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Cuando calienta el sol: Humedxs y reventadxs, de Pablo García

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Trazar la historia de la literatura queer uruguaya puede ser, al menos en primera instancia, un trabajo bastante más complejo del que parece. Si bien es cierto que en la historia de nuestras letras no han sido demasiados los creadores a los que podamos catalogar de “queer”, ya que en el campo del arte escrito que se refiera a sexualidades disidentes desde una condición que identifique al autor con ese lugar pocos han querido dar la cara.

Probablemente nuestros dos autores fundamentales en ese aspecto sean Cristina Peri Rossi y Alfredo Fressia. De hecho, así los define un trabajo inédito de Carlos Basilio Muñoz (autor de Uruguay homosexual) y Raphael Pimentel titulado “Orientación sexual en la literatura uruguaya”. Fressia y Peri Rossi son, poética mediante, los primeros en plantarse desde una condición sexual “otra”, en texto y vida. De hecho, el mismo Fressia comentó, en alguna entrevista, las dificultades para crear una antología de poesía gay uruguaya; la mayoría de los escritores gays de su generación le pedían no aparecer allí. Sin embargo, su trabajo lo había llevado a descubrir, incluso, algún soneto de Ángel Falco (1885-1971) dedicado a una especie de “taxi boy” de principios de siglo. Por ser disidentes, asumir eso, decirlo y escribirlo, Fessia y Peri Rossi pagaron un precio u otro; estigmatizaciones, segregaciones, etcétera. Hoy, a la luz de la mariconería en proceso de liberación, su obra es celebrada con justicia.

De todas maneras, podemos rastrear a lo largo de la historia uruguaya las figuras de Juan José Quintans en los 90, los retratos del devenir sexual de la juventud noventera en varias obras de Lalo Barrubia, o bien, más cerca, las crónicas de Apegé, las canciones de Goro Gocher, las novelas de Dani Umpi y Natalia Mardero. Todas escrituras fuera del ropero.

Esta vez, la editorial Fardo –con sus libros artesanales que, la verdad, empatan la belleza de sus creaciones con la de los textos que proponen– aporta un nuevo volumen a la poesía marica de este lado del Río de la Plata: se trata de Humedxs y reventadxs, de Pablo García. Un poemario que se construye en un universo ciudadano y barrial de amores pibes, entre las pequeñas utopías sociales del yo montevideano que lleva el verano en la piel, como en un viejo bolero centroamericano, y la seducción sudorosa de los días soleados, con la sangre y su maquinaria funcionando al máximo. El nuevo libro de García es una sencilla declaratoria de deseos amorosos que, juveniles y llenos de vida, enternecen la sensualidad y el alboroto primaveral de andar buscando miradas, relojeando posibilidades, esperando un hombro dorado de verano en una esquina, un bondi, la rambla.

Más allá de su condición queer, la literatura de García propone un gesto político; se trata de formar parte de una nueva camada de escritores/as que utilizan el lenguaje inclusivo como manera de proponer una postura en la lengua. Así, no solamente se es disidente desde la creación o recreación del deseo, sino también desde la forma de ver la totalidad de las personas y la relación que se establece entre aquellos que pueblan la poesía de Humedxs y mojadxs; hay una destrucción casera y cercana al monolingüismo. Desde el título, hay un despojo del género y el clima de la seducción borra sus límites. El beso, así, será para uno o para otra. Es que aparece la celebración de las relaciones como trasfondo, la gran posibilidad de quererse sin la carga pesada de la cultura occidental condicionante.

A partir del inicio del libro, con el poema “Terminal”, más allá de establecerse cierta simbología con el viaje hacia el verano y el alejamiento de la ciudad como una manera de dejar atrás los límites para el ejercicio amoroso, tiene lugar una atmósfera de calor y sol, en la que los cuerpos cobran vital importancia. Es el momento de las ropas cortas, las bebidas heladas, el instinto despertando a la posibilidad del amor o del sexo, del recuerdo y la nostalgia. “Desaparece la tristeza / liviana la tristeza / de qué tristeza me hablan...”, dice el “yo” en el primer poema, mientras el viaje le permite llegar a ese lugar donde todo parece augurar risas, amores y conexiones en una serie de imágenes propias de la costumbre veraniega: “esa señora acaso / que baila sin parar porque es verano”, “esa pareja de jóvenes que se miran a los ojos”, “chencletitas protector / inflable de patito / pelopincho del amor”. A partir de estos versos lo erótico se une intensamente a lo costumbrista, como si el entorno que se construye en cada paisaje poético celebrara la sexualidad en flor, pasada, imaginada, deseada, concretada.

Mapa de cercanía

El recuerdo se va ordenando de la misma manera en que las cosas van apareciendo como diapositivas, y del mismo modo en que puede organizarse el corazón desordenado de una casa. Así, en un poema puede irse armando la figura ausente del amante y el trajín pesado de tener que estar viviendo con la voz existencialista y sus preguntas soplando al oído. El “yo” se va fabricando a sí mismo: “recién termino de ordenar / entonces quedó así / primer estante remeras y ganas de vivir...”, se leerá en uno de los poemas. Su forma de irse armando de nuevo, una vez que la ida ha dejado los sentimientos enmarañados y la ropa desarreglada, encuentra el descanso feliz del calor llevado en la piel. Especialmente, en la piel de los hombres, que se vuelve un tópico fundamental en el hilo del poemario: allí reside el universo justo antes de estallar. La excitación es, a su vez, la tensión del “que sí, que no”, que existe entre la mirada que puede robarse caminando por la calle, la concreción o no del sexo. De hecho, el sexo que no se concreta parece ser el ideal, el deseado, el anhelo. Una vez concretado, el sexo es la esperanza guardada en los mismos estantes en que se puede guardar ropa, pensamientos grises.

En Húmedxs y reventadxs, lo erótico se funde con el deseo amoroso, y la construcción del hecho poético se da a partir de las situaciones con las que se dibuja cada uno de los intereses que van poblando la poesía. Se trata de una estética del deseo y, a la vez, una necesidad de situaciones felices; la utopía diaria del ser feliz en interacción con otros. La idea de que, un día, cada encuentro se hará desde la libertad.

Con el arte de la pequeñez mediante, la poesía de Pablo García logra el trazo de lo infinito. Un poemario desde el paradigma de lo disidente que, sin embargo, se presenta cercano. Lejos de lo fragmentario, los versos construidos con la belleza de lo coloquial, sin afectaciones, son un mapa de la cercanía, la posibilidad de verse, estarse, ser el otro.

Humedxs y reventadxs, de Pablo García. Montevideo, Fardo, 2019. 40 páginas.

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