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Vladimir Roslik.

La viuda del médico Vladimir Roslik declaró en el juicio por torturas en Fray Bentos

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María Zavalkin recordó las veces que llevaron detenido a su marido y dijo que no tenía actividad política. Además, recordó que antes de la dictadura comenzaron a llegar militares armados a San Javier.

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María Zavalkin, viuda del médico Vladimir Roslik, declaró este jueves ante el juez de Fray Bentos de primer turno, Claudio de León, en el juicio oral contra nueve militares acusados por torturas contra ciudadanos de San Javier en el Batallón de Infantería 9, en Fray Bentos, durante la dictadura.

Zavalkin, de 72 años, recordó que su esposo, Vladimir Roslik, estudió en Rusia y regresó a ejercer en San Javier, revalidando el título con prácticas en Rivera. Agregó que era un referente por las técnicas que había aprendido en Rusia y a veces lo llamaban desde Paysandú para que interviniera.

“Era muy especial, era un excelente psicólogo también”, afirmó Zavalkin, y explicó que un médico de origen alemán comenzó a “hacerle la guerra”, supuestamente por celos profesionales, y logró que lo destituyeran del cargo que tenía en Salud Pública.

“Yo creo que todo lo que pasó en el futuro vino por este caso de envidia o celos profesionales. Yo lo veo así, después se fue agrandando en otras cosas”, señaló, y mencionó que antes de que lo llevaran detenido por última vez, en 1984, la llamaron del instituto de Montevideo donde estudiaba para cuestionarla porque no había dicho que estaba casada con un médico ruso y le explicaron que esa información había llegado desde San Javier –del entorno del médico de origen alemán– a la embajada de Estados Unidos.

“Cuando vuelvo a los dos días a San Javier, Vladimir me fue a buscar y le digo ‘no sabés, me paso algo tan raro, tan raro, me llamó el director del instituto para preguntarme si yo estaba casada con un médico ruso’. A la semana siguiente, me voy a estudiar y cuando vuelvo, Vladimir ya no estaba. Habían allanado a todo el pueblo y lo habían llevado a Vladimir también. Esa fue la última llevada que hicieron”, declaró.

Zavalkin recordó que su esposo fue detenido tres veces. La primera vez lo llevó la Policía, antes del inicio de la dictadura, junto con otras personas de San Javier, por ser el presidente del club social Máximo Gorki. La segunda detención fue en 1980, cuando allanaron su casa; Zavalkin dijo que en ese allanamiento se llevaron 50 libros escritos en ruso, “pero todos de cuestiones médicas”, y recordó que pidió al juzgado militar que se los devolvieran y le devolvieron 27. “Incluso yo estaba estudiando ruso y me llevaron unos diccionarios preciosos”. “En esa oportunidad no pude ver nada de cuando se llevaron a la gente. Yo recién vi todo la noche que lo llevaron a Vladimir y lo mataron”, recordó.

Consultada por el fiscal Ricardo Perciballe sobre si Roslik tenía actividad política, respondió que las únicas reuniones que tenía eran con médicos. “Vladimir más que un político era un ludópata. Le encantaba jugar a las cartas, las barajas. Como en casa no teníamos nada y como en casa no teníamos televisión –al venir de Europa para acá que no tenés nada–, él todos los viernes iba al boliche de la cooperativa o al club River, y ahí tenía su barra de conga o de truco, que no tenía nada que ver con medicina ni sé qué ideas políticas tenían. Era una barra de vecinos ahí. Yo le daba permiso para ir los jueves, porque estaban hasta las dos o tres de la mañana y de vez en cuando venía alguno a pedirme permiso: ‘Yo sé que no es día de conga’”, recordó.

Zavalkin dijo que durante la segunda detención iba a verlo una vez por semana al cuartel, pero nunca se lo permitieron durante esos dos meses que permaneció recluido en Fray Bentos, antes de que lo llevaran al Penal de Libertad. “Cuando vine, estaba toda la casa revuelta. Fui a la comisaría a averiguar: Vladimir estaba en el cuartel y estaba incomunicado. Vine, le traje ropa, lo tuvieron horas de plantón afuera. Yo tenía que mendigarles que me dijeran, porque yo perdía el ómnibus, no tenía cómo volver. Me entregaban la ropa sucia y con un poco de sangre y yo le dejaba esa muda de ropa. Yo iba una vez por semana. Nunca lo pude ver. No sabía si estaba vivo o muerto”.

En cuanto a los motivos de las detenciones, Zavalkin respondió: “Ni idea. Fue tan sorpresivo todo. Yo escucho la prensa y leo. El famoso Máximo Gorki, disculpen el léxico, pero es un club pedorro, es un salón que se alquila para los cumples de 15”. Zavalkin recordó que todos los niños de la comunidad bailaban los bailes tradicionales rusos y se hacían varios eventos culturales en los que participaba el pueblo de San Javier.

Consultada sobre la versión oficial de que en San Javier había tráfico de armas provenientes de la Unión Soviética, respondió: “Para nada. Éramos todos pobres como las ratas, no sé de dónde iban a sacar para gastar en nafta para andar en todo eso que dijeron. Yo creo que fue todo planificado, cuando venían entre el 60 y el 70 a vigilar el pueblo”, señaló. Zavalkin contó que en las décadas previas a la dictadura comenzaron a llegar militares a San Javier. “Entre los 60 y 70 yo era preadolescente, estaba en la edad de la bobera y con los gurises del barrio siempre estábamos jugando en la vereda. Un buen día empiezan a aparecer camiones con los verdes [...] con los soldados apuntando con metralletas. Fue el terror de San Javier. Todos los padres decían ‘para adentro’ y no nos dejaban salir. Alguno venía en bici [y avisaba]: ‘están en tal lado’, y eso con el tiempo se volvió una costumbre, como algo natural que los verdes venían a recorrer San Javier. Nunca supimos a qué vinieron”.

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