“Desde que tengo cinco años siempre hay algo que viene matando a la televisión y al cine, y no ocurre”, le dijo Christian Font a un amigo de su hijo que le comentaba que TikTok “mató a la televisión”. El comunicador, periodista, crítico de cine y murguista hace pocos meses debutó en el rol de conductor del programa de entretenimientos 100 uruguayos dicen, que se emite los martes a las 21.15 por Canal 12, en el que dos equipos –suelen ser familias– compiten para adivinar qué piensa la gente sobre equis tema. “No hay respuestas correctas, sólo populares” es la frase ganchera con la que lo publicita el canal.
Font levanta la bandera de la televisión abierta y para ilustrar cómo sigue siendo un medio trascendente pone un ejemplo ocurrido minutos antes de hacer esta entrevista con la diaria: “Cuando estacioné, el cuidacoches me habló de 100 uruguayos…, no de qué estoy viendo en Netflix o en HBO Max. Todavía el programa de entretenimientos –sea el formato que sea– tiene una cercanía que el on demand no genera”.
Otra actividad con una cercanía que no tiene el streaming es el carnaval, del que Font siempre fue más que entusiasta –salió en murgas, escribió libretos, etcétera–, aunque ahora lo encuentra un poco desencantado, por razones de las que habló en esta entrevista. De todas maneras, no descarta volver a escribir para carnaval, y agrega: “Lo que pasa es que el carnaval requiere una cantidad importante de tiempo y dedicación, y me gusta mucho estar en familia, hacer asados y ver películas, y estar a las seis de la tarde en la playa y pensar en que me tengo que ir a ensayar... Prefiero ser el pelotudo que aplaude cómo se va el sol a ser el pelotudo que se va cagar de calor en un ensayo; por ahora, no quiere decir que el día de mañana no cambie y haga un cuplé sobre los que aplauden la puesta de sol”.
Hace pocos meses empezaste en la conducción de 100 uruguayos dicen, en Canal 12. Hiciste de todo en los medios, pero es la primera vez que conducís un programa televisivo en horario central. ¿Cómo lo tomaste cuando te lo plantearon?
Con una enorme alegría. Para empezar, el formato me gustaba mucho. Yo me reconozco televidente de tevé abierta. Creo que –contrariamente a lo que los agoreros digitales pronostican respecto a la muerte de los medios tradicionales– la televisión abierta está en un momento de transformación interesante, y la televisión uruguaya también, con la adaptación de formatos. En este caso, 100 uruguayos dicen proviene de Family Feud, un formato [estadounidense] que tiene 45 años de experiencia probada en distintos países. Me divertía mucho porque varias veces me sorprendí viendo el programa y jugando, ya que tiene una cosa de gran charla de boliche. Los temas no son grandes dilemas de la humanidad, pero son esas notas costumbristas sobre las que todos tenemos una opinión. Al mismo tiempo, este año también participé en el guion. Fue uno de los pedidos que le hice al canal cuando me llamaron: que me encantaría trabajar en la preproducción, es decir, estar involucrado en la redacción y en el pienso de lo que va a ser la interacción con los participantes. Entonces, me hicieron nexo con Fernando Trotta, hijo de Alejandro Trotta, figura histórica de Canal 12, que es el guionista de la versión argentina, que hasta hace poco condujo Darío Barassi, y trabajé bárbaro con el loco, peloteando.
¿Y cómo lo viviste desde adentro, luego de ser televidente?
En las grabaciones fui comprobando varias cosas: que el formato está muy bueno, que me divierto mucho y que hay mucha gente ávida de participar, sobre todo del interior, y con motivaciones muy distintas, como tratar de reunir la plata para un viaje, para una gran reunión o para un reencuentro familiar. También está el caso de un señor de Minas que pasó por un cuadro bastante severo de covid: mientras estaba internado veía el programa y se había jurado que si se recuperaba venía a jugar, y lo hizo. Además, van a pasar cosas muy tremendas en la edición de famosos –donde la producción jugó algunas cartas–, que las veremos dentro de un par de meses. Por ejemplo, un programa en el que van a participar drag queens, hombres y mujeres trans, y personas que obviamente tienen todo el derecho a venir a jugar y divertirse, pero que quizás al público en general les resulte extraño verlas en un programa de entretenimiento familiar de horario central. Por otro lado, van a jugar dos partidos políticos. No recuerdo que haya ocurrido que en un programa de entretenimiento dos equipos representen a dos partidos políticos, con diputados y secretarios de algunos ministerios: Frente Amplio versus Partido Nacional.
¿Cómo estuvo ese programa?
Rápidamente encontraron, en la cosa costumbrista del día a día, muchas más cosas en común de las que podrías pensar que tenían. Es más, terminamos sacándonos una foto todos en conjunto y dijeron que estaban dispuestos a jugar la revancha si hay una nueva temporada. La verdad, fue de las cosas que más disfruté hacer, y lo vamos a ver a lo largo de este ciclo.
¿Las respuestas correctas se definen en base a encuestas?
Sí, está auditado por Cifra. Una vez que se hace toda una selección de preguntas, se llevan a la consultora, que hace el estudio, y muchas veces te encontrás con respuestas muy insólitas, o la que te parece más obvia es la que aparece última o la que no aparece. Me acuerdo de que en el ciclo anterior, que conducía Maxi de la Cruz, una consigna fue “famosos del mundo del espectáculo que se llaman John” y estuve cinco minutos gritando “Travolta”. Claro, ese era mi John, pero obviamente iban apareciendo Lennon, Wayne, etcétera, hasta que apareció Travolta.
Cada vez que voy al cine y veo los avances de películas nuevas me da la sensación de que todo es más o menos lo mismo: Marvel, superhéroes, explosiones, cosas volando y afines. ¿Te pasa lo mismo?
Las franquicias sin duda copan la atención, con un mecanismo que no es nuevo, un bombardeo salvaje de difusión y de todo lo que va añadido a la película: el merchandising, sale una hamburguesa que se llama Capitán América, todo lo que quieras. Lo que me parece muy jodido del bombardeo de franquicias es que les saca posibilidades a las películas independientes, las latinoamericanas o incluso a algunas mainstream chicas. Viene Avatar y no se estrena más nada. El día que se estrenan Los Vengadores o Spiderman no podés competir porque van a comerse 90% de la exhibición. Antes –capaz que porque había más salas– había un poquito más de equidad en el reparto y el cine no competía contra tanta oferta; ahora es grosero. Yo las voy a ver, obviamente, porque las disfruto junto con mis hijos, pero me impacta entrar al hall de un complejo y ver que de diez salas hay ocho con la misma película; es agotador.
¿Te entretenés igual con ese tipo de películas que con una de Quentin Tarantino o de los hermanos Coen, por ejemplo? Viste que Martin Scorsese hace un tiempo dijo que los films de Marvel no eran cine y armó revuelo.
Me parece una discusión bastante inútil, que parte de una dicotomía con la que tampoco adhiero, la de “cine arte versus cine de entretenimiento”. El entretenimiento es algo que me apasiona desde siempre, conceptual y filosóficamente, y para mí puede ser perfectamente [Michelangelo] Antonioni, [Luis] Buñuel, los Coen o Tarantino. Lo que sí hay en el cine de los grandes realizadores o de los realizadores autores es un afán de decir y de transcender mayor que el de muchas franquicias, que dan un producto muy bien hecho, muy divertido y demás, pero que no sentís que te vaya a cambiar el juego. Y supongo que también va en la etapa de la vida en la que te llegue. El mayor de nuestros hijos tiene 16 y medio, que es la edad a la que yo vi Pulp Fiction, pero mal podría yo decir que fui afortunado y él no: él reaccionará a la oferta de su época y después, si quiere, irá a buscar Pulp Fiction, que está en todos lados.
¿Fue la que más te pegó de las que viste en el cine?
Fue algo removedor. Yo era un adolescente muy cinéfilo; terminó la película, en el Trocadero, y me abrió una puerta, por la narración saltándose la cronología, pero sobre todo por los diálogos, la música y esa cosa muy perturbadora que tiene Tarantino cuando filma de día, que lo hace muchísimo; es mucho más perturbador de día que de noche, pongo el ejemplo de la ida del personaje de Brad Pitt para adentro de la casa de la secta en Había una vez en Hollywood. Lo que me pasó con Pulp Fiction es que salí de ahí preguntándome cuándo la podía ir a ver de vuelta. La fui a ver con un grupo de amigos, salimos del cine para cenar una pizza y yo no paraba de hablar de la película. Todos los días la película volvía y crecía, a tal punto que a los pocos días me perdí una final del Apertura del Peñarol de Gregorio Pérez por ir a verla de vuelta, porque en ese momento era más importante Tarantino que el Marujo [Marcelo] Otero.
Hace dos años que estás en el programa de radio La pecera, de Azul FM, que conduce Nacho Álvarez, en el que hacés de todo. Álvarez ha llevado adelante algunos informes que fueron muy polémicos. ¿Cómo lo manejás cuando pasan esas cosas?
Nacho obviamente es el director del programa y cultiva un perfil muy alto. En el caso de los informes que han traído más polémica, los lleva adelante procurando no involucrar al resto del equipo, pero ocurre que, por cercanía, una vez que se instala la polémica, nos lleva puestos a todos, es medio inevitable. Lo que pasa con Nacho es, por un lado, lo que él es en el día a día y, por otro, lo que él proyecta: son dos caras de una misma moneda. En el día a día es un tipo que sabe jugar en equipo y que confía mucho en la gente a la que convoca. Si vos le decís que vas a hablar de tal tema, que capaz que puede percibir lejano, el tipo inmediatamente se interesa por saber por qué vas con esa insistencia y abre el juego. Obviamente, tenemos algo en común: nos interesa mucho lo masivo y lo popular. A mí me interesa muy poco todo lo que es nicho o gueto cultural o periodístico. No me interesa nada que sea para elegidos. Sabemos que La pecera tiene un espectro muy amplio de oyentes, y a pesar de que a Nacho se lo asocie naturalmente –por su perfil y sus opiniones– con la gestión del gobierno actual, con el que también ha sido muy crítico –pero podés percibir esa afinidad–, hay una gran cantidad de oyentes opositores. ¿Putean? Sí, pero son cero falta.
Hablando de lo popular: el carnaval que acaba de empezar es otro en el que no salís, pese a que tuviste ofertas para hacerlo. ¿Qué te está pasando?
Reconozco que vengo de ahí, me sigue interesando muchísimo, por lo popular y por la posibilidad de que sea un fenómeno itinerante, pero es como si volviera al barrio y lo encontrara tan cambiado que me costara reconocerlo. Siento que a veces las redes sociales permean tanto en la construcción de los libretos que ya se pierde todo tipo de apuesta y de riesgo, y además la gente va al tablado a corroborar lo que ya sabe o lo que ya cree del mundo, va a corroborar su propio pensamiento o a encontrarse con su propia tribuna. Cuando empecé a interesarme por el carnaval, de adolescente, había una cosa más intuitiva, más casera, más imperfecta, y yo disfruto de esa imperfección. Ir al tablado a corroborar todo lo que ya creo del mundo y todo lo que vengo recibiendo –algoritmo mediante– de quienes piensan como yo no me parece muy atractivo. Un amigo, murguista y cupletero, que tampoco está saliendo en carnaval desde hace unos años, me dijo: “Dejamos ir la metáfora, perdimos la metáfora; no hay juego, todo es bajada de línea”, y en ese sentido me sentí muy ajeno al último carnaval, el de 2022. Esto va más allá de a quién votes o con quién tengas cercanía ideológica.
¿Por qué?
Se dio la particularidad de que había un referéndum a la vuelta de la esquina [contra 135 artículos de la ley de urgente consideración, el 27 de marzo de 2022] y noté que una gran cantidad de murgas, sobre todo las que a mí me interesan, salieron para bajar línea. Está bien, es una apuesta y aparte yo brego por la libertad total de expresión, pero yo pensaba: “Loco, después de dos años en los que la gente la pasó mal, que perdió gente por la pandemia, perdió laburo y se le cerraron puertas, ¿cómo resignás el ir a hacer reír un poco?”. Y arriesgo que la gran mayoría de quienes escribieron los libretos ni habían leído los 135 artículos que estaban en discusión en el referéndum.
¿Vos los leíste?
Sí, en su momento tuve mi opinión a favor y en contra de algunos de ellos, pero no escribí en ninguna murga... Capaz que permea un poco mi formación periodística en eso de que como la cosa es tan directa y parece no tener contrastes, los repertorios no me generaron.... Ojo, de este carnaval no vi nada, porque empezó hace pocos días, pero ya escuché alguna cosa medio de rebote. Por ejemplo, escuché una pieza muy ingeniosa, que creo que era de Asaltantes con Patente, que arrancaba hablando del “blindaje”, que es algo que no comparto en absoluto. Tengo una buena opinión de Fernando Pereira [presidente del Frente Amplio], que lo maneja todo el tiempo, y se lo he dicho en persona. Aparte, la murga después empieza a enumerar una serie de cosas muy divertidas, que salieron todas en los medios; entonces, capaz que yo no entendí el juego simbólico, pero no me hables de “blindaje” cuando precisamente de todo lo que estás retratando te enteraste porque hay periodistas laburando.
Decís que a veces las redes sociales permean tanto en la construcción de los libretos que ya “se pierde todo tipo de apuesta y de riesgo”, pero si yo fuera letrista de una murga y veo que en los últimos meses se hicieron 549 chistes sobre Alejandro Astesiano en todos lados, sería un desafío mayor pensar qué chistes sobre el exjefe de seguridad de Presidencia puedo hacer que no se hayan hecho. ¿No te parece?
Pasó la prueba de admisión, en la que fui a ver la murga donde sale mi hermano [Xavier Font], Jardín del Pueblo –que está muy bien–, y todo el mundo me decía “todas las murgas hablan de lo mismo”. Eso fue en noviembre, y yo pensaba que es medio inevitable. Tiene una cosa desafiante pero medio perezosa al mismo tiempo: “Uy, tenemos que hablar de esto”, sí, pero el tema es cómo hablás de eso. En 2013, el año en que Pluna se fundió y pasó lo de la subasta, el señor de la derecha y demás, yo estaba en Diablos Verdes y decidimos hacer azafatas: estábamos adentro de un vuelo, entonces, la idea estaba allí sobrevolando –valga la redundancia– todo el espacio del repertorio, pero ¿cuánto ocupaba realmente el tema? Unos minutos. Álvaro García, exministro de Economía, ex director de la OPP [Oficina de Planeamiento y Presupuesto] y letrista de carnaval, una vez, tomando un café, cuando estaba escribiendo para Contrafarsa, me preguntó si tenía alguna idea como para abrir un poco el juego. Le comenté un par de ideas y me dijo algo que no se me olvidó más: “La idea está buenísima. ¿Cuánto estimás que se sostiene en el repertorio?”. No me había puesto a pensar en eso. Entonces, me parece que muchas veces lo que pasa en carnaval es que la idea está buenísima, pero capaz que Astesiano puede ser un bloque de seis minutos, una cuarteta, una mención o ni siquiera eso. No hay que sentirse obligado, pero obviamente tiene que estar. El carnaval del año pasado me aburrió, era como ver un spot de 45 minutos musicalizado de una campaña para un referéndum. ¿Sabés qué fue lo que pasó el año pasado?
Quedaste obsesionado con el carnaval de 2022.
No, no, volví a algo... Históricamente, todo el arte cuando lo convertís en propaganda baja el nivel. Y el año pasado vi más propaganda que otra cosa.