La última grabación de Krapp, de Samuel Beckett, se estrenó a fines de 1958 junto a la primera representación inglesa de Final de partida. Escrita inicialmente para la BBC, la pieza se detiene en la desazón de un hombre viejo, Krapp, que registra en cintas magnetofónicas parte de su diario. En particular, lo vemos buscar una en la que se escuchará a sí mismo, 30 años atrás, narrando fragmentos de una historia de amor que no fue posible. Molesto por lo que escucha, se apresta a realizar una nueva grabación, en la que afirma: “Acabo de escuchar a este pobre cretino que tomé por mí hace 30 años. Difícil de creer que fuese estúpido hasta ese extremo. Gracias a Dios, por lo menos todo eso ya pasó”. Sin embargo, aquella historia de amor se resiste a desaparecer.
En 1958 Pepe Vázquez ya vivía en Montevideo, adonde llegó de su Treinta y Tres natal para terminar preparatorio. Si bien debía estar cursando estudios de derecho, pasaba el tiempo reunido con gente como Amanecer Dotta y Alfredo Zitarrosa, y se acercaba al teatro independiente estudiando en El Galpón. Pero en Cuba gana la revolución, y a comienzos de la década siguiente marcha junto a Dotta y Ugo Ulive, entre otros, para integrarse a las Brigadas de Teatro Francisco Covarrubias y girar por poblaciones campesinas llevando espectáculos teatrales. La experiencia cubana lo maravilla, pero allí también vive una situación casi apocalíptica cuando Estados Unidos descubre que en Cuba hay misiles nucleares soviéticos y la isla es sitiada por “un collar de barcos en el horizonte”.
A mediados de los 60 Vázquez vuelve a nuestro país y se integra al Club de Teatro, y allí conoce a Jorge Denevi. Bajo la dirección del Flaco trabajará en televisión (El flaco Cleanto, Telecataplum, Plop!) y en infinidad de espectáculos teatrales, desde Informe para distraídos (de Víctor Manuel Leites, estrenada en el Club de Teatro en 1968) hasta, justamente, La última grabación de Krapp, estrenada en mayo de este año en el teatro Solís.
También conoció en esos años a Imilce Viñas, el amor de su vida, con quien compartirá escenario, pantalla y exilio. La última dirección de Viñas fue en 2009, cuando trabajó para la Comedia Nacional en El suicidado, de Nicolai Erdman. En ese espectáculo Viñas dirigió a Pepe, ya integrado al elenco de la Comedia, quien representaba magistralmente a un pusilánime “representante de la crema social y cultural rusa”. A Imilce le diagnosticaron una enfermedad terminal durante los ensayos, pero decidió continuar trabajando y el espectáculo se convirtió en uno de los más celebrados de esa temporada.
El primer encuentro teatral de Pepe Vázquez con Beckett fue en 1975, cuando trabajó en Esperando a Godot, dirigido por Alberto Restuccia en El Tinglado. Fue uno de sus últimos espectáculos antes de marchar al exilio en Costa Rica. Vuelto a Uruguay en 1984, trabajó con El Galpón en Pluto (de Aristófanes, dirigido por Ruben Yáñez), Puro cuento (de autores varios, dirigido por César Campodónico) y Pepe el Oriental (de Milton Schinca, dirigido por Denevi). Luego vendrán años de temporadas teatrales que se nutrieron, en muchos casos, del trabajo en televisión. Quienes hemos pasado el umbral de los 40 crecimos viendo a Pepe e Imilce en el Telecataplum de los años 80 y su continuación, Plop!, hasta que el programa se dejó de emitir en 2001. En esos años, compartían pantalla con gente como Laura Sánchez, Ángel Armagno, Roberto Jones, Mary da Cunha, Silvia Novarese, Hugo Giachino, Diego Delgrossi o Franklin Rodríguez.
Poco después del fin de Plop!, Vázquez ingresó a la Comedia Nacional y uno de sus primeros espectáculos con el elenco oficial fue El viento entre los álamos, de Gerald Sybleyras, dirigido por Mario Ferreira. Compartía cartel con Jorge Bolani y Julio Calcagno, representando a tres viejos soldados retirados que pasaban sus últimos años en un asilo. La potencia y la ternura de esos personajes quedaron grabadas en la memoria colectiva, al punto que diez años después, cuando los actores ya se habían retirado de la Comedia Nacional, volvieron a montar el espectáculo en el teatro Alianza, agotando funciones y culminando con una función a sala llena en el teatro Solís.
Esa versión de El viento entre los álamos se vio potenciada por la vejez, como el propio Vázquez ha confesado, ya que los actores estaban cerca de la edad de los personajes. En esa línea de reflexión desde la edad avanzada también podemos incluir espectáculos como Aeroplanos, en 2017 (de Carlos Gorostiza, dirigida por Eduardo Cervieri), Final de partida (dirigida por Denevi en 2016) y esta Última grabación de Krapp.
Vázquez decidió retirarse de los escenarios con una obra estrenada el mismo año en que él comenzaba a formarse teatralmente y abandonaba la idea de estudiar notariado. Al final de la función del 19 de agosto, recordó su condición de “hombre de teatro”: alguien que ha estado toda su vida trabajando en el escenario, “que no sabe hacer otra cosa”. Como Krapp, Vázquez repasa su trayectoria, aunque la amargura no se apodera de él. El pliego extra que han tenido estas funciones pasa por la voz de Denevi, su compañero de más de 50 años. El director tuvo un accidente de salud después del estreno en mayo y, para tenerlo presente, Vázquez comparte con el público una grabación en la que Denevi habla de Krapp como una obra que lejos de ser pesimista se nutre de las posibilidades del amor, y que, en todo caso, señala los límites que impiden su desarrollo.
La potencia actoral de Vázquez se impone sobre sus limitaciones físicas para que esa reflexión escénica nos llegue como una experiencia imprescindible. Ya hace tiempo que, más allá de cada obra, verlo actuar es un valor en sí mismo.