El país de los gatos (Ginkgo, 2024) es la segunda novela de Fabián Muniz (1988). Luego de La epopeya de las pequeñas muertes, que lo llevó a ganar el Premio Gutenberg en 2017, Muniz nos sorprende con una novela que linda entre la narrativa de aventuras y el ensayo literario. La historia trata de un momento de la vida de Patricio Morquio, un escritor fantasma que debe hacerse pasar por Alexa Numansky, una autora feminista. En determinado momento, se encuentra entre la espada y la pared, porque poco a poco se queda sin ideas para darle vida a la autora y, por otro lado, posterga sus inclinaciones honestas como creador: ser un autor con su propio nombre y escribir lo que realmente quiere.
La vida de Morquio parecería la de cualquier trabajador que debe doblegarse al mercado para conseguir el plato diario de comida: tiene que entregar su creatividad y tiempo a cualquier costa. Sin embargo, este autor fantasma no sólo nos despliega sus frustraciones como escritor, sino como padre y amante. En un tramo también convergen las fantasías de una novela que escribe casi en clandestinidad, una historia que corre a la inversa del feminismo, y es la historia del profesor Bork, amante de una alumna. Pero es una historia que, en definitiva, siempre está en suspenso, porque al mercado no le interesa. Morquio se va desgastando ante una forma de literatura que sólo premia el lobby y la moda. Tanto él como su personaje están bastante lejos de poder gustar en este mundo de apariencias.
El país de los gatos nos transporta no sólo al mundo ficcional de Alexa, sino también a la desaparición de gatos, que nos mantiene en contacto con las intervenciones artísticas de un colectivo antiespecista y los conflictos entre un matrimonio y una vieja que vive rodeada de felinos. Estos escenarios plurales y diversos se aíslan cuando aparece la voz ensayística de Muniz, no porque entorpezca la narración, sino porque es necesario en algunos momentos de la historia hacer una puesta en común de cómo el mercado fagocita las luchas sociales, lucrando con ellas, pero también tomando a los escritores como víctimas de descarte.
La voz ensayística nos pone a reflexionar sobre el papel de las editoriales multinacionales, los escritores fantasma, las ventas que van de la mano de las modas, los autores que son más influencers que escritores, y, por supuesto, el papel de lo políticamente correcto en el acto creativo. Estas reflexiones son una puesta a punto de varios problemas que atraviesan los autores en el mercado editorial: las formas en las que ser publicado está a merced de un discurso o una imagen que pueda ser vendible.
Sin embargo, hay un tema que sobresale en esta voz y es la comparación entre la producción de autoras mujeres y autores hombres. Algo que no se menciona, pero de acuerdo con lo planteado por Morquio en sus digresiones mentales, es que el autor varón mediocre en el pasado encontraba un lugar para publicar, iba a vender igual y su nombre estaba junto al de su libro en las vidrieras de cualquier librería. La avanzada del feminismo puso en tela de juicio el papel del autor varón en la medida en que ya no tiene tanto lugar como antes porque al mercado le interesan las disidencias. Por este motivo, el autor varón hoy no encuentra tantas posibilidades de difusión. El esfuerzo que antes no le pertenecía ahora le pertenece porque sus rivales “femeninas” son mejores que él, en algunos casos y, en otros, son parte de una moda. De una manera u otra, Morquio no es parte, porque tampoco es atractivo lo que tiene para decir sin hacerse pasar por Alexa.
La persecución por parte de las multinacionales con sus contratos y con sus delincuentes armados, las obligaciones como padre que se entrecruzan con las de autor y la falta de espacio para la creatividad propia convierten a El país de los gatos en una novela de aventuras en la que el humor y el absurdo tironean de forma radical con los lugares comunes de lo políticamente correcto y el buen decir. Asimismo, mediante sus enredos tragicómicos, nos lleva hacia los recovecos más tiernos donde la niñez, la paternidad y el amor a los gatos se conjugan para llevarnos de forma ágil y certera a momentos divertidos, pero también a una honda reflexión que muchas veces hace falta en la ficción actual.
Si algo debe rescatarse de esta segunda novela de Fabián Muniz es la agudeza con la que invita a debatir, pero sobre todo a quedarnos unos instantes en la incomodidad de pensar sobre las prácticas del mercado editorial, que, para priorizar las ventas, prefiere dejar de lado el talento, el trabajo y, en especial, a las voces que tienen mucho para decir. El silencio se convierte en el enemigo más cruel, cuando calla a través de la censura y el ocultamiento, pero hace ruido a través de la frivolidad y el vaciamiento discursivo de lo que está de moda.
El país de los gatos, de Fabián Muniz. 170 páginas. Ginkgo, 2024.