Como si de un dispositivo prodigioso se tratara, al estilo de la máquina de su novela La ciudad ausente (1992), o como un mecanismo ideado por Macedonio Fernández; escondido como un aleph en algún sótano porteño, incontaminado por la banalidad del presente, destinado a emitir cada determinado tiempo un discurso preciso, cautivante, el escritor argentino Ricardo Piglia regresa otra vez en un nuevo libro, como si la enfermedad degenerativa que lo acabó matando, el 6 de enero de 2017, hubiese vencido al cuerpo pero no a la voz. A la serie de obras póstumas que fueron apareciendo en los últimos años –el tercer tomo de Los diarios de Emilio Renzi (Un día en la vida, 2017), Los casos del comisario Croce (2018), Teoría de la prosa (2019) y Cuentos completos (2021)– se acaba de sumar Escenas de la novela argentina.
A diferencia de lo que generalmente ocurre con los libros que se publican después de la muerte del autor, en los que meten mano editores, albaceas, familiares y exégetas de diversa laya, los libros póstumos de Piglia fueron preparados y corregidos por el propio autor en sus años finales, con una entrega tal que, por ejemplo, llegó a redactar los cuentos de Los casos del comisario Croce con un hardware llamado Tobii, que permite escribir con la mirada, y al que debió recurrir cuando la enfermedad ya no le permitía mover las extremidades.
Escenas de la novela argentina recoge las cuatro clases que Piglia dictó en el programa homónimo de la Televisión Pública en 2012, en un ciclo que tendría su continuidad dos años más tarde con el curso Borges por Piglia. Según cuenta Luisa Fernández en la Nota a la edición de este libro, Piglia y ella redactaron el primer borrador a partir del material en video de las clases, que recibieron en marzo de 2015. A las cuatro clases, compuestas por la exposición de Piglia, un mano a mano con un invitado –María Moreno, Juan Sasturain, Ricardo Bartís y Horacio González– y un intercambio con el público, se suman los cuatro ensayos que en 2016 el autor escribió en base a un trabajo de archivo y reescritura. El tomo resultante no es la mera transcripción de las clases (que pueden verse íntegras en Youtube), sino que incorpora otros materiales pero, al mismo tiempo, mantiene en la prosa el fraseo de Piglia profesor y conferenciante, siempre en un estilo claro, preciso, con interesantes y oportunas digresiones, además del tono ameno, que incorpora algún chiste o alguna mirada desconcertante sobre el fenómeno analizado.
Las escenas que le dan nombre al curso y al libro no provienen precisamente de novelas, sino que refieren a determinados episodios protagonizados por escritores argentinos, que ofician como disparadores para el tratamiento de diversos temas. En ese sentido, aunque Piglia incorpora a la dinámica de sus clases todos los mojones del canon de la literatura argentina –están, desde luego, Domingo Faustino Sarmiento, José Hernández, Eugenio Cambaceres, Jorge Luis Borges, Manuel Puig, etcétera–, sus abordajes desconciertan a las facilongas lecturas de manual. La primera escena, por ejemplo, ocurre en junio de 1856, en el Teatro Argentino de Buenos Aires, cuando 1.200 espectadores se aprontan a presenciar el combate entre un luchador norteamericano llamado Mr Charles y un grupo de contendientes locales.
Desde un palco, Lucio Mansilla, autor de Una excursión a los indios ranqueles (1870) y destacadísima figura de la política argentina en la segunda mitad del siglo XIX, desafía a un duelo a José Mármol, el autor de Amalia (1855), considerada la primera novela de la literatura rioplatense (sea eso lo que sea). La segunda escena se encuentra registrada en el libro Viajes y observaciones (1892), del escritor argentino-boliviano Eduardo Wilde, quien también fue ministro de Justicia y de Instrucción Pública y del Interior, además de constituirse en una de las figuras más destacadas de la llamada Generación del 80. De viaje por Nueva York, Wilde visita una exposición de inventos de Thomas Alva Edison y queda cautivado por la máquina para registrar la voz. “El fonógrafo detiene la vida y perpetúa los fugitivos momentos; con él ya no hay pasado para la palabra hablada”, escribe. Y más adelante añade: “Yo le haría hablar a mi hijo por si muere”.
El profesor Piglia no se queda en la mera exposición de las escenas, sino que a partir de ellas avanza hacia temas tan diversos como la conformación de una mirada liberal y el dominio de los espacios sociales en la literatura de finales del siglo XIX, el registro documental a través de los dispositivos periodísticos (las aguafuertes de Roberto Arlt, los libros testimoniales de Rodolfo Walsh) y la confrontación entre la novela realista y la novela utópica (la cuarta clase, centrada en la obra y sobre todo en el discurso de Macedonio Fernández, es uno de los puntos más altos del libro), entre otros asuntos. Los ensayos dispuestos como corolario de cada clase, a su vez, potencian las tesis de los encuentros, siendo el más representativo “Literatura y fotografía”, que analiza la irrupción del registro fotográfico entre los llamados escritores realistas y que, entre otros aspectos, problematiza la eterna confrontación entre texto e imagen, en un arco que va desde Émile Zola a Julio Cortázar, pasando por las reflexiones de Roland Barthes y Jean-Luc Godard.
Además del celebrado prodigio que representa la aparición en librerías de un nuevo libro de Ricardo Piglia, el volumen Escenas de la novela argentina no debe ser leído como un aerolito aislado dentro del sistema –por fortuna, no cerrado– de escritura del autor, sino como una pieza que dialoga directamente con las obras mayores de su ficción metaliteraria: los relatos de Nombre falso (1975), la novela Respiración artificial (1980) y, desde luego, los tres tomos de Los diarios de Emilio Renzi (2015-2017).
Escenas de la novela argentina. De Ricardo Piglia. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2022, 216 páginas.