Las dos palabras del título, que bien podrían caracterizar a una sensación actual generalizada y lo necesario para salir de ella, corresponden al nombre de una conferencia (“Uncertainty and creativity”) que el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein (que falleció el 31 de agosto) dio en el marco del “Forum 2000: inquietudes y esperanzas en el umbral del nuevo milenio”, realizado en Praga en 1997.1 Inquietudes y esperanzas que siguen vigentes aunque hoy seguramente con mayores dosis de lo primero y menos de lo segundo.
Allí retomaba algunas de sus preocupaciones de años de investigación para fundamentar que el sistema-mundo “moderno” (surgido en el siglo XVI) había entrado en una crisis terminal, y que el período de transición global –en el que estamos– se caracteriza por turbulencias varias y resultados inciertos. Esto es: lo que puede surgir puede ser mejor o peor que lo existente; depende de lo que podamos hacer. Todo esto puede parecer trivial, una repetición, con otras palabras, de lo establecido en numerosas ocasiones por otros autores. Pero en verdad subyacía allí un enorme conocimiento del funcionamiento global (pensado como sistema histórico) y de actores e intereses a partir de bases intelectuales tan diversas, en tren de apretadísima síntesis, como las de autores clásicos como Karl Marx y las contribuciones del historiador Fernand Braudel, de las que retoma una escala de análisis espacio-temporal amplia, como la idea de economía-mundo, es decir, una economía que es intrínsecamente un mundo, y del premio Nobel de Química Ilya Prigogine, que le permitió integrar la idea de sistemas complejos y de períodos de “no-equilibrio”, y de transiciones de estos sistemas.
Ahora bien, en la perspectiva de elegir eventos sustantivos de su trayectoria, encuentros y desencuentros con sus pares que hayan alimentado el conocimiento académico y público de algún tema, o de trabajos que hayan constituido mojones de su pensamiento, la operación para un breve artículo estará inevitablemente marcada por la arbitrariedad y preferencias de quien escribe. De modo que, con esa precaución, siguen aquí algunos elementos a ponderar.
El primer elemento es que su trayectoria incluyó una estadía en África en la década de 1960, que le permitió observar de primera mano el período de descolonización política en que se encontraba, y también integrar insumos claves para que su propuesta general se armara como crítica del eurocentrismo y del examen de sociedades como “aisladas”. Una perspectiva eurocéntrica implica asignar mecánicamente una superioridad histórica del “modelo” europeo y americano que es posible repetir y debe imitarse como único futuro posible para poder llegar al “desarrollo”. Wallerstein se preguntaba si esta idea de desarrollo era una guía verdadera o una ilusión para las periferias del sistema.
Naturalmente, mucho se puede debatir en tal sentido.2 Si por desarrollo no se entiende sólo la industrialización o el crecimiento económico de una sociedad, sino que, paralelamente, se advierte una marcada tendencia a evitar la polaridad social, la respuesta del autor es que en las regiones periféricas eso no es posible. Puede haber, por desplazamiento, una “industrialización de segunda mano”, pero no en el sentido de los países centrales. Su expresión de “semiperiferias” alude a tales situaciones intermedias y a cómo operan como estabilizadores sistémicos regionales. Brasil lo pudo ser; hoy, no parece.
Un segundo elemento relacionado con lo anterior es su encuentro con otras tres grandes figuras intelectuales, como Samir Amin (fallecido el año pasado), Giovanni Arrighi (fallecido en 2009) y André Gunder Frank, el más conocedor de América Latina de los cuatro (fallecido en 2005). De ellos juntos emergieron contribuciones sobre las características de la crisis global. Si bien no llegaban a análisis similares, coincidían, por ejemplo, en la declinación irreversible de Estados Unidos como potencia hegemónica. Los cuatro asumían (en el final de ese trabajo) que “la acción social humana para transformar el mundo es todavía posible, deseable y urgente”.3
Movimientos antisistémicos
En ese sentido, también juntos abordaron el estudio de los movimientos sociales, siempre considerando una escala de análisis global.4 Allí –tercer elemento– Wallerstein trabajaba la idea de “movimientos antisistémicos”, concepto que acuñó en la década de 1970 y sobre el que volvería en contribuciones posteriores (algunas junto a Terence Hopkins). En síntesis, hasta 1968-1970 agrupaba bajo ese rótulo a los movimientos sociales, que incluían organizaciones sindicales y socialistas, y a los movimientos nacionales. Para la década de 1970, el patrón predominante de movimientos antisistémicos era otro. Comenzaron a emerger movimientos de estudiantes, vinculados a la defensa del medioambiente (“verdes”), feministas, de “minorías” raciales y étnicas, de derechos humanos, y los denominados “antiglobalización”.
Un cuarto elemento es que Wallerstein, como los otros autores antes mencionados, se anticipa bastante a la discusión sobre globalización,5 sobre cuándo comenzó (para ellos, con el propio capitalismo, es decir, en el siglo XVI) y lo que implica para pensar los estados-nación y sus consecuencias (por ejemplo, la mencionada reubicación de la actividad productiva hacia otras zonas del sistema mundial). Una cuestión no menor es que, para el autor, la idea de capitalismo no es asimilable a “economía de mercado”. Pero siempre subyace una idea de globalización intrínsecamente polarizante entre regiones centrales de acumulación y regiones periféricas (una perspectiva que había colocado la teoría de la dependencia en América Latina).
Un elemento final que se puede marcar es que se las ingenió para discutir ampliamente la producción de conocimiento hegemónico en ciencias sociales. Esto resulta importante mencionarlo en el contexto actual, en el que la academia suele ser permeada por las demandas del mercado y olvida intereses más generales, y las ciencias sociales suelen ser víctimas de un desenfrenado pragmatismo y de lo que se llama “instrumentalización del conocimiento”, donde siempre planea el fantasma de la inutilidad de lo producido. De hecho, con ese criterio reduccionista, no deberíamos estar ocupándonos de Wallerstein. Pero sin figuras reemplazantes, para examinar críticamente nuestras sociedades actuales y pensar futuros posibles, la necesaria creatividad del título de esta nota estará ausente.
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La conferencia se puede encontrar fácilmente, pero también integra uno de los libros del autor, Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI, de 1999. ↩
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Aparece como un capítulo del libro Impensar las ciencias sociales, de 1991. ↩
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Dinámica de la crisis global fue conocido en español en 1983. Los otros tres tienen una trayectoria tan rica y extensa en sus aportes al conocimiento como Wallerstein. ↩
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Le grand tumulte? Les mouvements sociaux dans l’économie-monde es un trabajo aparecido en francés en 1991. ↩
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Debe recordarse que la edición inglesa del tomo I de El moderno sistema mundial (1974) es de comienzos de la década de 1970. La ambiciosa obra llegó al tomo IV en 2011, pero quedó inconclusa. ↩