por ejemplo, cuando lanzó que la bandera de Uruguay “es un trapo”. “El país es la gente, no la bandera. Es un símbolo, pero la idealización de la bandera me parece una estupidez”, afirma.

Además de la bandera uruguaya, García conoció bien de cerca la de Suecia y a su gente cuando se exilió entre 1975 y 1983. Durante dos décadas trabajó en la industria farmacéutica como visitador médico y encargado de marketing. En 2004 fundó el semanario Voces, en el que suele hacer entrevistas larguísimas, al ritmo de su verborragia. Se considera de izquierda y frentista, bien frentista. “¿Más frentista que yo? Nadie, ni Seregni”, dice, acelerando por la autopista. Los dos grabadores están listos, así que empezó la entrevista con la diaria.

¿Qué te dejó haber vivido en Suecia?

La valoración de la democracia y del papel de la prensa libre y plural. De eso me di cuenta después, cuando volví para acá. La democracia funciona realmente en toda su dimensión, al grado de que vos, como ciudadano, podés ir a la oficina del primer ministro y decir “quiero ver los mails que recibió el primer ministro hoy”, y te los dan. Los diarios más importantes son liberales; sin embargo, la izquierda de todo el espectro escribe en ellos, sin ningún tipo de problema, y los grandes debates en la prensa son maravillosos. Esas fueron las grandes enseñanzas que me dejó. Aparte de muchas más, como que en Suecia me volví feminista, obligado...

¿Por qué?

Porque la sociedad sueca de por sí era muy igualitaria, al grado de que me sorprendían cosas que para ellos eran totalmente naturales, como el sauna mixto. Yo llegué en 1975, así que, imaginate, acá eran épocas oscuras. Estuve saliendo con una sueca y un día me dijo “vamos a la casa de mis papás, pasamos el fin de semana allá”, y cuando llegué, iba a dormir con ella en la habitación que estaba al lado de la de los padres... Eso me chocó, de pacato que era yo, por la sociedad en la que venía. Me di cuenta de que la mujer realmente logra la igualdad porque logra la inserción en el mercado de trabajo, y el tema de las guarderías es fundamental para darle posibilidad a que trabaje y se desarrolle libremente. Mi compañera sueca de aquel momento, que es la madre de mis hijos –de la que después me separé–, era militante de izquierda y feminista, y aprendí pila.

¿Fue allá que te empezaste a volcar al periodismo?

Mi primera nota la hice desde allá, en 1981, una entrevista a [Augusto] Roa Bastos para Opinar. Quise hacer la escuela de periodismo allá pero había examen de sueco, y yo lo hablaba bien pero como extranjero, como los alemanes que hablan español acá... Era sueco españolizado, nunca iba a poder competir con un sueco en el idioma, entonces desistí de estudiar periodismo en la universidad de allá. Empecé a escribir en diarios locales de Suecia, de sindicatos, y en Uruguay escribí en Opinar y Opción, y cuando volví me volqué más de lleno. No trabajé full time en periodismo hasta que saqué Voces, siempre lo tenía como alternativa.

Voces arrancó en 2004, poco antes de que el Frente Amplio (FA) asumiera el gobierno nacional por primera vez. ¿Fue casualidad?

No. Nosotros pensábamos que el FA ganaba, queríamos apoyar ese triunfo y no encontrábamos medios en los que sentirnos cómodos para opinar. En aquel momento había poca cosa de izquierda. Estaba Brecha, que era muy selectivo, no era fácil escribir ahí, y no había mucho más.

¿La República?

¿Era de izquierda? Tengo mis dudas. Creo que La República hizo mucho camelo con la izquierda, pero en realidad era un gran negocio de su fundador [Federico Fasano]... Soy de los pocos que no pasaron por La República. 90% de los periodistas veteranos pasó por ahí. Para mí es una medallita eso.

Decís que armaron Voces para apoyar al gobierno del FA. ¿No es discutible desde el punto de vista periodístico? O sea, eran oficialistas.

Ser oficialista es muy difícil y un embole. Nosotros como oficialistas fuimos bastante malos, porque le dimos con un caño al FA tantas veces... y se calentaron con nosotros. Lo que queríamos era hacer un medio de difusión de ideas y de debate de izquierda; aparte, rompiendo el paradigma ese de que el periodismo es objetivo, ecuánime, equidistante... Como los periodistas deportivos, que nunca dicen de qué cuadro son; son todos manyas o bolsos, pero ninguno lo dice. Lo mismo acá: “No, yo soy periodista, no me defino”. Verso. Todos tenemos ideología y siempre la trasuntás, en la elección del entrevistado, las preguntas que le hacés y la nota que querés escribir. Desde ese punto de vista, todos somos impuros.

Pero ¿no hay una diferencia entre ser de izquierda y ser frenteamplista?

La izquierda en Uruguay es mayoritariamente frenteamplista; hay gente de izquierda que está fuera del FA, pero es una minoría. El FA es la síntesis de la izquierda. Yo me considero frenteamplista, pero digo “frentista” porque nosotros en 1971 le decíamos así: “del Frente soy yo”. Hay gente, sobre todo de ultraizquierda, que está fuera del FA, pero son segmentos minoritarios que no inciden en la vida política. Y hay gente que no es muy de izquierda que digamos, pero se identifica con el FA porque es un buen carro para subirse. Como decía un filósofo local: te tenés que tragar muchos sapos y culebras.

¿Cuáles fueron esos palos que decís que le dieron al FA?

A Salud Pública, siendo María Julia Muñoz la ministra, en el primer gobierno: sabíamos de una licitación grande que venía y estaba medio arreglada, hablamos con el ministerio, le dijimos, no nos dieron bola; entonces, la tapa fue el símbolo de El Padrino, de las manos que mueven [la marioneta], y decía “Salud Pública: ¿cosa nuestra o cosa nostra?”, y era una denuncia de uno de los compañeros que trabajaban en ese momento en el semanario, y se armó flor de revuelo. Nosotros les habíamos advertido, y el que avisa no traiciona. No dieron bola, lo denunciamos, después medio que se controló. Otra fue el libro que hice sobre el Pepe [José Mujica, Pepe coloquios, de 2009], con el que poco menos que me volví un operador de [Luis Alberto] Lacalle [Herrera]. Me acuerdo de que en esa campaña electoral ya tenía contratada publicidad del FA y me la suspendieron porque era el traidor. Nunca entendieron Pepe coloquios. Lo divertido fue que cuando le llevé el libro al editor, [Edmundo] Canalda, que conocía a Mujica tanto como yo, lo leyó y me dijo que no le parecía nada del otro mundo, pero para mucha gente eso era “Mujica recargado”, estaba todo junto en un libro.

Foto: Federico Gutiérrez

Fue cuando se armó revuelo porque en ese libro dijo, entre otras cosas, que el Partido Socialista era “una máquina de conseguir cargos”.

Sí, pero antes habló del MPP [Movimiento de Participación Popular]. Tomaron eso, pero la frase previa era “tengo cada compañero que se me acerca con ambiciones”. Eso no me lo perdonaron, me costó sangre, sudor y lágrimas. Incluso, alguna gente empezó a boicotear al semanario Voces. Esa fue la crisis más grande. El libro salió en setiembre de 2009 y dije que iba a ganar [Mujica]. Además, yo estaba harto de que dijeran que Mujica “no sabe nada, es un burro, no tiene ideas”, por eso traté de mostrar que en realidad el viejo tiene un montón de ideas, pensamientos y lecturas. Como presidente fue un desastre, pero como pensador es buenísimo.

¿Por qué fue un desastre?

¿Aparte de la izquierda cosmética que hizo, de la ley del matrimonio igualitario y la ley de marihuana, qué más hizo Mujica?

¿Cómo “cosmética”? ¿No te parece bien que las parejas del mismo sexo tengan derecho a casarse?

Claro, pero es cosmético, no cambia. La frase “izquierda cosmética” no es mía sino de Hoenir Sarthou; me encanta y la uso. Hubo cambios que son importantes, pero no modifican la estructura fundamental. Los derechos para las minorías están muy bien, dáselos a todos, sin drama, pero no moviste las estructuras básicas de la pobreza, de la educación ni los medios de producción. Llenó mucho el ojo con toda una cuestión de la agenda de derechos, pero en realidad la estructura básica... Además, lo podría haber hecho; porque si alguien podría haber cambiado la estructura básica de este país era el gobierno de Mujica, que tuvo plata, mayoría parlamentaria y autoridad moral. ¿A Mujica lo van a acusar de agente de la CIA? No podés.

¿No es una utopía querer cambiar todo eso?

Hay cosas que no: la educación se podría haber cambiado perfectamente, y no la cambió; los asentamientos se podrían haber cambiado perfectamente, y no los cambio. ¿Cantegriles con un presidente tupamaro? Está brava esa, no se la perdono.

Vos militaste en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), ya en la reapertura democrática.

Sí, antes de la democracia en los GAU [Grupos de Acción Unificadora], o sea que estaba de punta con los tupas en muchas cosas. Y cuando volví estuve en la IDI [Izquierda Democrática Independiente], y cuando en la IDI quisieron marginar al MLN, que era ridículo, porque marginar al MLN de la izquierda era tapar no el sol con un dedo sino el universo, se rearmó el MLN y me integré, desde 1985 hasta 1989. Me fui porque empezó a primar la línea [Jorge] Zabalza, más militarista, y me di cuenta de que no iba por ahí. Hubo una puja interna muy fuerte, que al final terminó ganando la línea Mujica-[Eleuterio Fernández] Huidobro. Me fui y empecé a coincidir con [Danilo] Astori en muchas cosas, entre otras, la reforma constitucional de 1996, que la apoyé, milité por eso. Estuve un tiempo en Asamblea Uruguay porque pensé que podía ser una reforma de izquierda en serio, y después me di cuenta de que pecaban de muchos de los defectos de los partidos tradicionales: el amiguismo, el acomodo de la gente, etcétera; entonces, me fui y desde entonces soy totalmente independiente, no respondo a nadie.

¿Cómo estás viendo el gobierno de Luis Lacalle Pou? ¿Es lo que esperabas?

No esperaba mucho más... Ojo, hay que ver el tema de la pandemia: se comió ese choclo y lo manejó bastante bien, que no era fácil. Eso le trancó dos años su propio proyecto. Aprobaron la LUC [Ley de Urgente Consideración], con la que en algunos artículos yo estoy a favor y otros no –voté en blanco–. El alquiler sin garantías me parece bárbaro, porque conozco un montón de gente que no tiene capacidad para alquilar porque no tiene garantía, y ese verso del desalojo exprés todavía lo estoy esperando... Me parece que eso fue una cuestión de manijita. No comparto el tema del derecho a la ocupación [su limitación], para mí es una extensión del derecho de huelga, creo que es un error; y comparto gran parte de las medidas de la educación. Comparto lo que decía Eduy21, y este gobierno en cierta medida ha llevado lo de Eduy21, pero no totalmente, creo que se ha quedado corto. Al gobierno le faltan huevos para hacer la reforma educativa. A Robert Silva lo respeto, me parece que es un docente que siente realmente. Es coloradazo, ideológicamente tenemos muy poco que ver, pero es un tipo que apuesta a la educación en serio.

Ya hace varios años que estás como panelista en Esta boca es mía, y eso te dio una visibilidad que no se logra en un medio escrito. ¿Cómo la llevás?

Es horrible. Porque yo ejercía el periodismo bárbaro: iba a cualquier lado y no tenía problema. El anonimato, que no te conozcan la cara, en el periodismo es una herramienta muy buena, y perder eso complica. En lo personal, no me dio mucho, porque para mí la popularidad es puro cuento. El que cree que ser conocido es ser popular... No tiene nada que ver, una cosa es que te conozcan y otra es que seas popular o querido.

Pero imagino que te paran las señoras en la calle y te hablan.

Sí, todas de 70 años para arriba. Tengo un club de septuagenarias maravilloso. Me paran para insultarme o para elogiarme. Pero estoy en Esta boca es mía por una cosa que dijo Lucía [Topolansky]: “Hay que ir a los programas bobos, que son los que mira la gente”. No creo que Esta boca es mía sea un programa bobo, sino que tiene un determinado nivel de público y van todos los políticos. En el fondo, se ha vuelto un lugar de debate ideológico, que es importante. Contribuye en algo –en algo, a veces es mucho circo– al debate imprescindible en una sociedad democrática. Nunca me censuraron, yo puedo hablar de lo que se me canta. Si mañana me dicen “de eso no podés hablar”, al otro día ya no estoy en el programa. Es un talk show, da la posibilidad de tomar temas de actualidad, sin mucha profundidad, porque no tenemos tiempo, pero por lo menos se plantean diferentes visiones.

¿Y hasta qué punto en eso del talk show a veces no se pasan más para el lado del show? Por ejemplo, en el ida y vuelta con Fernando Marguery.

Lo que pasa es que con Fernando nos llevamos muy bien en lo personal. Nos damos con un caño afuera y adentro de cámaras, no tenemos nada en común, pero nos llevamos muy bien. Yo lo propuse para el programa, o sea que tengo derechos de autor del engendro Marguery.

Sos el Geppetto de él.

No tiene corazón, igual que Pinocho, pero no es de madera. No vamos a comprarlo por bobo, porque no es. Aquel se calienta en serio y a mí me encanta hacerlo calentar. A veces se vuelve un poquito show de más, porque no hay tiempo para profundizar en los temas. Creo que deberíamos encarar algunos temas con más tiempo para poder darles mayor profundidad. Pero por ahora yo me divierto.

La principal característica de Voces es el formato de entrevistas larguísimas. ¿No les parece que a veces deberían acortarlas un poquito? ¿La gente las lee igual?

Si no las leen, se las pierden, problema de ellos. Voces es un periódico fundamentalmente de opinión. Nosotros no damos información porque no tenemos gente, todos los que laburan en el semanario son voluntarios, es el viejo estilo del periodismo “militante”. Yo no sé a qué votan, hay gente que ha venido y que no tengo la menor idea de si son blancos, colorados o de Cabildo, y tampoco me preocupa. La única cosa identitaria de Voces es la entrevista central. Somos los únicos que hoy por hoy seguimos haciendo esas entrevistas kilométricas. Las hacían María Esther Gilio, César di Candia, la patota de Guambia, y ahora las hace Voces.

Ponés ejemplos de allá arriba...

Y... son los maestros, estoy tratando de emularlos. Es difícil. Son los paradigmas de la entrevista, tratamos de seguir esa escuela. Nosotros no marcamos agenda. Yo te puedo decir el título de todos los diarios de mañana: van a decir lo mismo sobre tal tema, todo el mundo marca la misma agenda. Nosotros muchas veces estamos totalmente fuera de agenda. Nuestra identidad es la entrevista larga que trata de buscar gente interesante que hable sobre lo que le gusta.

¿Quién va a ser el presidente en el período que viene?

Yamandú Orsi. Es lo que deseo. Va a estar entre [Álvaro] Delgado y Orsi; para mí eso ya está definido. Y yo prefiero a Orsi, lógicamente.

Dame los números del 5 de Oro de mañana, ya que sabés todo...

No, yo dije que ganaba Daniel Martínez; le erré por 30.000 votos, no fue por tanto.

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