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Sebastião Salgado, durante la presentación de su exposición Amazonia, el 3 de abril, en Bruselas.

Foto: Nicolas Maeterlinck, Belga, AFP

Sebastião Salgado, fotógrafo del dolor humano, murió a los 81 años

3 minutos de lectura
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Referente para varias generaciones, el brasileño dedicó su vida y su obra a la lucha por la restauración de la Amazonia.

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El fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, que dedicó gran parte de su carrera a mostrar los efectos de la industria pesada en el medioambiente, murió el viernes a los 81 años. El hecho fue anunciado por el Instituto Terra, organización sin fines de lucro fundada por él y su esposa, Lélia.

“Sebastião fue mucho más que uno de los fotógrafos más grandes de nuestro tiempo. Junto con su compañera de vida, Lélia Deluiz Wanick Salgado, sembró esperanza donde había devastación e hizo florecer la idea de que la restauración ambiental es también un profundo gesto de amor a la humanidad. Su lente reveló el mundo y sus contradicciones; su vida, el poder de la acción transformadora”, escribieron en las redes sociales de Terra. Desde la organización se comprometieron a seguir “honrando su legado, cultivando la tierra, la justicia y la belleza que él tanto creyó que era posible restaurar”.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva pidió, durante un acto en Brasilia, un minuto de silencio en homenaje a “uno de los más grandes, si no el más grande fotógrafo que el mundo haya producido”. Destacó: “Su inconformidad con el hecho de que el mundo sea tan desigual y su obstinado talento para retratar la realidad de los oprimidos siempre sirvieron como un llamado de atención para la conciencia de toda la humanidad”. Lula dijo también que Salgado “no sólo usó sus ojos y su cámara para retratar a las personas: también usó la plenitud de su alma y su corazón”.

Nacido en Minas Gerais en 1944, Salgado se mudó a Francia en 1969, cuando se consolidaba la dictadura militar en su país. Se formó inicialmente como economista, para dedicarse a la fotografía en forma autodidacta luego de que su esposa le regalara una cámara. También fueron fundamentales los viajes de trabajo a zonas desfavorecidas que realizó para la Organización Internacional del Café. “Me di cuenta de que las instantáneas me producían más placer que los informes económicos”, diría luego en una entrevista.

Comenzó a dedicarse enteramente a la fotografía en 1973, cultivando un estilo caracterizado por las imágenes en blanco y negro, muchas veces de comunidades empobrecidas que eran retratadas en escenarios cargados de emoción. Algunas de las imágenes más famosas de su carrera fueron tomadas en 1986 y mostraban a trabajadores de una mina de oro en el estado de Pará.

Durante la década del 90 Sebastião y Lélia comenzaron a trabajar para la restauración de lo que se conoce como mata atlántica, el bosque que cubre parte de Brasil, Paraguay y Argentina, donde se lo llama selva misionera. En 1998 crearon una reserva natural en un terreno de su propiedad y crearon el Instituto Terra.

Salgado fue galardonado con las distinciones más prestigiosas del mundo de la fotografía, como los premios World Press Photo y Leica Oskar Barnack, además de haber sido nombrado miembro honorario de la Academia de las Artes y las Ciencias en 1992, y de la Academia Francesa de Bellas Artes en 2016.

Su último libro, Amazonia (Taschen, 2021), fue el resultado de seis años de trabajo en la Amazonia brasileña, donde fotografió tanto los paisajes naturales como a sus habitantes. Visitó a docenas de tribus indígenas, a quienes dedicó el libro, y dijo sobre su objeto de estudio: “Para mí, es la última frontera, un universo misterioso donde el poder de la naturaleza se puede sentir como en ningún otro lugar de la Tierra. Aquí hay un bosque que se extiende hasta el infinito y que contiene una décima parte de todas las especies vegetales y animales existentes. Es el laboratorio natural más grande del mundo”.

Salgado por Galeano

El escritor uruguayo Eduardo Galeano mantuvo una fuerte amistad con Salgado. Sobre su obra escribió en 1989 el ensayo La luz es un secreto de la basura, donde decía: “Las fotografías de Salgado ofrecen un múltiple retrato del dolor humano. Al mismo tiempo, nos invitan a celebrar la humana dignidad. Son de una franqueza brutal estas imágenes del hambre y la pena, y sin embargo tienen respeto y pudor. Nada que ver con el turismo de la miseria: estos trabajos no violan el alma humana, sino que la penetran para revelarla”.

“A veces Salgado muestra esqueletos, casi cadáveres, y la dignidad es lo único que les queda. Han sido despojados de todo, pero tienen dignidad. Ahí está la fuente de su inexplicable belleza. Estos no son macabros, obscenos exhibicionismos de la miseria. Aquí hay poesía del horror, porque hay sentido del honor”, agregaba. Galeano decía: “La caridad, vertical, humilla. La solidaridad, horizontal, ayuda. Salgado fotografía desde adentro, solidariamente”.

En 2015, poco después de la muerte de Galeano, en conversación con la BBC Salgado recordaba de su amigo que con “cada gol de Uruguay en estas copas del mundo, un telefonazo a Galeano. Era un apasionado por el fútbol. En la Copa de Sudáfrica, después de aquel [cuarto de final] con Ghana, dramático y fantástico, pasamos un tiempazo en el teléfono”.

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