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Jean Luc Melenchon durante una reunión de La Francia Insumisa en Marsella, Francia.

Foto: Magali Cohen / Hans Lucas / AFP

El arte de la difamación política

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Trampa “antisemita” contra la izquierda francesa.

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Criticar las posiciones de Francia Insumisa, sus decisiones estratégicas, su torpeza o sus arrebatos tiene su lugar en el debate democrático. Propagar la infame y mentirosa imputación de que este partido y su fundador son “antisemitas” es, por otro lado, voluntad de destrucción. Sus efectos políticos ya se están sintiendo.

En las elecciones francesas del 7 de julio, el Nuevo Frente Popular, compuesto por cuatro partidos de izquierda y ecologistas ganó 182 bancas de diputados sobre 577, superando a la coalición presidencial (168 bancas) y a la Agrupación Nacional y a su aliado de derecha (143). Dos meses más tarde, el presidente de la República, Emmanuel Macron, designó a un primer ministro, Michel Barnier, proveniente de una formación neoliberal y conservadora, Los Republicanos (LR), que acababa de obtener aproximadamente el cinco por ciento de los votos en primera vuelta y de hacer elegir a 47 diputados al final de la segunda. Deberá gobernar con el consentimiento de la extrema derecha, contra la cual las grandes formaciones (salvo LR) habían formado una coalición el 7 de julio, y con el apoyo parlamentario del partido presidencial, indiscutido perdedor de las elecciones. Esta disonancia entre el voto de los franceses y su representación política se convirtió en habitual: en efecto, Barnier, tal como sus predecesores, tendrá que seguir la hoja de ruta europea rechazada en 2005 por el 54,7 por ciento de los votantes.

El golpe de fuerza de Macron fue posible por la imposición de una mentira transmitida por gran parte del mundo político y por todos los principales medios de comunicación: Jean-Luc Mélenchon y Francia Insumisa (LFI) serían “antisemitas”. La acusación –el mismo tipo de falsa información que las autoridades francesas combaten cuando proviene de Moscú o de la Torre Trump– permitió que el poder apartara al principal grupo parlamentario de izquierda, rehabilitara a la extrema derecha (que, por su parte, habría dejado de ser antisemita) y justificara así la marginación de la coalición que contaba con el mayor número de representantes al concluir unas elecciones marcadas por una tasa de participación (66,7 por ciento) muy superior a la de las elecciones anteriores.

La violencia del ataque contra LFI, sumada a la ausencia de elementos probatorios capaces de justificarla, genera vértigo. “¿Qué piensa la banda de Mélenchon?”, exclamó Philippe Val en Europe 1 (2-9-2024), “¡que vamos a mirar cómo los antisemitas y amigos de antisemitas se instalan en los ministerios como las vacas miran pasar el tren!”. Para impedir ese peligro, el exdirector de Charlie Hebdo y de France Inter instó a “todos los franceses que se respetan a sí mismos” a que los “echen de los ministerios de la República”. Y luego amenazó: “¡Les prometemos que van a vivir un infierno, porque no aflojaremos hasta que sea el momento de que se vayan!”.

En Le Figaro (5-7-2024), una fila de intelectuales, entre ellos Pascal Perrineau, profesor en Science Po, cuyo Centro de Investigaciones Políticas dirigió durante más de 20 años, doctor de Estado, titular de cátedra, llamó “a bloquear al Nuevo Frente Popular, coalición que consideramos que constituye hoy la principal amenaza para los franceses judíos y, más ampliamente, para Francia”. Los firmantes apuntaron más particularmente a “Francia Insumisa, ese partido que hizo del odio antijudío una estrategia electoral”.

El mismo diario conservador publicó el 20 de junio las reflexiones de Alain Finkielkraut, de la Academia Francesa, que calificó a Mélenchon de “jefe de filas de la judeofobia contemporánea”. “Aymeric Caron, David Guiraud, Danièle Obono, Sébastien Delogu, Mathilde Panot, Rachel Keke, Thomas Portes, Louis Boyard, esos candidatos investidos por el Nuevo Frente Popular juegan la carta de Pétain, de Maurras, incluso de Adolf Hitler”, agregó quien también es productor de un programa en France Culture. Y adivinen cuál fue la primera pregunta que atravesó la mente de Apolline de Malherbe cuando recibió a la diputada de izquierda Clémentine Autain en BFM-RMC el 14 de noviembre de 2023: “¿Es Jean-Luc Mélenchon antisemita?”. La formulación del periodista Benjamin Sportouch en Arte (“28 minutos”, 24-6-2024) fue apenas diferente: “Raphaël Enthoven, una pregunta muy simple: ¿es LFI un partido antisemita?”; “LFI es el principal partido antisemita de Francia”, respondió sin dudar el editorialista en Franc Tireur.

“Francia Insumisa es un partido antisemita. Ese partido antisemita está en una posición dominante en el Nuevo Frente Popular”, consideró también Bernard Henri Lévy en Le Point (27-6-2024). El semanario multiplicó las portadas sobre los supuestos hechos dañosos de LFI (“Islamismo y antisemitismo. Cómo se rompieron los diques”, sobre el fondo de un retrato de Mélenchon, 2-6-2023), sin dudas inspirado por su editorialista estrella Franz-Olivier Giesbert, cuya capacidad de discernimiento merece ser cuestionada: “Hoy hay una ‘izquierda iraní’ encarnada por Jean-Luc Mélenchon y sus seguidores. [...] Hoy, como en tiempos del Führer, la Internacional Antisemita, hoy por hoy bajo el yugo de Teherán, pretende hacer desaparecer a los judíos de la superficie de la Tierra. El plan debería ser evidente para todos: se trata de favorecer la multiplicación de los actos antisemitas con el fin de presionar a los judíos para que se vayan del país y se refugien en Israel, donde está previsto, llegado el momento, cortarles el cuello” (Le Point, 29-8-2024). En lo sucesivo, la violación de una niña judía o el incendio de una sinagoga incitan inmediatamente a los dirigentes editoriales a imputar la inspiración de esos crímenes a los insumisos, a tal punto que una diputada macronista, Caroline Yadan, sugirió “la disolución de LFI para luchar contra el antisemitismo” (X, 8 de agosto). Disolver un gran partido de la oposición, ¿por qué demonios no lo pensamos antes?

Semejante desmesura –el término ultraje está reservado a Mélenchon– sería sin dudas menos concebible sin la implícita luz verde otorgada al resto de la manada por los medios de comunicación llamados de referencia, los que siguen las élites políticas y editoriales: France Inter, primera radio de Francia, Le Monde, principal diario nacional. Desde el 7 de octubre de 2023, diez editoriales de ese diario asociaron, de forma explícita, a Mélenchon y a Francia Insumisa con el antisemitismo, denunciaron sus “ultrajes” y su “complacencia hacia la violencia más bárbara” –sin contar los muchos artículos repletos de la “valentía del matiz” que ese diario de referencia tanto aprecia–.

La saturación del espacio público con el tema del antisemitismo de LFI está acompañada por un silencio mediático sobre otra “complacencia hacia la violencia más bárbara”: la de las principales formaciones políticas francesas hacia los crímenes de guerra cometidos con armas occidentales y el “apoyo incondicional” de personalidades políticas de primer plano, con la presidenta de la Asamblea Nacional a la cabeza. Porque, desde hace un año, mientras los medios de comunicación exageraban y deformaban la menor desviación de lenguaje de los insumisos, cuya manía de tuitear a diestra y siniestra no dejaba de provocarlo, subestimaban la amplitud de las masacres israelíes en Gaza. A tal punto que el 12 de setiembre, en France Inter, en respuesta a una pregunta de Léa Salamé, Dominique de Villepin protestó: “Está Gaza, que sin dudas es el mayor escándalo histórico y del cual ya nadie habla en este país. Hay silencio, es un tabú. Tengo que googlear para encontrar una noticia breve”. ¿Podemos imaginar que algún día France Inter, TF1 o BFMTV pregunten a un responsable político sobre la docilidad de Francia hacia Israel, se manifiesten en contra del tuit antipalestino de uno de sus diputados, y tachen a todo su partido de racismo antiárabe si no surgen sanciones ejemplares?

“Mélenchon antisemita”: la bilis mediática circula desde 2018 (paradójicamente, con la expulsión del dirigente de LFI de una manifestación contra el antisemitismo). Tras los asesinatos cometidos por Hamas en Israel el 7 de octubre de 2023, la campaña contra LFI, y en una menor medida contra el Partido Comunista (PCF) y Los Ecologistas, cambió de escala, pero también de naturaleza. El objetivo nacional –que el principal partido de oposición de izquierda se torne infrecuentable– se inscribe a las mil maravillas en una estrategia internacional que apunta a proscribir del debate público la crítica de Israel y de su política.

En efecto, desde 2016, el lobby proisraelí intenta que un creciente número de Estados ratifique la definición de antisemitismo establecida por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA) y promovida por el Parlamento Europeo1. Tan imprecisa como sea posible (“El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos”), está acompañada por 11 ejemplos, de los cuales siete confunden la crítica de Israel con el antisemitismo. ¿El objetivo? No sólo disciplinar los debates sobre la cuestión palestina, sino también desacreditar o prohibir las movilizaciones tipo la de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS).

Porque rechazar la definición de la IHRA es incurrir ipso facto en sospecha de antisemitismo. Tras una campaña contra el dirigente del Partido Laborista británico Jeremy Corbyn, un partidario de la causa palestina injustamente acusado de judeofobia2, el propio laborismo adoptó esta definición. Hoy por hoy suscriben a ella 43 Estados3, entre ellos Francia, que lo hizo en 2019, instigada por Macron. Sin embargo, la Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos informó que ella “no está a favor de esta trasposición”, que “realizar tal distinción entre los racismos es contrario al derecho constitucional francés”. Y concluyó: “También es necesario evitar cualquier instrumentalización de la lucha contra el antisemitismo, y no amalgamar con el racismo la crítica legítima de un Estado y de su política, derecho fundamental en democracia”4. Fue en vano. Sobre bases a menudo descabelladas o so pretexto de la torpeza de personas tan diferentes como los dibujantes Siné y Plantu, François Ruffin y Daniel Mermet, los intelectuales Pierre Bourdieu, Judith Butler, Noam Chomsky, Edgar Morin, Pascal Boniface, los representantes demócratas Ilhan Omar y Rashida Tlaib, Hugo Chávez y Dominique de Villepin, sin olvidar a Charles de Gaulle, todos fueron asociados con la escoria de la humanidad.

¿Cómo un proyecto tan grosero, que apunta a descalificar a los opositores políticos o geopolíticos a partir de una manifiesta falsa afirmación, pudo haber triunfado? Al día de hoy, ninguno de los acusadores de Mélenchon jamás justificó su acusación sobre declaraciones, hechos o actos antisemitas de los cuales habría sido culpable el fundador de Francia Insumisa. Este, por cierto, nunca fue condenado por un crimen así. La falsa imputación de la cual es víctima tiene de original que se apoya sobre una mentira consciente y a la vez intencional: a excepción de algunos ideólogos sinceramente convencidos del carácter judeofóbico del apoyo a Palestina, la mayor parte de los propagadores del rumor saben que Mélenchon no es antisemita, y por cierto a veces lo admiten. Ahí tenemos un caso excepcional de una fake news de Estado repetida de manera automática por periodistas que no sólo no creen ni una palabra de eso, sino que conocen perfectamente –y comparten– el objetivo político que motiva su propagación.

A falta de cualquier elemento antisemita tangible, los representantes de LFI se ven reducidos a ello al interpretar intenciones ocultas o a extrapolar la judeofobia subterránea de un léxico tóxico del cual ellos serían los autores y que mantienen actualizado. Así, al lado de “sionismo”, “apartheid”, “élite”, “cigarro”, “sistema”, “banco”, “500 familias”, “populismo”, “Hollywood”, “dólar”, etcétera, surgió el verbo “acampar”. Nadie lo asociaba a los campos de exterminio hasta el domingo 22 de octubre de 2023, cuando el dirigente de LFI reprochó en X a la presidenta de la Asamblea Nacional por “acampar en Tel Aviv para incentivar la masacre” en Gaza. Unos días antes, Yaël Braun-Pivet había declarado el “apoyo incondicional” de la representación nacional a Israel, y luego fue a la capital de ese Estado. Los adversarios de Mélenchon vincularon enseguida el verbo “acampar” ya no con las excursiones estivales bajo las estrellas o los asedios militares, sino... con los campos nazis. Esta inesperada decisión tenía como autores no solamente a los trolls proisraelíes, sino también a los respetados medios de comunicación, quienes, no contentos con cargar con esta extravagante interpretación, pretendían imponerla a todos. A modo de una verdad alternativa.

“El extraño verbo ‘acampar’ remite a ‘campo’”, explicó el 23 de octubre de 2023 el director del servicio político de France Inter, Yaël Gooz. “Es insoportable cuando conocemos la historia familiar de Yaël Braun-Pivet, cuyo abuelo judío polaco vino a Francia para huir del antisemitismo”. Transcurridos diez días, Le Monde recurrió al historiador y sociólogo Pierre Birnbaum, quien, según el diario, “recuerda que el término ‘acampar’ –utilizado por el jefe de filas de Francia Insumisa– [...] se inscribe en una larga tradición antisemita francesa”. Birnbaum detalla la cuestión: en 1890, el antisemita Édouard Drumont asoció a los judíos con los campamentos de nómades; en 1937, otro antisemita, mucho más conocido, Maurice Bedel, hizo lo mismo a propósito de Léon Blum. Por último, otra vez, en 1954, en una publicación realista sobre Pierre Mendès France. Así, tres referencias dispersas, la última de las cuales se remonta a 80 años, fueron suficientes para determinar que, al utilizar la palabra “campo”, Mélenchon estaría haciendo un guiño judeofóbico a los antisemitas contemporáneos, particularmente a los de los suburbios, cada uno de los cuales sabe hasta qué punto se vuelven locos por Drumont, Bedel, y por las colecciones de Aspects de la France...

Es así: en lo sucesivo será suficiente con repartir sospechas, calumnias y malas intenciones para forjar una prueba. “Tomadas separadamente –concede L’Express el 28 de agosto–, las declaraciones del líder insumiso sobre los judíos pueden exculparlo. Pero su acumulación no puede hacernos creer en un simple azar”. Y el sociólogo Gérald Bronner llevó a cabo su clara demostración: “No podemos responder a la pregunta acerca de cuál es la exacta probabilidad de que tal argumento o tal otro sean realmente antisemitas. Pero, como todos fueron emitidos por la misma persona, es necesario ver esas probabilidades como vinculadas unas con otras”. Resumiendo: en cuanto diez metáforas o palabras, tan anodinas como el verbo “acampar” por ejemplo, son calificadas de antisemitas por medio de un ultimátum mediático, el que recurre a ellas se convierte en antisemita. Hace 20 años, Le Monde se había destacado en ese admirable nivel al sospechar de Pierre Bourdieu (y de algunos otros) de antisemitismo, sólo debido a que se la habían agarrado contra el periodismo, un oficio que en el siglo pasado los antisemitas consideraban “la profesión por excelencia de los judíos”5. Como vemos, pretender luchar contra el antisemitismo no impide usar una técnica muy antisemita: la de la insinuación.

En lugar de agobiarlo, los adversarios de Mélenchon más bien deberían inclinarse ante su desempeño. Porque probablemente ahí esté el único jefe de partido “antisemita” que nunca tuvo intenciones antisemitas, cuya formación propone, junto con sus aliados, cinco series de medidas destinadas a luchar contra ese flagelo6, y que fue a una radio judía, Radio J, para declarar allí: “Todo judío debe saber, hasta en el pueblo más chico de Francia, que en nosotros encontrará ayuda y protección”. Mélenchon también logró en 2015 que el Tribunal Correccional de París condenara a tres personalidades de derecha que lo habían tachado de antisemitismo. Ocho años más tarde, el Tribunal Judicial de París obligó al canal de extrema derecha CNews a publicar un derecho a réplica de LFI y a pagar una multa a la formación insumisa por haberla calificado de “partido antisemita”.

“El abusivo rayo paralizante de la acusación de antisemitismo hoy por hoy no tiene efectos”, escribió el 2 de junio el fundador de Francia Insumisa en su blog. Se ilusionó. Un año después de su lanzamiento, la embestida político-mediática dio en el blanco. A fines de agosto, el propio Mélenchon aceptó la idea de que LFI, devenida en radiactiva por la campaña de difamación de la cual fue objeto, no participe en un eventual gobierno de izquierda. La repetición de la mentira terminó entonces por dar en el clavo. Y, en el camino, se alcanzó el otro objetivo. Mientras continúan las masacres en Palestina, L’Opinion (16-9-2024) señaló casi sorprendido: “A pesar de la guerra en Gaza, la relación estratégica entre Francia e Israel nunca fue tan buena”.

Serge Halimi y Pierre Rimbert, periodistas de Le Monde diplomatique (París). Traducción: Micaela Houston.


  1. Dominique Vidal y Bertrand Heilbronn, “Comment Israël manipule la lutte contre l’antisémitisme”, OrientXXI, 12-2-2019. 

  2. Ver Daniel Finn, “Antisemitismo: el arma letal”, Le Monde diplomatique, junio de 2019. 

  3. holocaustremembrance.com/resources/working-definition-antisemitism 

  4. Commission nationale consultative des droits de l’homme, “La lutte contre le racisme, l’antisémitisme et la xénophobie. Année 2018”, La Documentation française, París, julio de 2019. 

  5. Cf. Henri Maler, “Le Monde contre ‘les critiques antimédias’, antidémocrates et antisémites”, Acrimed, 26-4-2004. Ver también “Frente al orden mediático”, Le Monde diplomatique, mayo de 2004. 

  6. “Con el Nuevo Frente Popular, ¡luchemos contra el antisemitismo y todas las formas de racismo!”, 23-6-2024. 

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