Según el filósofo escocés David Hume, las simpatías nacen y sobreviven con poca ayuda de la razón, y a pesar de su mala prensa, son capaces de dejar rastros nítidos en el camino de la historia. En sus estudios sobre los principios de la moral, las refiere como el resultado de un pacto íntimo entre dos existencias que, unidas, pueden crear algo nuevo.
La artista uruguaya Rasia Friedler menciona la escritura como la fundadora de sus otras inquietudes: las artes plásticas, la fotografía y el acercamiento al espíritu humano a través de la psicología. “Ahora están prácticamente todos decididos a preguntarse los nombres”, dice el final de un poema suyo, ubicado en el centro de un salón del hotel Hyatt Centric, donde, desde comienzos de junio, está instalada su exposición Umbrales, una continuación de Vidas en tránsito (su anterior muestra), en la que planta bandera a favor del espacio público como territorio válido de expresión artística, y reflexiona sobre la actualidad como un momento de crucial disputa entre “lo humano y los poshumano, entre la esperanza y el desencanto”.
Según la artista visual Jacqueline Lacasa, responsable del trabajo de curaduría, Friedler hace una “defensa de la imagen urbana”, al rescatar grafitis, pegatinas y murales pintados de una ciudad (podría ser Montevideo, podría ser Nueva York) como parte fundamental de sus retratos.
Debajo del poema, en el centro del salón y a pasos de la entrada, muy cerca del suelo, una serie de objetos de madera cortados a sierra contrastan con la abrumadora cantidad de significantes impresos en cuadros de colores vivos y trazos fugaces. La mirada no podrá evitar que el foco vaya hacia esas imágenes de acción, ubicadas sobre dos paredes enfrentadas. Mientras tanto, los objetos tridimensionales y de perfecta trazabilidad funcionan como un bálsamo quizás no deseado que capta nuestra atención con preguntas y por la natural admiración que provoca la tecnología como herramienta de trabajo cuando cumple con lo prometido.
La colección incluye restos de un mueble desarmado y desechos del tiempo, como un diskette y un disco de vinilo de miniatura, y se propone al visitante como un pliegue de la muestra.
Hacia el futuro, sin pausa
En un óleo sobre lienzo, una joven de gorra y ropa deportiva sonríe levemente mientras camina junto a una lluvia de grafitis, una línea gris podría ser el cable de un auricular por el que escucha música, o un gancho en la firma de un artista callejero. La fila de umbrales sigue con otras fotografías intervenidas a través del dibujo y el collage, sobre placas de cartón: un hombre en bicicleta, una mujer absorbida por su teléfono celular; otra, involucrada en la pintura fresca de un muro; otro, encorvado, carga la mochila de su uniforme de delivery. Los ojos de los protagonistas permanecen inmersos en asuntos y mundos ajenos a otras miradas. Gorras, capuchas y espaldas protegen sus siluetas en vestimentas para transitar por espacios amenazadores.
Una excepción rompe la serie. Dos jóvenes tirados sobre la vereda charlan sin apuro; uno de ellos tiene ojos claros. Tal como queda expresado en su poema, la existencia de los sujetos de esta narración está mediada por múltiples dispositivos y condicionamientos regulatorios, que apartan y distancian, casi hasta impedir un vínculo real. Los tags sobre los muros pueden ser escondites para expresiones no del todo permitidas por el entorno. Los nombres, pseudónimos y mensajes de formas casi ilegibles tensan la vida cotidiana como elementos algo incómodos, pero vivos.
Queda un cuadro más para encontrar y está ubicado en un espacio alejado. En este caso la creadora utiliza el collage en su forma más tradicional y caótica. Se trata de una imagen distinta al resto, y de una época fácilmente reconocible, igual que los signos retratados, para mayores de cuarenta años. Los trazos y los fragmentos de fotos confluyen y protegen el recuerdo de un suceso fermental de la historia y la cultura uruguaya. Los colores lúgubres y nocturnos se mezclan en las formas de un ornamento de concreto, y en números dibujados a mano.
Umbrales, de Rasia Fiedler. Hasta el 1º de agosto, todos los días de 9.00 a 21.00 en Hyatt Centric Hotel (Rambla República del Perú 1479).