Este lunes a las 18.30, en la Universidad ORT (Cuareim 1451) se cerrará el ciclo organizado por la Embajada de Francia en torno a la inteligencia artificial (IA). La actividad estará enfocada en el debate sobre la ética de su uso en el arte, con una charla y una muestra de trabajos con IA de estudiantes del centro educativo. La actividad tiene entrada libre, con inscripción previa obligatoria en la web de la ORT.
Entre los invitados a la charla se encuentra el francés Valentin Schmite, especialista en IA y cultura,e investigador y cofundador de la plataforma de IA Ask Mona, que organiza experiencias de aprendizaje en museos. Antes de su presentación en Uruguay, Schmite habló con la diaria acerca de la temática bien actual que lo trae hasta nuestro país.
¿Lo ha sorprendido el avance de la inteligencia artificial hasta este momento o era algo que podía imaginar?
La inteligencia artificial no nació ayer. Si rastreamos sus orígenes, está profundamente ligada al trabajo pionero de Alan Turing durante la Segunda Guerra Mundial y al desarrollo de las primeras computadoras programables. Sin embargo, la IA que vemos hoy, en particular la IA generativa con herramientas como ChatGPT o MidJourney, representa un capítulo completamente diferente en esta historia. Lo que me sorprende no son tanto los avances tecnológicos en sí mismos, aunque son notables, sino cómo estas tecnologías se han vuelto accesibles al público en general.
Y esa es la verdadera revolución: la democratización. Durante décadas, la IA estuvo confinada a los laboratorios de investigación, a las grandes empresas tecnológicas y a las élites académicas. Hoy ha entrado en nuestras vidas de una manera casi ordinaria. Cualquiera con un teléfono o una computadora puede interactuar con un modelo de lenguaje avanzado, crear imágenes con unos pocos clics o automatizar tareas complejas. Lo que hubiera requerido equipos de desarrolladores especializados hace sólo diez años, ahora está al alcance de todos.
¿De qué manera cree que la IA está ayudando a la persona de a pie, al ciudadano común?
La IA ya está incorporada en nuestra vida diaria, muchas veces sin que nos demos cuenta. Actúa como una extensión natural de las herramientas que ya utilizamos. Tomemos como ejemplo los correos electrónicos: lo que hoy parece mundano, una vez fue una revolución tecnológica revolucionaria. De manera similar, la IA se está integrando ahora en plataformas que conocemos, como Outlook, Excel o PowerPoint, mejorando sus capacidades. Por ejemplo, puede redactar respuestas automáticas, analizar datos complejos o generar presentaciones con sólo unos pocos clics. Estas aplicaciones aparentemente modestas revelan un inmenso potencial para agilizar tareas y aumentar la eficiencia.
Pero esto es solamente el comienzo. Los usos más creativos de la IA aún están por inventarse y ahí es donde radica el verdadero desafío. En Ask Mona estamos trabajando para imaginar interacciones innovadoras, como permitir que un visitante converse con una obra de arte, o ayudar a un estudiante a repasar sus lecciones utilizando herramientas inteligentes. Estos ejemplos demuestran que la IA no sólo tiene que ver con la automatización, sino que enriquece la forma en que aprendemos, trabajamos y creamos. El futuro que estamos dando forma con estas tecnologías es uno en el que no nos reemplazarán, sino que se convertirán en complementos esenciales para nuestra creatividad y humanidad.
¿Cree que las ventajas superarán a las desventajas, como los puestos de trabajo que podrían perderse?
La idea de que la IA reemplazará puestos de trabajo suele ser exagerada o errónea. Lo que probablemente veremos es la adopción natural de la IA en todos los sectores, de forma muy similar a lo que ocurrió con la tecnología digital. Hoy en día, hasta un plomero está en Instagram o Facebook promocionando sus servicios. Del mismo modo, los abogados, contadores y otros profesionales no abandonarán sus funciones en favor de la IA, sino que incorporarán esta tecnología a su trabajo para operar de forma más eficiente. La IA se convertirá en una herramienta esencial que automatizará las tareas repetitivas o complejas y dejará a las personas centrarse en la toma de decisiones, la creatividad y la interpretación. Lo crucial es cambiar el debate: no se trata de enfrentar a los humanos contra las máquinas, sino de comprender cómo la IA transforma las prácticas profesionales y abre nuevas oportunidades. El verdadero desafío no es el reemplazo, sino el aprendizaje: capacitar a las personas para que adopten estas herramientas y las utilicen en su beneficio, independientemente de su campo. Es una evolución, no una sustitución.
¿Qué opinión tiene del uso abusivo de herramientas como ChatGPT? Especialmente en el caso de estudiantes que entregan trabajos realizados por ese tipo de asistentes.
Como profesor universitario, la cuestión del impacto de ChatGPT en el aprendizaje es un tema con el que me enfrento de primera mano. Utilizo la IA a diario, incluso para proyectos ambiciosos como escribir mi último libro, Propos sur ce robot qui parle (Acerca de este robot parlante), en 2023. En lugar de temer o prohibir su uso en el aula, lo cual es un enfoque poco realista en la era digital actual, creo que deberíamos adoptarlo para transformar nuestros métodos de enseñanza. A mis estudiantes los aliento a usar ChatGPT para sus tareas, pero también les pido que detallen su proceso: ¿qué indicaciones [prompts] le dieron? ¿Cómo refinaron las respuestas? El objetivo es valorar el proceso tanto como el resultado, como en matemáticas, donde la demostración importa tanto como la solución. Este enfoque fomenta el pensamiento crítico, ayudando a los estudiantes a colaborar de manera inteligente con estas herramientas y a comprender sus limitaciones. ChatGPT no es una amenaza, sino una oportunidad para repensar la pedagogía.
¿En qué consiste Ask Mona y cómo puede ayudar a museos y otras instituciones?
Ask Mona es, ante todo, una aventura humana y tecnológica. Es una empresa que cofundé con Marion Carré para transformar la forma en que compartimos el conocimiento y hacemos que la cultura sea más accesible. Nuestro punto de partida fue simple: ¿qué pasaría si una obra de arte pudiera hablar? ¿Qué pasaría si un cuadro o una escultura pudieran contar su historia directamente a un visitante? Lo que una vez parecía un sueño, ahora es una realidad gracias a la IA.
Hoy Ask Mona opera en más de 200 museos en nueve países. Colaboramos con instituciones culturales para mejorar las experiencias de los visitantes, ofreciendo interacciones innovadoras e inmersivas. La IA nos permite crear diálogos únicos entre las obras de arte y el público, al tiempo que ayudamos a los museos a cumplir con las expectativas de las nuevas generaciones, que buscan experiencias más personalizadas e interactivas. Lo que hacemos va mucho más allá de la tecnología: se trata de construir un puente entre el pasado y el futuro, utilizando la IA para reinventar nuestra relación con la cultura.
¿Cómo puede ayudar a los artistas la IA generativa sin convertirlos en meros escritores de prompts?
Considero que la IA es una herramienta más, como un pincel o una cámara. Cuando surgió la fotografía, los críticos argumentaron que reducía el papel del artista a simplemente pulsar un botón. Y sin embargo, ahora se reconoce que la fotografía es una forma de arte legítima, que requiere una visión, una técnica y una sensibilidad únicas. La IA genera debates similares y creo que seguirá una trayectoria similar. Crear una imagen convincente con una herramienta generativa no es tan simple como parece: elegir los prompts adecuados, refinar los resultados y proporcionar una dirección artística clara son habilidades en sí mismas. La IA no reemplaza la creatividad humana, la mejora y abre nuevas posibilidades.
¿No se corre el riesgo de que las personas eviten la curva de aprendizaje de habilidades, artísticas y de las otras?
Con cada gran innovación tecnológica siempre ha existido el temor de perder las habilidades humanas. Incluso Platón temía que la escritura destruyera la capacidad de la humanidad para recordar. Sin embargo, la escritura no borró la memoria; la transformó. Lo mismo se aplica a la IA: lejos de eliminar habilidades, nos empuja a reinventarlas.
¿Qué opina del debate acerca del uso no remunerado de obras de arte para alimentar a los generadores de textos e imágenes?
El uso no remunerado de obras de arte por parte de sistemas de IA plantea una cuestión crucial: el respeto de los derechos de autor. Creo firmemente que la IA no puede ponerse por encima de la ley. Por impresionante que sea esta tecnología, debe reconocer y respetar el trabajo de los artistas que alimentan sus algoritmos. En Europa esta cuestión está en el centro de muchos debates y debemos encontrar soluciones justas para garantizar que los creadores sean compensados cuando se utilizan sus obras.
La historia nos muestra que este debate no es nuevo. Durante la Revolución Francesa, Beaumarchais inventó el droit d’auteur, el equivalente francés del derecho de autor, para garantizar que los artistas pudieran vivir de su trabajo. Dijo una frase célebre: “Para crear, primero hay que poder comer”. Lograr un equilibrio entre la innovación tecnológica y la protección de los creadores sigue siendo fundamental. Algunas plataformas ya compensan a los artistas por el uso de sus imágenes en conjuntos de datos de entrenamiento. Estas prácticas deberían convertirse en la norma, ya que allanan el camino para una IA ética y sostenible que respete los derechos de los creadores.
¿Cómo se imagina el panorama artístico, en este sentido, en el futuro cercano?
Predecir el futuro no es mi fuerte, pero lo que veo es que la llegada de la IA ya está empujando a los artistas a cuestionarse y posicionarse. Algunos optan por explorar esta nueva herramienta mientras que otros se oponen o buscan desviarla. Es un momento de tensión, pero también de creatividad. A menudo establezco un paralelo con la historia de la fotografía: cuando apareció, los pintores tuvieron que repensar su práctica. Algunos se convirtieron en fotógrafos, mientras que otros inventaron nuevas formas de expresión, como el impresionismo. Sin la fotografía es posible que no hubiéramos tenido a Monet. Con la IA, el proceso es similar. Los artistas se enfrentan a una elección: integrar esta tecnología en su práctica, para explorar nuevos territorios, o encontrar formas de reafirmar su singularidad frente a ella. Este período de transición, donde todo parece estar cambiando, es en realidad el caldo de cultivo para una revolución artística. No es la herramienta la que determina el futuro del arte, sino la forma en que los artistas la aprovechan o se distancian de ella para inventar nuevas formas de ver y crear.
¿Cuáles son, a su entender, los límites éticos del uso de la inteligencia artificial generativa en el arte?
El uso de la IA en el arte plantea muchas cuestiones éticas. Por un lado, estos sistemas tienen sesgos: las imágenes que generan suelen reflejar representaciones estereotipadas o exageradas. Por otro lado está el problema de los derechos de autor, ya que se utilizan obras existentes para entrenar modelos sin compensar a los artistas en muchos casos. Por último, está el problema de los monopolios económicos: un puñado de empresas controlan la mayoría de las herramientas de IA, lo que puede sofocar la diversidad de perspectivas creativas.
Sin embargo, creo que estos desafíos también pueden convertirse en oportunidades para los artistas. Tomemos como ejemplo a Marion Carré, una artista a la que admiro profundamente: utilizó la IA para crear archivos falsos, mezclándolos con los reales para cuestionar nuestra relación con la verdad. Este tipo de enfoque demuestra que el arte no sólo puede exponer los defectos de la tecnología, sino también abrir diálogos críticos sobre su impacto. Los artistas tienen un papel crucial que desempeñar: explorar tanto el potencial como los lados más oscuros de la IA, ampliando los límites de lo que puede ser el arte en la era digital.