Cuando en 1966 Truman Capote publicó A sangre fría, ese ladrillo al que, cual maleta de viajero inquieto, se le han adherido variados rótulos (novela testimonio, true crime, non-fiction, etcétera), entre otras cosas potenció la hibridación entre narrativa y periodismo. Más allá de que por su propia naturaleza expositiva toda escritura periodística es narrativa, lo que perfeccionó hasta el paroxismo el escritor oriundo de Nueva Orleans fue la forma en la que el cronista se entromete en el relato de los hechos, no ya como un observador privilegiado que sigue de cerca pistas, declaraciones, reconstrucciones de delitos, instancias judiciales y hasta, como en el caso de Capote, la ejecución de los homicidas, sino la forma en que convierte a todos esos elementos en materia literaria.
El escritor parisino Emmanuel Carrère (1957), una suerte de sobrino privilegiado de Capote, ha evidenciado a lo largo de su vasta obra esa cualidad de entrometerse en los intersticios de determinados hechos para narrarlos de una manera particularísima, convirtiendo la práctica en una suerte de marca de estilo. Ha ocurrido, por ejemplo, en su acercamiento a la mente de Philip K. Dick en la iconoclasta biografía Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (2007), en su relato de las andanzas del escritor y líder político Eduard Limónov en el polémico libro Limónov(2011), en la reconstrucción de los crímenes del falso médico Jean-Claude Romand en El adversario (2000), en su semblanza de las vidas de los primerísimos cristianos Pablo el Converso y su discípulo Lucas el Evangelista en El Reino (2014), en las circunstancias que rodearon el curso de meditación intensiva en un centro Vipassana que el autor emprendió en 2015 en Yoga (2020) o en su aproximación al subgénero de la ucronía en el temprano ensayo –aparecido el año pasado en español– El estrecho de Bering.
En todos los casos, y al margen de referirse a sucesos del presente como a episodios ocurridos 2.000 años atrás, Carrère se entromete en la escritura no sólo a través de la reflexión y el análisis personal sino a partir de la incorporación de determinados episodios de su cotidianidad (en El Reino, por ejemplo, relata las circunstancias por las que su esposa y él contrataron a una niñera para su hijo recién nacido que, varias décadas antes, había trabajado para Philip K. Dick en San Francisco, mientras que en Yoga desarrolla sus problemas con el insomnio, esbozados en un párrafo perdido de El Reino), de forma tal que la suma de títulos que conforman la obra del autor puede leerse como una particular deriva autobiográfica.
V13. Crónica judicial, la obra de Carrère que acaba de aterrizar en las librerías locales, conforma otro eslabón en la cadena de episodios personales que atraviesan su escritura aunque, justo es decirlo, por su composición original de crónicas periodísticas redactadas para el semanario L'Obs, en un punto es el libro menos Carrère que ha escrito. Esto no constituye necesariamente un demérito del volumen pero, por momentos, su progresión se ve algo estreñida por la particularidad de haber sido escrito, en su origen, para el gran público.
V13, como sabrán, refiere al nefasto 13 de noviembre de 2015, cuando en diversos puntos de París (en las terrazas de cinco bares y restaurantes, en la sala de conciertos Bataclan, en los alrededores del Estadio de Francia y en un restaurante cerca de la Plaza de la Nación) se produjeron atentados yihadistas que acabaron con la vida de 130 personas. El libro documenta de primerísima mano las instancias del juicio que se desarrolló entre setiembre de 2021 y junio de 2022 contra 14 acusados, de los cuales sólo uno, Salah Abdeslam, participó directamente en los hechos, mientras que los demás enfrentaron diversos cargos de colaboración.
Junto a Violette Lazard y Mathieu Delahousse, otros dos periodistas de L'Obs, Carrère asistió a cada instancia del juicio, dialogó con testigos, familiares de las víctimas, abogados de los acusados, integrantes del equipo de Fiscalía y otros reporteros para componer una crónica que se sumerge en las auténticas entrañas del sistema judicial. Dividida en tres partes –“Las víctimas”, “Los acusados” y “El Tribunal”–, la crónica a varias voces exhibe la complejidad de los vínculos humanos en circunstancias tan traumáticas como pueden ser una masacre (referida con espeluznante detallismo por algunos de los sobrevivientes) o la necesaria convivencia en el espacio del tribunal entre acusados, sobrevivientes y familiares de las víctimas.
Carrère evade siempre el trazo de brocha gorda y toda tentación de amarillismo para centrarse en las motivaciones de los terroristas (una de las grandes dudas que intenta explicarse, y que atraviesa todo el libro, es la de qué razones llevaron a Salah Abdeslam a no detonar el cinturón con explosivos en medio del atentado), y para abordar los extraños vínculos que se fueron generando entre las dos partes. En ese sentido, es especialmente ilustrativo el capítulo “Dos padres”, en el que relata la relación entre George Salines, un médico jubilado que perdió a su hija Lola en el tiroteo en la sala Bataclan, y Azdyne Amimur, el padre de Samy Amimur, el terrorista que se explosionó sobre el escenario luego de asesinar a varias personas, que terminaron escribiendo juntos el libro Il nous reste les mots (2020).
De prosa precisa y por momentos cortante, que reproduce el ritmo de unos meses intensos dentro del sistema judicial francés, V13 es el libro menos personal de Carrère y, al mismo tiempo, una sólida muestra de lo que puede destilarse cuando, con solvencia, el periodismo se pone al servicio de la literatura.
V13. Crónica judicial, de Emmanuel Carrère. Traducción de Jaime Zulaika. 270 páginas. Anagrama, 2023.