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Foto: Alessandro Maradei

Crónica de una telonera de Silvio Rodríguez: las cosas no son así

3 minutos de lectura
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En primera persona, Maine Hermo cuenta cómo llegó a abrir para el cubano en el Antel Arena.

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12/5

Mando un mail imposible, destinado a perderse en una bandeja de entrada accesible a cualquiera que sepa dos o tres cosas de Silvio. El Aprendiz hace rato que anunció que vuelve. Abrir su concierto me cambiaría la vida adentro de la piel.

Ta, pero esas cosas no son así. Mi entrenamiento me desprende de cualquier espera, no soy tan naíf. Estoy jugando un rato a andar por el camino no señalizado, el mítico. Capaz que por eso soy tan breve y liviana en lo que escribo. No hay idioma conocido en el que pudiera decirle todo.

20/5

En un rato me encuentro con Nati para ir a la marcha.

Miro la hora: llegó respuesta.

Recobro la sensación de tener un músculo en el pecho que es capaz de tales brincos. Debe ser una respuesta automática, dice mi pesimismo automático.

Me tratan de usted. Me hacen saber que Silvio accedió con gusto y que me agradece por dar el paso. Que más adelante se comunicará una compañera para coordinar los detalles de producción.

¿Qué?

No puede ser, las cosas no son así.

Centro. Encuentro a María. Caminamos entre pancartas hasta que no aguanto. Aleja el celular de su cara para enfocar. Lee, me mira con lágrimas, abrazo explosivo. No podemos hablar, es la marcha del silencio. Levanto del suelo algo que brilla.

A mis afectos solo les muestro la pantalla. Me devuelven miradas extrañadas, pero húmedas. “No puede ser... pero parece que es” dicen los ojos. “No es tan raro, es Silvio”, dicen. Y yo llevo una vida compartiendo los audios ruidosos e hiperagudos de las inéditas, escribiendo sobre sus canciones. Tal vez se acuerda. Puede ser, lo inverosímil no pasa por ese lado.

2/7

Busco una excusa (ansiedad) y escribo para ver qué formación llevar. Me consultan cómo quiero tocar. Pregunto si podemos ser cuatro (infrecuente) y les parece bien.

Amabilidad y simpleza. Pero, por sobre todo, respuesta. Lo que no me pasa con la mayoría de los sellos y la prensa.

Octubre

“No me den nada para darle ni me digan nada para que le diga”. Tiene aludes de personas queriendo llorar en su hombro la sangre del continente, la persecución, los casetes perdidos. No voy a pedir para saludarlo. Aparte imaginate los nervios. Disfrutar de lo simbólico de compartir las tablas ya es pila.

17/10

Probamos sonido entre instrumentos de Trovarroco, sillas de Malva y Niurka. La de Silvio y su atril están en mi espalda. “¿Le dejo cartita?”, paveo.

20.00

“Soy Maine Hermo y, por obvias razones, hoy es el día más feliz de mi vida”.

Telonear en el Antel Arena es tocar mientras la gente entra -ni enterada de que había algo antes- y con hórridas propagandas luminosas. Pero yo, feliz. Ovacionan a gritos las amistades que pudieron estar. La mayoría no está porque tenían entrada para el día siguiente.

20.31

Me tiro en el piso del camarín y cierro los ojos. Golpecitos en la puerta. Es la productora de Estudios Ojalá, que abrazo con todo mi ser. Dice que en un ratito va a venir Silvio a saludarme y se va.

Se me cae el sistema. Está de gira, no para de recibir políticos, referentes, amigos. Estuvo disfónico. Sabiendo que ya cumplió conmigo... viene.

Retribuir con algo. ¡Las remeras! Mis amigas me sorprendieron con unas que se hicieron para la ocasión. Despojo a Nati de la suya, fuerza mayor. Salimos al pasillo.

20.45

Viene la productora, atrás Silvio, atrás Kaloián, su fotógrafo. Se acerca. Me dice que quería agradecerme, me da su Quería saber firmado “Para Maine con gratitud”. Lo abrazo. “Por buscarme”, dice. Empiezo a ver que ese agradecimiento no es solo una fórmula de cortesía.

¿Buscarlo no es lo que hace “cuando menos una buena parte de la humanidad”? No pregunto. Tras el intercambio de presentes (torpeza, casi se nos caen) espero su despedida. Silvio permanece. Me animo a conversar sobre aquella, la canción de Silvio más mía. Kaloian saca fotos que me envía al otro día temprano. Vuelvo a escuchar el “gracias” que motiva esta crónica.

18/10

Hoy venimos de público, temprano. Observo y pienso cosas. Disfruto de Silvio enormemente. Me encuentro gente, me dan cariño, un unánime “te lo merecés” y un consenso tácito de que, por lo mismo, mi participación era improbable.

Improbable porque soy cantautora, no empresaria de la canción. Cuando decide un productor, hay pocos (por suerte hay) que entiendan el espíritu de que existan teloneros. Las decisiones comercialmente viables se toman entre managers y especuladores.

19/10

Pienso. Cuando recibí esa respuesta que no esperaba, sentí que me devolvían algo que se me había caído y que ahora tenía que cuidar más. Repaso, me detengo en su agradecimiento. Conjeturo. No me agradeció la ingenuidad de desaprender y escribirle para ser la telonera, como si las cosas fueran así. Me agradeció que yo supiera, muy en el fondo pero muy seriamente, que escribir ese mail tenía todo el sentido del mundo. Me agradeció que le creyera, que lo buscara sin apelar, sin estructuras, que lo conociera como para apostar que él también -con todo el sistema en contra- protege seriamente su ingenuidad.

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