Una sala de espera. El pasillo de un ómnibus. Un megasupermercado. Todos podrían ser considerados “no lugares” en la teoría de Marc Augé, que definió a esos espacios en oposición a lo que pensaba como “lugares antropológicos”, es decir, aquellos con los que podemos relacionarnos y forjar identidades. Los “no lugares”, en cambio, son sitios transicionales, en los que no se habita, sino que se está de paso.
Augé difundió la noción en su libro Los no lugares. Espacios del anonimato. Antropología de la sobremodernidad, aparecido originalmente en 1992. Caracterizó a la “sobremodernidad” por la sobreabundancia de eventos (que dificulta la interpretación histórica), la sobreabundancia espacial (referida a la velocidad del transporte y la ubicuidad de las comunicaciones) y a la individualización de las referencias (en oposición a la subordinación de los individuos a relatos colectivos).
“Cuando hablo de ‘sobremodernidad’ no es para inventar una palabra sino para decir que las grandes tendencias actuales se sitúan en la prolongación del movimiento de la modernidad, lo complican o lo ‘sobredeterminan’. Hemos comprendido la promesa de la modernidad de situar al individuo en el centro de todo pero es un individuo que cambia de naturaleza, que pierde sus puntos de referencia, que posee aspectos contradictorios. Creo que una aproximación antropológica a pequeños grupos de individuos, o sea técnicamente etnológica, permite resaltar este nuevo rasgo característico de nuestra época”, explicó Augé a la revista Mètode en 2014.
En su obra clave, Augé mantenía los protocolos del trabajo académico, con múltiples citas a los campos de la antropología, la sociología y la psicología, y también hacía gala de un gran conocimiento de la historia literaria, la disciplina en la que se había orientado originalmente. Además, como persona formada en el estructuralismo, dedicaba gran atención a los aspectos lingüísticos.
Así, su caracterización de los “no lugares” contiene varias referencias a elementos textuales: “Los no lugares reales de la sobremodernidad, los que tomamos cuando transitamos por la autopista, hacemos las compras en el supermercado o esperamos en un aeropuerto el próximo vuelo para Londres o Marsella, tienen de particular que se definen también por las palabras o los textos que nos proponen: su modo de empleo, en suma, que se expresa según los casos de modo prescriptivo (‘tomar el carril de la derecha’), prohibitivo (‘prohibido fumar’) o informativo (‘usted entra en el Beaujolais’) y que recurre tanto a ideogramas más o menos explícitos y codificados (los del código vial o los de las guías turísticas) como a la lengua natural. Así son puestas en su lugar las condiciones de circulación en los espacios donde se considera que los individuos no interactúan sino con los textos sin otros enunciadores que las personas ‘morales’ o las instituciones (aeropuertos, compañías de aviación, ministerio de transportes, sociedades comerciales, policía caminera, municipalidades) cuya presencia se adivina vagamente o se afirma más explícitamente (‘el Consejo general financia este tramo de ruta’, ‘el Estado trabaja para mejorar sus condiciones de vida’ ) detrás de los mandatos, los consejos, los comentarios, los ‘mensajes’ transmitidos por los innumerables ‘soportes’ (carteles, pantallas, afiches) que forman parte integrante del paisaje contemporáneo”, dice en Los no lugares….
Extremadamente productiva, la noción de “no lugar” también ha sido reactualizada y varios investigadores apuntan que, 30 años después, algunos espacios, como los grandes centros comerciales, son hoy para muchos jóvenes sitios de encuentro y no “espacios de anonimato”, como consideraba Augé. Asimismo, la noción de “no lugar” aunada a la de “espacio liminal” (proveniente de la psicología) ha dado lugar a diversas elaboraciones estéticas, especialmente en el cine y los videojuegos.
Nacido en Poitiers en 1935, Augé estudió literatura y luego se especializó en etnología en la prestigiosa Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, que llegó a dirigir en la década de 1980. Por esos años escribió El viajero subterráneo:un etnólogo en el metro, donde ya se observaban algunos avances de sus conceptos clave, y en 2007 publicó una continuación de su ensayo.
Otro de sus estudios fundamentales, que apunta también a la exploración de la vida cotidiana durante la “sobremodernidad”, apareció en 1998: La guerra de los sueños: ejercicios de etno-ficción es una exploración crítica del lugar de los mitos tras la irrupción masiva de internet y el avance de la oferta de señales televisivas.
Tras retirarse de la investigación, se dedicó a la escritura de ficción y publicó tres novelas. Augé murió este lunes en Poitiers, la ciudad en la que nació.