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“Uruguachas” y el auge de las muestras poéticas

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2018 fue un buen año para la poesía uruguaya: al reconocimiento internacional que recibió Ida Vitale se le sumaron los festivales internacionales Poesías Performáticas (Centro Cultural de España) y El Mundial Poético (en su cuarta edición), las movidas poéticas, cada vez más consolidadas en el interior –ferias del libro con espectáculos poéticos y presentaciones en San José, Maldonado y Canelones; los recitales poéticos y performáticos autogestionados en Rivera y Soriano–, que vienen a complementarse con la amplia y ya tradicional oferta montevideana de ciclos literarios, la llegada a medios de comunicación masivos –Slam Fm, en el programa Todo Pasa, de Océano FM, entre otros– y el creciente número de títulos de poesía publicados por editoriales dedicadas al género. En un mundo donde se sigue leyendo poca poesía, los desafíos no son pocos y los logros siempre relativos. Sin embargo, para un género que en los últimos 30 años ha sido marginal respecto del mercado y el propio sistema literario, podemos pensar que estamos en un punto de inflexión en el que los diferentes actores han vuelto a coordinar acciones para producir proyectos estéticos y libros curados y de calidad.

Panorama contemporáneo

La edición reciente de Uruguachas. Poéticas en Uruguay parece un buen síntoma de este clima. Publicado por La Coqueta, proyecto editorial independiente creado en 2017 por Marcos Ibarra, Laura Alonso, Lucía Delbene y María Laura Pintos, con seis libros de poesía en su colección, y curado y prologado por el poeta, performer y organizador de eventos literarios Martín Barea Mattos, el libro reúne textos de 20 poetas uruguayos contemporáneos –extraídos de diferentes poemarios, éditos e inéditos– y viene a sumarse a otras antologías y panoramas poéticos nacionales recientes: La confabulación de las arañas (Córdoba: De Todos los Mares, 2018. Coord.: Martín Palacio Gamboa), Cuerpo, palabra y creación (Montevideo: Encuentros, 2018. Coord.: María Sánchez), En el camino de los perros (Montevideo: Estuario, 2018. Coord.: Hoski) y De divina proporción (Montevideo, 2018. Coord.: Laura Alonso).

El diálogo con algunas de estas antologías es explicitado por Barea en su prólogo, que no repite ninguno de los nombres en su propia selección y nos acerca a la idea de un panorama poético que excede a Uruguachas. El propio Barea señala: “En definitiva, este corte o muestra está curado por mis 20 años en el medio poético uruguayo». Es que su lugar como organizador de Ronda de poetas y El Mundial Poético implica un contacto constante con diferentes poéticas, una mirada amplia que se refleja en una selección en la que predomina la amplitud formal y la diversidad etaria y territorial. En el primer sentido, los poetas de Uruguachas tienen fechas de nacimiento y trayectorias dispares: desde Roberto Echavarren (1944) hasta la más joven, Regina Ramos (1992), pasando por figuras como Lalo Barrubia y Gabriel Richieri, que “vienen atravesando los 80, 90 y estas casi dos décadas del siglo XXI”. Respecto de la territorialidad, la muestra reúne a extranjeros que viven en Uruguay, como Jairo Rojas Rojas; a uruguayos nacidos en otro país, como Olga Leiva; a autoexiliados, como Francisco Tomsich, y a residentes en diferentes puntos de Uruguay, como Ramos y Magalí Jorajuría. En cualquier caso, el límite estaría dado por una relativa cercanía a los espacios culturales capitalinos que el propio curador menciona. “Todos confluyen en el aquí y ahora”, señala Barea, dándole a la muestra el carácter de fotografía subjetiva del presente –evitando los ya gastados criterios generacionales–, algo que lo emparenta con La confabulación de las arañas, el proyecto de Palacio Gamboa.

También en su prólogo, y con un tono definitivamente lúdico y poético, Barea explícita el sentido conceptual del libro. Partiendo de la famosa etimología guaraní de la palabra “Uruguay”, propone un nuevo desglose en tres palabras: “Uru”, “Sust. Cabecilla, capataz, jefe”; “Gua”, “proposición nominal que indica procedencia”; “Cha”, “proposición nominal, como, según, igual a». De este modo se sustituye el gentilicio «uruguaya» por «uruguacha», lo que le permite afirmar que “cada poeta es su propio jefe” y jugar también con el adjetivo “guacha”. De este modo, se actualiza el carácter tenso entre el poeta, su territorio y el Estado, algo ya planteado por Amir Hamed en su antología canónica Orientales (Hum, 2010). En consecuencia, parece natural que el criterio de clasificación –poco explicado, pero, a los efectos, funcional– que se proponga tenga relación con las instituciones a las que los autores se ven enfrentados –la salud, las corporaciones, la calle, la familia, entre otras–. No es casual que el tema más recurrente de los cortes seleccionados sea la ascendencia.

Puertas de entrada

Otro posible criterio, no menos subjetivo, es pensar las estéticas en relación con el modo en que utilizan el lenguaje en esa resistencia. En este sentido, se podría ubicar a Echavarren y a Leiva en un uso voluptuoso de la palabra, sensitivo, y a Isabel de la Fuente y Eduardo Curbelo en uno más social y transparentado. Por otra parte, a Ernesto Rizo y Jorge Alfonso –ambos provenientes del fogón oral/musical de la poesía–, junto con Ramos, se los podría imaginar partiendo del lenguaje popular –villero o rural, según el caso– para explorar nuevas posibilidades, mientras que Manuel Barrios, Jairo Rojas, Karen Wild y Nelson Traba serían constructores de mundos nuevos por medio del verbo. La poesía experimental estaría representada por Jorajuría y Tomsich, la primera con un énfasis en lo gramatical y visual, el segundo construyendo una Torre de Babel europea que mezcla lenguas, citas y hasta códigos alfabéticos. Finalmente, dos grupos: los surrealistas, Adolfo Sarmiento y Pablo Galante, presentando la historia literaria y la propia escritura como performance, y otro más cercano a una estética de los 90, con un lenguaje más directo y cargado de una cotidianidad que significa por sí misma: Richieri, Barrubia, Marcela Matta, Javier Etchevarren y Fernando Foglino.

En cualquier caso, en el libro el lector encontrará una muestra más que interesante, que sirve, además, de puerta de entrada para la poesía contemporánea uruguaya. Quizá lo único que quede en el debe sea un mayor cuidado de la maquetación y la corrección, aspectos que por momentos se notan desprolijos.

Uruguachas. Poéticas en Uruguay. Montevideo, La Coqueta, 2018. 132 páginas.

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