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Archivo, noviembre de 2023.

Foto: Camilo dos Santos

El artista y teórico Luis Camnitzer recibió el Premio Figari 2025

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Nacido en Alemania en 1937, creció en Uruguay y reside en Estados Unidos.

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La edición XXIX del Premio Figari tuvo a un jurado integrado por Pilar González, Carolina Porley y Martín Craciun, quienes por unanimidad decidieron distinguir al artista, teórico, docente y polemista Luis Camnitzer.

“Luis Camnitzer ocupa un lugar fundamental en el arte contemporáneo nacional por su capacidad de unir la práctica artística con la reflexión crítica y pedagógica. La decisión de este jurado se toma en la certeza de que se trata de un artista uruguayo con una trayectoria sólida, larga y solvente de más de seis décadas, y de gran trascendencia nacional e internacional. Su trabajo, atravesado por el conceptualismo, cuestiona los límites entre lenguaje e imagen, memoria e historia, proponiendo siempre una posición activa frente al poder, la violencia y los sistemas de conocimiento, así como nuevas formas de pensar la relación entre arte y política”, señala el fallo.

Camnitzer está radicado en Estados Unidos desde la década de 1960, y, a su vez, señalan los jurados, “ha estado en permanente relación con el ambiente artístico local, no sólo como expositor, sino como docente, ensayista, polemista, aportando a la formación artística y la reflexión sobre la situación de las artes visuales en el país”. En noviembre se realizará la exposición que corresponde al premio.

Arte y política

Camnitzer nació en noviembre de 1937 en Alemania, pero sus padres debieron huir de Alemania y se establecieron en Montevideo. Estudió dibujo y escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde egresó en 1959. A su formación con los maestros Severino Pose, Juan Martín y Armando González sumó el aprendizaje de técnicas de grabado con Adolfo Pastor. También realizó estudios en la facultad de Arquitectura de Montevideo, escultura y grabado en Alemania, y ganó la Beca Guggenheim para estudiar grabado en Estados Unidos, donde se radicó a partir de 1964.

Docente de arte en Nueva York y fundador de un centro de grabado en Italia, realiza periódicamente muestras en nuestro país.

En noviembre de 2023 publicó Manual anarquista de preparación artística, un ensayo en el que aborda la educación para el arte, y antes de su presentación en Uruguay conversó con la diaria. “Para mí el arte no es una manera de producir, que es la mirada tradicional”, decía en aquel momento.

“Tradicionalmente, es de la familia de la artesanía, aprobada por no sé quién, y deja por fuera a otras artes. Por ejemplo, a la fotografía le llevó 100 años ser aceptada como arte y a la serigrafía 5.000. Pero en realidad uno identifica una obra de arte no por cómo está terminada, sino por algo que no se puede explicar, entonces cubre un área que no entra en las palabras y que, por lo tanto, tampoco lo puedo explicar; es lo que yo llamo ‘artesanía plus’. Eso indica que es parte del proceso del conocimiento y no de la habilidad manual. De ahí se desprende que toda la educación artística está contaminada y mal armada, y que la conciencia del artista tampoco está bien enfocada”, expresó Camnitzer. “Me interesa el arte como una forma de adquirir, procesar y expandir la información, y no cómo la presentás. O sea, la presentás coherentemente con lo que estás presentando y no es un fin en sí mismo. Si yo escribo un ensayo a mano, nadie se fija si tengo buena letra o no; pero en arte, paradójicamente, siempre es la buena letra la que cuenta y no importa tanto qué es lo que contiene el mensaje”, agregaba.

Autor, en entre otras obras, de Didáctica de la liberación: arte conceptualista latinoamericano, un ensayo en el que propone considerar ciertas acciones de Tupamaros como arte performático, Camnitzer ha reflexionado largamente sobre la relación entre arte y política. “Yo creo que toda comunicación es política, siempre hay una relación de poder y, por ende, sí es política. Todo arte se inserta en una relación política; si yo digo: ‘Soy apolítico’, es una declaración política, no hay manera de escaparse. En cierto modo estamos hablando de si lo que estás haciendo en arte se tiene que adaptar a una causa o no. En la medida en que te plegás a una causa, estás haciendo arte mercenario, y no lo digo mal, sino en un sentido de que hay que balancear. Si querés que sea arte, tiene que tener el plus. Cuando te dedicás a servir a una causa, estás dejando el plus de lado. Hay mucho arte político que ignora el plus y, entonces, para mí, ya no es arte, puede ser efectivo como propaganda, panfleto o expresión de mi opinión, pero en realidad a nadie le importa, o a nadie debiera importarle”, decía en esa entrevista.

En 2010, interrogado por la diaria acerca de su concepto de “cinismo ético”, que ciertos artistas manejan para poder sobrevivir en un contexto capitalista, Camnitzer respondía: “Si te prostituís sabiendo que te prostituís y por qué te prostituís es distinto a prostituirse sin darse cuenta. Esta prostitución inconsciente, metafóricamente hablando, es corrupción. Y la prostitución utilizada conscientemente con distancia crítica para lograr algo es cínica. Ese cinismo hay que usarlo éticamente. Si yo como artista no creo en la venta, no creo en el producto comerciable, pero vendo mi obra y me alegro porque la vendo, porque necesito el dinero, entonces o sucumbo a este proceso porque me pongo a producir obras en cantidad para vender o mantengo mi integridad, entendiendo que la plata que entra a mi bolsillo es el pago que la sociedad me otorga por el tiempo que le dedico. Estoy haciendo una utilización cínica de los mecanismos comerciales, pero mantengo mi ética. ¿En qué medida eso es posible? No lo sé. Pero siempre tuve planteado este problema: ya como estudiante de arte, a los 17 años había decidido que no iba a vivir de mi arte. Porque siempre está la duda de que si pintás un cuadro amarillo por necesidad de investigación y alguien te lo compra, si el siguiente cuadro amarillo lo estás haciendo porque la investigación está incompleta o porque te lo compraron: es esa duda que corrompe. Es un proceso muy insidioso”.

El Figari es “el premio más importante para las artes visuales en Uruguay, tanto desde el punto de vista simbólico como monetario”, señalaba a la diaria Pablo Thiago Rocca, director del museo Figari. “Tiene la particularidad de que no premia una obra, sino una trayectoria. Y el importe que recibe el artista, 20.000 dólares, es el más alto que se está dando ahora en las artes visuales. Por otra parte, su continuidad durante 30 años le da mayor importancia”.

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