Salvo casos excepcionales, los autores de las biografías suelen ser menos conocidos que sus objetos de estudio. Está claro, aquellos que tienen un libro contando sus vidas han hecho cosas relevantes para tal merecimiento. Dicho esto, llegué a Verdadero creyente: auge y caída de Stan Lee no por mi interés hacia uno de los pilares fundamentales del éxito de Marvel Comics en los años 60 (sólo uno de ellos), sino por una entrevista a quien escribió el libro, el periodista Abraham Riesman.
Desde la llegada de sus ascendientes a Estados Unidos hasta su fallecimiento a los 95 años, este volumen no solamente intenta responder la incógnita más grande relacionada con la vida de Lee (¿cuánto crédito merece por la creación de los personajes más famosos de Marvel?), sino que también repasa su rol en la industria de las historietas, sus aventuras en Hollywood y su triste final.
“Aquí está el problema al observar la carrera de Stan Lee”, contaba Riesman a Newsarama. “Entre 1961 y 1971 está haciendo cómics que cambiaron el mundo, o al menos participando en cómics que cambiaron el mundo. Antes y después de eso... nada. No hay nada que haya movido la aguja cultural de ninguna forma apreciable”. El autor afirmaba que “nadie se fija en la producción de Stan Lee desde 1971 hasta su muerte en 2018. Y es un período de tiempo enorme. ¡Es un período de tiempo larguísimo en la vida de una persona!”.
Origen secreto
Antes de llegar a esa etapa de Lee, Riesman nos cuenta una historia detallada y sumamente ordenada. Comienza cuando solamente era Stanley Lieber y ya mostraba algunas características que se repetirían hasta el último de sus días, como la tendencia a exagerar la verdad y una personalidad ambiciosa. No es el comienzo más entretenido, pero muestra cómo el autor hizo los deberes y provee documentos para todo lo relatado.
Por suerte la carrera de Stan en el mundo de los cómics arrancó a una edad temprana en la editorial Timely (luego Marvel), donde conoció a quien sería su mayor antagonista simbólico y por momentos público: Jack Kirby. Este dibujante rudo, criado en la calle y con un espíritu de trabajo intachable, no tenía ganas de ser el centro de atención. Con los años, Lee se aprovecharía de esto para ser el único gran relator de lo ocurrido entre ambos, convirtiéndose en un creador (o cocreador) de lo que luego conoceríamos como posverdad.
El ascenso
La explosión de Marvel es uno de los momentos más interesantes del libro, aunque también es el que más atención ha recibido por parte de otros periodistas y biógrafos. Riesman realiza una investigación exhaustiva que incluye archivos personales donados por la familia a centros de estudio, y con ellos reconstruye una época en la que todo lo que tocaba se convertía en oro. O al menos daba esa impresión.
Fue allí cuando se convirtió en una caricatura de sí mismo, un vocero perfecto capaz de hacernos pasar por oro algún otro metal no tan precioso. Nadie puede quitarle el mérito en la creación del primer universo cohesivo de superhéroes, y por su rol activo en las historias en las que debutaron los Cuatro Fantásticos, Spider-Man, los X-Men, Thor, Iron Man, Hulk y muchos (¡muchísimos!) personajes más.
Sin embargo, por la propia forma de creación, el rol del artista gráfico era tanto o más importante. Este y otros hechos lo llevaron a chocar en varias oportunidades con Jack Kirby, el dibujante con el que más personajes cocreó. Kirby terminaría renunciando, aunque volvió unos años más tarde acuciado por la necesidad económica. De nuevo, de todo esto se han escrito decenas y decenas de notas.
La caída
Riesman dedica gran parte del libro al Stan Lee pos Era de Oro, un simpático mercachifle que daba declaraciones rimbombantes a los medios de prensa, y que seguía siendo tan locuaz como cuando escribía los editoriales de Marvel. Pero la investigación confirma que su sueño constante era dejar atrás una industria que él consideraba menor, y triunfar en Hollywood.
Las últimas décadas de su vida son, valga la cacofonía, decadentes. “No es que no estuviera creando”, nos recordaba el autor en la mencionada entrevista. “Todavía se le ocurrían muchas cosas”, pero no muy buenas.
Dos elementos marcan la decadencia de Stan Lee. El primero es su familia, formada por Joan y la hija de ambos, JC, a quien la mayoría de los entrevistados describen como una figura polémica que, junto a su madre, gastaban más dinero que el que entraba al hogar.
El otro elemento presente es el del socio pillo, que se aprovecha de la inocencia de Lee para crear compañías gigantescas que no son más que fachadas para realizar movimientos de dinero. Esto le ocurrió más de una vez, y una hipótesis del autor es que el simpático viejito no era tan ignorante de lo que estaba sucediendo, y que sus vagas declaraciones siguen la vieja costumbre de excusarse en su mala memoria para no dar explicaciones.
Hay tiempo para la etapa menos agradable, la de la senilidad, las sospechas de haber estado secuestrado en su propio domicilio y algunas denuncias que opacaron sus últimos meses, luego de la muerte del amor de su vida. Todo está abordado con la misma profundidad, con el mismo rigor periodístico y presentando a un Stan imperfecto, con una gran capacidad pero también con debilidades, errores y fracasos. Igual que sus creaciones más conocidas.
Verdadero creyente: auge y caída de Stan Lee, de Abraham Riesman. 2022, 464 páginas. Es Pop Ediciones.