Raíz se suma a la extensa y rica tradición de cine de ficción hablado predominantemente en idiomas andinos, de carácter político militante y con un elenco conformado por no actores. Vemos aspectos del entorno de pastores de alpacas en la recóndita comunidad de Rumicancha, en los alrededores de Cusco, a través de la mirada de Feliciano, un niño de menos de diez años. Si bien entiende el español y va a la escuela, Feliciano siempre habla quechua, como lo hacen todos a su alrededor.
Creo entender que el niño está de vacaciones escolares: el hecho es que, en esa forma de vida que demanda extensos territorios para cada núcleo familiar, Feliciano pasa los días prácticamente sin ver a nadie más que a sus bichos. De noche se reúne con su padre y su madre en la casita de barro que habita, y muy de vez en cuando vivencia algún otro tipo de interacción diurna. Siendo así, sus mejores amigos son el perro que lo ayuda en el pastoreo y una de las alpacas, un macho con el que sostiene largas “charlas monológicas” contando cosas que el camélido evidentemente no entiende pero escucha con aparente agrado.
El entorno es espectacular y la cámara enfatiza esa belleza, combinando, a veces en un mismo encuadre, el entorno de tierra y rocas rojizas, el fondo imponente de picos nevados y, allá abajo, unos lagos de agua azulcita. Uno se pregunta qué comerán las alpacas, porque, salvo al borde del lago, no distinguimos ni una hoja de pasto. De ahí el aislamiento de cada familia: se necesita un área muy extensa para que cada pequeño rebaño pueda revolverse con el poco alimento escondido entre las rocas.
Hay bonitos contraluces sobre la lana de las alpacas; se aprecian formaciones de nubes que se mueven contra el perfil anguloso de las montañas y se valorizan los reflejos sobre el agua límpida de los lagos. La película dedica su observación amorosa a ese entorno físico, a las alpacas, a los elaborados atuendos coloridos de las mujeres, a la sonoridad del quechua.
La banda musical está basada en aerófonos andinos, a veces intervenidos electrónicamente, en lo que parece ser una referencia, consciente o no, a la obra de Coriún Aharonián. De hecho, la música es mucho más interesante y expresiva cuando lidia con esas sonoridades en un entorno atonal que cuando ensaya patrones melódicos y armónicos. El diseño sonoro de Amador del Solar es particularmente creativo, como cuando alguien está soplando las brasas para atizar el fuego y el soplido se amplifica en la sonoridad de lo que parece ser un mohoceño.
La perspectiva infantil y cierta propensión relativista habilitan a que la mirada general asuma los mitos locales como parte de esa realidad. Feliciano a veces sueña con una entidad llamada Auki Tayta, un ser lanudo y con cuervos de venado. Una de las escenas parece dar a entender que el Auki Tayta efectivamente existe en ese mundo ficcional.
La “raíz” del título está en todos esos elementos, pero tiene un vínculo dinámico con factores externos. De hecho, el perro de Feliciano se llama Rambo y su amigo alpaca, Ronaldo: cine hollywoodense, fútbol brasileño. De hecho, Feliciano es fanático del fútbol y el paisaje andino muchas veces está sonorizado por las locuciones radiales vinculadas al desempeño de la selección peruana en las eliminatorias hacia el Mundial de Rusia, lo que ubica la acción en 2017.
Fútbol y nación
Hay una escena poética, cuando los moradores de Rumicancha parecen estar reunidos en un salón mirando un partido en una pantalla gigante, que se alterna con aspectos del pueblo totalmente desierto en la noche. En uno de los momentos más divertidos de la película, Feliciano peina a Ronaldo con el mismo estilo capilar de Christian Cueva, su ídolo futbolero. Es que las locuciones futbolísticas son el principal componente de español en Raíz. Si bien se indica que Feliciano tuvo clases de geografía, es sobre todo a través del fútbol que tiene conciencia de la amplitud del mundo. Así, hay un aspecto en el que la película no profundiza pero que, de todos modos, queda implícito, que es la importancia del fútbol como factor generador de una identidad nacional, algo significativo en un país tan fraccionado como Perú, en el que las personas de comunidades como las que se retrata en la película parecen tener una pertenencia mucho más fuerte con respecto a la herencia incaica trasandina. Por la vía del fútbol y la escolarización se tiende a fortalecer una identidad nacional, separada del quechua peruano con respecto a los quechuas de Bolivia, Ecuador o Argentina.
Junto a la interferencia de esos factores modificadores relativamente amables del sentido de raíz de los personajes, hay otros más agresivos. El silencio andino se corta constantemente con el ruido fuerte de algún motor: camión, motos, tractores. Hay un conflicto con las empresas mineras que, aparte de contaminar el ambiente, ambicionan las tierras de los campesinos. Por un lado, la minera ejerce el atractivo de la fuente de trabajo y de la posibilidad de que algunos varones se integren más plenamente a la economía monetaria y consumista. Más allá de ese factor de seducción positiva, la empresa usa métodos terroristas: degüella rebaños de alpacas para forzar a los campesinos a abandonar sus actividades ancestrales y vencer el apego a su tierra. En una de esas, el rebaño que Ronaldo integra se pierde y el largo suspenso resultante es uno de los puntos de conflicto narrativos en una película que, en términos generales, privilegia la descripción sobre el relato.
El otro punto de conflicto es la discusión entre los campesinos resistentes y los integrados a la empresa minera (nunca llegamos a ver un patrón ni una persona no indígena en toda la película). El final abierto es muy poético, porque está sonorizado con la celebración de la victoria peruana sobre Nueva Zelanda en el repechaje mientras muestra los gestos de protesta de los huelguistas que, con sus manos alzadas, gritando consignas, agitándose con pasión, son sólo sutilmente distintos de los de una hinchada.
Raíz. Perú/Chile, 2024. 83 minutos. En Cinemateca.