El Palacio Legislativo es hogar de los más encendidos debates. Allí, a veces, las pasiones se descontrolan, y tanto diputados como senadores son presos de ellas. El caso de Graciela Bianchi es icónico: en la sesión del viernes, rompió en llanto al recordar al popular emperador romano Calígula.
“Organizaba grandes fiestas; era un buen amigo. Nombró cónsul a su caballo; amaba a los animales. Tuvo algunos defectos, como creerse un dios; pero se desvivía por su imperio”, declamó la abogada, escribana y profesora de Historia, antes de quebrarse por la emoción.
Las protestas de la bancada opositora no se hicieron esperar, mientras que Cabildo Abierto expresó su rechazo “a todo lo que sea demostrar emociones” y a “celebrar a líderes reñidos con la moral y las buenas costumbres”. La agrupación recomendó la evocación de “emperadores romanos más virtuosos, como Augusto, Claudio o Constantino”.